Mi naturaleza

La luz, el encuadre y la posición son claves para conseguir un selfi decente.
'Mi naturaleza'
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Lo que vi ahí no me lo habría imaginado en la vida". 

Me lo dice un compañero del periódico con la treintena algo más avanzada que yo, después de explicarme que se había tenido que bajar TikTok para hacer un reportaje. Se ve que hay gente bailando, como un caleidoscopio por dentro donde giran personas; una picadora de carne humana y un remanso luminoso que obsesiona a los jóvenes y que yo no había visto en mi vida. Mientras me lo dice, me acuerdo del cómico Joaquín Reyes, que pasados ya los 40 le decía a Juan Carlos Monedero que a él le seguía gustando la música, el cine o salir a cenar, pero que muchos amigos suyos a cierta edad habían dejado de ser personas interesadas por las cosas que normalmente nos hacen felices. Yo, que acabo de cumplir 33 años, vivo en el constante esfuerzo por seguir evitando que las obligaciones y su estrés se coman mis ilusiones y mis caprichos absurdos e innecesarios. Quiero seguir dándome tregua, siendo condescendiente conmigo mismo, justificando que todavía no tengo que dar respuestas al "¿y eso para qué lo quieres?". "Por quererlo; y punto".

Mientras aprieto esas tuercas contra el contexto, desconfío en cambio de que el tiempo no me escore los gustos y me vea incapaz de disfrutar de esos nuevos hábitos que tanto gustan pero que a mí me dejan mirando al suelo. En Tik Tok se ve que hay gente de todas las edades haciendo coreografías, bromas y vídeos virales. Yo algo he visto y, por encima de los 30, lo que observo solo me da vergüenza ajena. El tío cuarentón con coleta que sigue yendo a las discotecas yo lo veo en Tik Tok. Y ya no es solo eso: en redes sociales que uso, como Instagram, he perdido por completo la batalla de las ‘stories’. No solo es que no sepa subirlas, es que me da pudor mirarlas y que la otra persona sepa que le he estado cotilleando la vida que exhibe. Me avergüenza el exhibicionismo, el mío y participar de él, pero aprecio el vicio ‘vintage’ de cotillear a las espaldas. Yo qué sé. El otro día le dije a mi chica que tenía ganas de salir de fiesta "hasta las dos de la mañana". Se empezó a reír. "Para ti las dos de la mañana ya son la locura, ¿no?", me contestó. Me hago mayor, vigilante de mis límites, expansivo pero coherente. Y llegará el día en que haga el ridículo. Lo espero. Solo deseo que me salga natural.

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