LETRAS ESPAÑOLAS. OCIO Y CULTURA

Fernando Aramburu: historia secreta de la emoción y la familia

El autor de 'Patria' e 'Hijos de la fábula' afina con brillo la crónica de la intimidad invisible de Euskadi en su novela 'El niño' (Tusquets). 

Fernando Aramburu se centra en una familia para contar el drama de otras muchas en un libro contenido y respetuoso.
Fernando Aramburu se centra en una familia para contar el drama de otras muchas en un libro contenido y respetuoso.
Toni Galán.

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) contaba en estas páginas que se enteró aquí, quizá por Radio Zaragoza, mientras sonaban jotas, de la explosión de un colegio en Ortuella el 23 de octubre de 1980. Y que desde entonces ese drama, en el que perecieron 50 niños y tres profesores, afloraba en su cabeza y se incorporaba en la carpeta real e imaginaria que integra los materiales de sus ficciones ‘Gentes vascas’: novelas y cuentos con Euskadi de fondo, no muy extensas, alejadas de la ambición y la extensión de ‘Patria’ e ‘Hijos de la fábula’. Pronto se descartó que fuese un atentado de ETA aunque, según recuerda, aquel día hubo actuaciones de la banda terrorista.

De esa imagen parte la novela ‘El niño’, que es uno de esos libros escritos con suma precisión, capítulos no muy extensos y varias intenciones: compone una novela familiar, con distintas escalas, asuntos y niveles de hondura e incluso de revelación; escribe una novela social, donde el terrorismo anda por ahí como los pájaros errantes pero se queda más bien como algo de contexto; escribe una novela sobre la pérdida, sobre el dolor de perder un hijo y un nieto, es decir, una novela del duelo, y escribe en cierto modo una novela sobre salud mental, los secretos –y por tanto hay ahí también elementos de intriga– y la dificultad de aceptar que la inocencia suprema, esa vitalidad en llamas que es un niño, sea abatida de manera tan brutal.

Fernando Aramburu escribe para contar su tiempo, para investigar en la condición humana y para contarse. Se cuenta como padre, como nieto sin abuelos, a los que necesita inventar y rescatar y darles una existencia en su frondosa memoria. Y aquí, como ha hecho en otros lugares, incorpora un elemento un tanto experimental y antisolemne.

«En cada episodio, me dijo por escrito, narrarás lo imprescindible y yo me ocuparé de que no contengas un solo vocablo superfluo».

La novela le interpela en cursiva, dialoga con él e incluso define algunos de sus rasgos: cómo concibe y desarrolla su novela, algunos hábitos de escritura e incluso efectúa análisis sobre el relato pero también sobre la trayectoria del narrador. Es un gesto de humor, seguramente, y también una forma, desde afuera, de analizar su poética. Se dice: «En cada episodio, me dijo por escrito, narrarás lo imprescindible y yo me ocuparé de que no contengas un solo vocablo superfluo».

Fernando Aramburu hace una elección clave de partida: no quería contar los 50 dramas, no quería realizar un reportaje minucioso de las reacciones y del dolor colectivo. Elige una familia para indagar cómo viven, cómo sufren, y asimilan la pérdida del joven Nuco, admirador de Manu Sarabia, entre otras cosas, lo cual no deja de ser una licencia poética de un acérrimo seguidor de la Real Sociedad. Esa familia actúa, de entrada, como un símbolo: con sus rincones oscuros y sus lapsos de claridad, representa a todas las familias. O a muchas.

El escritor nos explica primero cómo eran, cómo habían vivido hasta entonces –bueno, eso lo realiza en claves de ‘flashback’– y ahí aparecen el abuelo Nicasio y la abuela Candelaria, su historia de amor y convivencia, y el zarpazo inesperado del cáncer. Y a la vez narra y documenta la historia de Mariaje y José Miguel y sus respectivos. Con sentido de la compasión y con la firme voluntad de conocer a sus criaturas, Aramburu tampoco renuncia al retrato psicológico: así sabemos muchas cosas de ambos, cómo se conocieron, sus caracteres casi antagónicos, la inclinación al silencio de José Miguel, su temor a la huelga, etc. De Mariaje también sabemos episodios: la muerte del niño le lleva a reflexionar sobre el desamparo, su vulnerabilidad, su amistad con Garbiñe (con quien se asocia en la peluquería) y esos descubrimientos que son claves: el dolor de su padre y también su transformación. «Me levanté tarde. El marido en la fábrica, el niño en el cementerio, ¿qué puedo hacer para llenar las horas? (…) Nunca me he vuelto a sentir tan vacía como en las semanas que siguieron al accidente del colegio. No fui la única, se lo aseguro. Yo bien sé que mucha gente en el pueblo lo pasó fatal».

«A la gente no le gusta rozarse con las víctimas. Víctimas de accidentes, de enfermedades, del terrorismo, de lo que sea. Es como si temieran contagiarse»

Pasan muchas más cosas. Y Fernando Aramburu maneja la acción y los personajes, e incluso el ‘fatum’: aquí es importante el destino. Hay grandeza, locura, respuestas o comportamientos podríamos decir que mágicos u obsesivos, y a la vez el narrador constata algo que en Euskadi debió ser profundamente doloroso: «A la gente no le gusta rozarse con las víctimas. Víctimas de accidentes, de enfermedades, del terrorismo, de lo que sea. Es como si temieran contagiarse».

La novela no es alegre nunca pero sí serena e introspectiva. Quizá sucedan más cosas terribles, es probable, pero ‘El niño’ está redactada con ternura y compasión, con lucidez y respeto, y con el deseo de desvelar con una literatura tan precisa como desnuda, despojada de oratoria, los secretos del corazón y los vaivenes de la condición humana. Vivir es un torbellino de incógnitas que se acentúan con el dolor.

A mitad de la novela escribe el autor de ‘Los vencejos’: «A punto de salir de la iglesia, Mariaje volvió por azar la mirada hacia el interior del templo y entonces vio al Richi, que la estaban observando con fijeza desde el extremo de un banco, cerca de la pared». Como todo en esta miniatura de almas a la deriva, el fragmento no es inocente: podría ser la espiral que despierta otro volcán de heridas y ocultación.

NARRATIVA ESPAÑOLA

'El niño'. Fernando Aramburu. Tusquets: Andanzas. Barcelona, 2024. 270 páginas.

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