¿El ocaso de la medicina?

'¿El ocaso de la medicina?'
'¿El ocaso de la medicina?'
Heraldo

Hablaba hace unos días con un amigo médico sobre los efectos de la pandemia en la profesión médica y me transmitía una melancolía cargada de pasión. 

Percibe que la medicina tal como la estudió, la ha ejercido y la vive camina hacia su ocaso. Por eso, su análisis rezuma una dosis de tristeza silente difícil de explicitar. El relato dominante y la presión de los medios de comunicación va en la dirección contraria. Son varios los elementos que convergen para provocar esta situación.

Por un lado, la medicina se ha inclinado a la bioquímica, a la descripción mecánica de piezas y procesos que interaccionan entre sí. Es una visión materialista donde a medida que se establecen indicadores se repiten modelos y se alimentan estadísticas. Los datos se tabulan y estandarizan de tal manera que luego basta con aplicar protocolos para sustituir piezas, administrar o inyectar sustancias. Se hace una medicina basada en la supuesta evidencia científica construida mediante observaciones apoyadas en esas estadísticas de observables de diversa índole. Estas atribuyen relaciones de causalidad a unos datos que se recogen siguiendo el llamado método científico y cuando hace falta se ajustan para conseguir los resultados pertinentes. De tal manera que se aspira a que una máquina bien diseñada y entrenada, con el correspondiente algoritmo, sea capaz de procesar más datos que el médico de siempre. Así ofrecerá un diagnóstico ‘objetivo’ basado en esos datos previamente establecidos. Y se sueña con que estos ‘avances’ tecnológicos terminarán siendo el sustitutivo perfecto de los médicos –humanos– que tienen un potencial cognitivo menos relevante que la supuesta inteligencia artificial soñada y predicada como cuasi omnipotente. O sea, el horizonte que se dibuja borra al médico de siempre de los sistemas sanitarios porque serán las máquinas las que verán, observarán, medirán, diagnosticarán y repararán lo que corresponda. Algunos incluso sueñan con desentrañar los mecanismos de la vida para intervenir en ellos y alcanzar la inmortalidad o incluso, controlarla desde su momento inicial, consiguiendo una ectogénesis que permita producir bebes en úteros artificiales.

La medicina se está deshumanizando, se sustituye el criterio del médico por
unos protocolos que aspiran a ‘mecanizar’ las decisiones

Por otro lado, se ha dejado apartada la visión holística y sistémica de la persona. Se prescinde de la salud como tarea personal e intransferible, como don y gracia, como algo lleno de espiritualidad que trasciende las dinámicas celulares. Se ha dejado a un lado la Vida como fuente de la salud. Además se han fragmentado los campos de especialización de tal manera que cada médico solo sabe de su trozo. Y tan específicamente que el ginecólogo no se atreve a entrar en el terreno del pediatra, ni se le ocurre al pediatra opinar sobre la gestación del futuro bebé. O se puede vivir en directo cómo el neurólogo explica que el Primperan puede causar movimientos incontrolados de la boca, pero expresamente reconoce que no sabe nada de por qué se inflaman las piernas de su paciente. Uno puede ir al especialista de turno con un problema de salud y encontrarse con respuestas tan específicas que ese profesional termina diciendo que no puede hablar más allá de lo que le toca, de otra parte del cuerpo no puede decir nada. Y quizá sea una ventaja saber mucho del meñique o ser el mejor operando algo tan único que requiere años de experiencia. Quizá deba ser así, pero se echa de menos la mirada de conjunto que, entre otras cosas, reconoce que la sabiduría del cuerpo tiende a la homeostasis y una palabra bien dicha sana más que un saco de píldoras.

Al mismo tiempo,
la especialización impide una visión global de la persona y de la salud

La medicina, por encima de todo, es un saber hacer, aplicado caso a caso, personalizado, singular, pese a la reiteración. Cada cultura y época ha tenido su forma de gestionar la salud y la enfermedad. Los avances del sistema occidental se han extendido haciéndose dominantes. Aun así, pese a las grandes e impresionantes conquistas, la condición mortal –humana– es insuperable. Y eso aquí parece que no lo queremos reconocer mientras se nos inyectan sustancias experimentales sin preguntar, sin meditar los efectos secundarios y sin saber nada sobre las condiciones personales. ¿Debe primar la lógica del rebaño o la medicina centrada en la persona y en su capacidad de gestionar su salud?

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