Muere Chicho Ibáñez Serrador a los 83 años
Muere Chicho Ibáñez Serrador a los 83 años
EFE

Apreciamos el paso del tiempo cuando algo lo para y nos lleva hacia atrás y nos dice cómo hemos cambiado. Cuando muere Chicho Ibáñez Serrador y nos redirige a aquella España del ‘Un, dos, tres’, la del apartamento en Torrevieja o el juego de maletas como premio, y nos quedábamos tan contentos porque lográbamos más palabras que empezasen con la ‘m’ que el concursante, o chafados al ver cómo le hacían la envolvente y dejaba escapar el coche. Un mundo, eso sí, distinto al empedrado hoy por Supervivientes, Gran Hermano o MYHYV, todo mucho más banal, quizá, y en el que hasta podemos meter la imagen de Meritxell Batet cuando se le fue de las manos la sesión de constitución del Congreso de los Diputados, algo impensable con Landelino Lavilla o Gregorio Peces Barba.

Somos otra España, la de la tolerancia y la mente abierta, pero también la de la soberbia que tachó hace tiempo de catetas la playas de Torrevieja y para la que todo es poco; la que busca salvar su trasero a cualquier precio; la desaprensiva capaz de apalear a un anciano en su cama en Encinacorba para robarle; la que estafa millones de euros en falsas ayudas a niños con cáncer.

Nunca hay que mirar atrás, salvo que quede en juego la dignidad, porque vivir consiste en ir borrando huellas. Nunca hay que añorar el pasado, porque ya no existe; nunca, tampoco, hay que dejarlo de lado porque nos marca el camino con todas sus piedras.

Me quedo, así, pensando en una frase de Ana Hernández Serena, consultora, de Graus, que pone en palabras una verdad única: no es lo mismo valor que precio; si no tienes valores, entonces tendrás precio.

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