Por
  • María Pilar Benítez Marco

Flor insecticida

FLORES, MARGARITAS / 11-05-05 / FOTO: ESTHER CASAS [[[HA ARCHIVO]]] KQ1I2089.jpg
Las margaritas tienen cierto poder insecticida.
Esther Casas / HERALDO

Releer un libro es recorrer un camino ya caminado y, como en este último, hallar, no obstante, espacios apenas recordados, acaso no vividos, tal vez no sentidos. Por eso, paseando estos días en el Pirineo otra vez por la apasionante novela ‘Los espirituados’ de Carmen de Burgos, ambientada en la Jaca de 1922, resulta inevitable establecer un paralelismo entre la crisis que la sociedad de principios del siglo XX hubo de afrontar y la que, cien años después, desafía a la nuestra.

Para salir adelante, en aquella ocasión, la modernización y el progreso arrinconaron el inmovilismo de la tradición. Hoy se cuestionan algunos de los medios utilizados en estos cien años, con el fin de alcanzar el desarrollo de la sociedad actual. En este sentido y como ejemplo, parece bastante simbólico que nada quede de la ‘Huerta de las flores’, novelada por Carmen de Burgos. Era aquella huerta, propiedad de Antonio Caubet, una plantación de piretros, que cumplían la doble función de ser flores insecticidas y margaritas para deshojar amores juveniles. Pronto, hacia finales de los años cuarenta, el polvo amarillo de estas flores fue sustituido por otros insecticidas de síntesis más persistentes, como el DDT o el lindano, que, como bien sabemos, fueron deshojando la tierra que caminamos y nos sostiene.

Parece, pues, que en el debate entre tradición y modernidad, aún presente, ha de haber un espacio, una posición, una respuesta de encuentro, como entre el sí y el no de los pétalos de una margarita.

María Pilar Benítez es profesora y escritora

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