Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

¿Le compraría un coche de segunda mano a Sánchez?

'¿Le compraría un coche de segunda mano a Sánchez?'
'¿Le compraría un coche de segunda mano a Sánchez?'
Pixabay

En 1977, el PSOE acababa de salir de la clandestinidad y necesitaba un logo para ser fácilmente identificado. 

El resultado de ese proceso de diseño fue el puño y la rosa dibujado por Cruz Novillo. Hoy, en el 40º congreso federal, el emblema es una barra diagonal y un corazón. Una opción más ilustrativa hubiese sido la de una imagen del nudo gordiano y el viejo emblema de Fernando el Católico: ‘Tanto Monta’. El lema del rey aragonés se basa en el relato clásico según el cual Alejandro Magno, ante el nudo confeccionado por Gorgias y que nadie había conseguido desligar, dijo: "Da lo mismo (tanto monta) cortar que desenlazar". El PSOE podría blandir ese logo porque en sus 142 años de historia ha vivido múltiples ‘actualizaciones’, pero siempre virando hacia el centro para convertirse en un partido de gobierno. Baste con recordar a Felipe González y su audaz maniobra para borrar el culto al marxismo en el 28º congreso (1979).

Pedro Sánchez busca ahora, en el cónclave de Valencia, rearmarse para el ciclo electoral y recuperar la centralidad de cara a las elecciones de 2023. Arropado por González, Rodríguez Zapatero y Almunia, pretende recuperar la tradición socialdemócrata del pesimismo ilustrado y la eficacia pragmática como fuente de credibilidad. Al fin y al cabo, basta recordar cómo Felipe González llegó al poder hablando de idealismo, pero pronto sentenció que "blanco o negro, lo importante es que el gato cace ratones".

El actual inquilino de la Moncloa considera que tiene el viento de la Historia a favor, como lo demuestra el auge de los socialistas en Europa, sobre todo tras la victoria del SPD en las elecciones en Alemania. Sin embargo, en la última cita electoral donde midió sus fuerzas, en los comicios madrileños de mayo, el PSOE se desplomó ante Isabel Díaz Ayuso y fue superado incluso por Más Madrid.

En el 40º congreso federal, Pedro Sánchez quiere darle un barniz feminista
y ecologista al PSOE para intentar ganar las elecciones

Es muy verosímil la tesis de que, entre incertidumbres pandémicas y geopolíticas, los ciudadanos vuelven sus ojos hacia la propuesta protectora socialdemócrata, con su apuesta por los servicios públicos. Por eso, ganan peso los líderes moderados y pragmáticos, como el socialista germano Olaf Scholz, que tiene claras posibilidades de alcanzar la cancillería.

Pedro Sánchez también ha demostrado que es un político pragmático… Quizás demasiado. De hecho, muchos lo perciben como un aséptico y maquiavélico producto de la mercadotecnia política. Arrastra un grave problema de falta de credibilidad. No resulta creíble por, al menos, un triple motivo.

Primero, porque ha incumplido muchas de sus promesas, empezando por la de que convocaría elecciones inmediatamente si ganaba la moción de censura contra Rajoy y siguiendo con que no pactaría con Podemos. Segundo, porque se apoya en partidos que han violentado abiertamente la ley, la democracia y el Estado (ERC, Junts, Bildu). Esto se lo han reprochado históricos socialistas como Alfonso Guerra (‘La España en la que creo’, 2019). Y tercero, por su optimismo de autobombo. Su vehemencia en los mensajes positivos hurta a los ciudadanos una convincente definición de objetivos, métodos y dificultades.

No obstante, el
problema del líder socialista no es ideológico sino de credibilidad

A Pedro Sánchez le sobran ambición y olfato político. A cambio le falta lo que el catedrático Michael Ignatieff denomina "el derecho a ser escuchado por los votantes". Un candidato se gana ese privilegio a ser escuchado si el votante considera que es digno de confianza, si logra convencer a los electores de que está en política por ellos.

Angela Merkel ha ganado en las urnas cuatro legislaturas consecutivas porque sus conciudadanos se fían de ella. Los analistas germanos destacan que se ha comportado como la típica ‘Mutti’ (mamá) conservadora que se preocupa por el bienestar –y la cartera– de sus conciudadanos. Así funcionan las democracias liberales. Los votantes apoyan a quienes les parecen competentes, íntegros y dignos de su confianza. Entonces, cabe preguntarse: ¿Se fían los españoles de Pedro Sánchez? ¿Le comprarían un coche de segunda mano?

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