El Parador de Veruela

Instalaciones del futuro parador de Veruela, que podría abrir en verano de 2020.
Instalaciones del futuro parador de Veruela.
Aránzazu Navarro

Cuando en noviembre del año 2002 el petrolero ‘Prestige’ se partió en dos frente a las costas de Galicia, se produjo una gran tragedia ecológica al derramarse las más de 70.000 toneladas de crudo que portaba el barco en sus tanques. Buena parte de esta pasta viscosa y negruzca afectó a la costa del municipio de Mugía, que tardó años en recuperar su aspecto limpio y encantador. Entre las compensaciones que se acordaron para reparar el desastre, figuraba la construcción de un Parador de la red nacional. Parador que ha sido inaugurado este año 2020, o sea dieciocho años después de haberse prometido su construcción. Es, que yo sepa, el Parador cuyas obras han durado más tiempo, sin que haya habido explicaciones plausibles.

Pero no es el único en tardar años entre el compromiso de su construcción y la apertura. Porque aquí, entre nosotros, algo parecido está pasando con el Parador de Veruela, cuyas obras arrancaron en 2008 aunque ya el compromiso de su apertura es de algunos años antes. Es inexplicable el marasmo burocrático que ha sufrido el proyecto, la desidia de las administraciones intervinientes, las continuas pegas aparecidas, la imprevisión de detalles tan tontos como la necesidad de una escalera de evacuación, que es ahora, al parecer, cuando los proyectistas se han dado cuenta y han tenido que pedir a la DPZ el oportuno permiso (¿será posible a estas alturas?) para que ceda el espacio correspondiente para su construcción.

No me extraña que este país no funcione, tan sometido a permisos, licencias, modificados, turbamulta de intereses y gestiones cruzados y delirantes cuando se trata de una obra, una inversión, que al menos en teoría pretende favorecer y potenciar una comarca, como es la del somontano del Moncayo en este caso, ofreciendo un establecimiento que propone al viajero habitar en un monumento tardorrománico como es el recinto verolense, de amplias evocaciones literarias también por la estancia allí del romántico Bécquer y la cercanía a las tierras de brujas; por no hablar de la proximidad del espectacular parque del Moncayo, con sus rutas y senderos, su naturaleza fresca y arbolada y sus aguas ferruginosas. No puedo entender cómo la Comarca de Tarazona y el Moncayo no ha elevado reiterada y fuertemente sus protestas ante tanto retraso, tanta inutilidad de las administraciones y sobre todo la gran desidia de Turespaña, entidad promotora del proyecto. Más de doce años de retraso son como para que algunos se lo hagan mirar.

A ver si de una vez las autoridades competentes se ponen las pilas, dejan a un lado sus cuitas, enfrentamientos y diferencias y permiten que una obra tan deseada como este Parador de Veruela, que sin duda ha de contribuir a la mejora y al desarrollo de la zona, sea una realidad cuanto antes.

Sepan todas esas autoridades que con esta forma de hacer las cosas ni se hace país ni se hace Aragón. Solo se hace el ridículo. Y se demuestra una gran incapacidad y una grave incompetencia.

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