Por
  • Fernando Sanmartín

Pensamientos

Pablo Echenique, en el Congreso durante el debate sobre el estado de alarma.
'Pensamientos'
Zipi/EFE

Un hombre, en la terraza de un bar, toma café y una copa de licor a las nueve de la mañana. Es temprano. Es también, qué duda cabe, una forma de situarse, de disipar la niebla o aumentarla. Come un cruasán, que no sé si moja en el café o en la copa. Y ese hombre habla con otro y le dice: “Cuando muera, lo que más echaré en falta será no dormir la siesta”. Nunca había escuchado nada parecido. Da que pensar.

También pienso estos días en Pablo Echenique. Lo hago porque han presentado contra él una denuncia y una querella. Lo han hecho la Confederación Española de Policía –y otras organizaciones policiales- y Vox. Ambas tendrán un trayecto judicial corto.

Pero Echenique es un ideólogo infantil y alborotador. En sus tuits se encuentran, a veces, el mejor Mourinho y la fatwà de mulá. Y si le tiramos de la lengua, Adán y Eva podrían haber sido víctimas del capitalismo. Porque lanza frases cuando los bárbaros activos, que diría Neruda, y a los que él llama antifascistas, quieren tomar la calle, romper escaparates o el cráneo de un antidisturbios. La democracia no se quema con un mechero. Y hay frases que conviene guardar en el bolsillo.

Pienso, tras ver en televisión un par de telediarios, si Echenique mete en el frigorífico el mando a distancia de su televisor. Y lo único que me preocupa es que al día siguiente lo confunda con un helado.

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