Lo que no hizo Merkel

Angela Merkel este viernes en Berlín.
'Lo que no hizo Merkel'
EFE

El gran éxito de Merkel como gobernante ha sido capear un rosario de crisis manteniendo la estabilidad y la confianza de la gente. 

Su gran laguna, no haber impulsado reformas que preparasen mejor a Alemania y a Europa para los desafíos del próximo futuro. Puede verse en la propia economía alemana.

La fortaleza económica del país resulta envidiable. Está en situación de casi pleno empleo, la deuda pública es relativamente baja y cuenta con un enorme superávit comercial gracias a la potencia exportadora de sus industrias mecánica y química. Pero también tiene puntos débiles, tal vez demasiados. Décadas de obsesión por el ahorro han lastrado la inversión pública en infraestructuras, esas fabulosas exportaciones se concentran demasiado en China, el abastecimiento energético depende del gas ruso y de seguir quemando carbón –y emitiendo toneladas de CO2– y la jubilación de las generaciones nacidas en los años sesenta y setenta pondrá a prueba un sistema de pensiones que no es tan vulnerable como el español, pero tampoco tan robusto como sería necesario.

Sin embargo, el mayor problema de la economía alemana –y también de la del conjunto de Europa– es su escaso peso en los sectores tecnológicos modernos que ya configuran el presente y serán decisivos en el futuro. No hay prácticamente empresas alemanas –ni europeas– significativas en los campos de la producción de chips, la fabricación de ordenadores, el software (con la excepción de SAP), la electrónica de consumo, internet, las redes sociales, el trasiego de datos o la inteligencia artificial. En ese sentido, casi puede decirse que la economía alemana –y la europea con ella– pertenece más al siglo XX que al XXI.

Por añadidura, en los próximos decenios el progreso económico de los países va a estar muy relacionado con factores geoestratégicos, el juego de las potencias en la esfera internacional condicionará los éxitos y fracasos de sus respectivas economías. Y en ese terreno, Alemania es demasiado pequeña para vérselas, en un plano de igualdad, con colosos como China y Estados Unidos, o incluso la India el día que ‘despierte’. En ese juego es la Unión Europea la que debería tener un papel, pero no parece madura para asumirlo. Y los años de Merkel no hicieron lo suficiente para prepararla.

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