Prensa rosa política

Pablo Iglesias junto al portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros.
Pablo Iglesias junto al portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros.
EFE/Ballesteros

El problema, a veces, simplemente es tener que dar explicaciones. Como la justificación que tuvo que dar Pablo Iglesias a su animada charla con Espinosa de los Monteros y Arrimadas en mitad de los actos de la Constitución (¡qué paradoja!). Aunque no es la primera vez que alguien se empeña en que la política sea cosa de ultras. El pasado mes de septiembre, Óscar Puente, alcalde socialista de Valladolid, tuvo a bien ejercer de ‘paparazzi’ para sacar a Iglesias charlando con Albert Rivera. "Les va a ir bien a estos dos", tituló Puente. El líder de Podemos, una vez más, tuvo que salir al paso: "Esto es la cafetería de diputados hace 10 minutos. He hablado allí decenas de veces con diputadas y diputados de todos los partidos". Y qué necesidad había de aclarar nada. Rufián (que, como la fruta, hace política de temporada), ha aprovechado la pillada con Vox y Ciudadanos para criticar a Iglesias, si bien tuvo más cintura democrática con el ‘watergate’ de Puente: "Esto es la cafetería del Congreso. Un espacio respetado por todos en el que se lleva hablando de todo con todos durante 40 años. Hasta hoy. No tenéis vergüenza", escribió.

Pero lo cierto es que ambas cazadas han servido para descubrir dos electorados patrios: el que entiende la política en democracia como un ejercicio que deja espacio para el respeto y la cordialidad; y una masa de electores atraídos por la política-espectáculo de los tiempos que, de ir al cine, se pasarían los días posteriores a la película buscando por los tejados a Spiderman (o a Supermaño).

El caso es que no sé hasta qué punto este modo de comunicar los mensajes y enfocarlos a los nichos de votantes, sin espacio para la ironía, la broma, las duda razonable... está contribuyendo no tanto a devolverle la credibilidad a la política como a construir los famosos bandos, el ‘o conmigo o contra mí’, en un tiempo donde toda verdad parece relativa. Es preocupante lo que pueda salir de este Gran Hermano que son las redes sociales mezclado con un relativismo posmoderno que conviene tanto en una política de presente tan fugaz, que puede ir expulsando a la cordialidad hasta de la vida íntima, que es la que en realidad nos convierte en ciudadanos. No hay pureza sin naturalidad, que es la forma más sencilla de gobernar para el país que en realidad existe.

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