ARTES & LETRAS. LIBROS

Miguel Á. Ortiz Albero: "A Kafka, como a Walser, le debo el interés por el detalle, por lo pequeño"

El escritor y artista zaragozano publica dos libros: 'Deambulatorio. Torrero. Estación mental' (Pregunta) y 'Por el camino de Kafka' (Fórcola)

Miguel Ángel Ortiz Albero presentó su libro sobre Kafka el viernes 12 en la librería Antígona.
Miguel Ángel Ortiz Albero presentó su libro sobre Kafka el viernes 12 en la librería Antígona.
AC/Heraldo.es

¿Por qué esa obsesión por el paseo que ahora se materializa en ‘Deambulatorio. Torrero, estación mental (Pregunta, 2023) y ‘Por el camino de Kafka. Deambulaciones de K.’ (Fórcola, 2024), que el pasado viernes presentaba en la libreía Antígona? Ya había empezado con Peter Handke…

Viene de lejos. Desde niño paseé mucho con mi padre, por la ciudad y por la montaña. De adolescente lector descubrí el azar y las derivas surrealistas, la figura del ‘flâneur’, Baudelaire, Walter Benjamin y muchos otros. El mejor modo de poner en práctica tales lecturas era lanzarme al callejeo por mi propia ciudad. Así fue y así sigue siendo. Paseo y observo, como suelo insistir.

¿Sabe el ensayista y poeta y artista que es usted lo que anda buscando? ¿Tal vez un tratado del caminante sensible, con una aguda percepción de la vida y del paisaje?

Prefiero pensar que sale para encontrar, sin más, sin un plan previo. Quien pasea, trabaja y encuentra. Pero eso sí, como dice, con sensibilidad, con los sentidos bien abiertos, con una mirada entrenada para el hallazgo y la sorpresa. Los entresijos de lo real están al alcance de todos, pero hay que saber verlos, descubrirlos en lo más pequeño, en lo mínimo, en lo que parece ínfimo. A la larga, lectura y paseos terminarán por conformar ese tratado del caminante, esa guía para saber perderse, pues perderse es tan esencial o más que saber guiarse.

¿Por qué es Torrero una «estación mental»?

Retomé de alguna manera una expresión de Vila-Matas que habla del otoño como «estación mental», pero jugando con la idea de estación como lugar de partida o destino. Y un lugar mental, porque el Torrero del que hablo no es un lugar geográfico preciso sino que es el barrio que se ha forjado no sólo a través de mis paseos, sino, y sobre todo, con la memoria y la lectura, una memoria, por cierto, nada nostálgica sino activa: el presente, lo que haya ahora me interesa tanto como lo que fue o hubo hace tiempo, o tanto como lo que se escribió sobre ello.

¿Qué ha encontrado en la exploración de otros paseantes?

En la lectura buscamos guías, referentes. En los autores que caminan, y que lo escriben, busco complicidades. Pasear debe ser un acto, como el escribir, de soledad. Pero en esa soledad, hay autores que pueden llevarte de la mano, que pueden enseñarte a no caminar como todo el mundo. Caminar, dicen, es un acto revolucionario. El que camina no participa de lo habitual, se pierde, deriva, se deja arrastrar. Todo ello lo he encontrado en esos autores-paseantes.

"El Torrero del que hablo no es un lugar geográfico preciso sino que es el barrio que se ha forjado no sólo a través de mis paseos, sino, y sobre todo, con la memoria y la lectura, una memoria, por cierto, nada nostálgica sino activa"

¿Está en su retina, en su corazón y en tus anhelos Robert Walser, por ejemplo?

En la retina, en el corazón y en los anhelos. ‘El paseo’, la obra de Walser, está en el origen de muchas de mis ideas sobre el caminar: pasear como trabajo, detenerse en lo que parece sin importancia, destilar, volver al escritorio con los bolsillos y la cabeza repletos. Walser, siempre.

Y ahora Franz Kafka, ¿lo tenía en mente o quiso rendirle un homenaje en su centenario?

Siempre ha estado ahí, aunque no como caminante. Kafka es de esos autores que te atrapan de joven y a los que ya no puedes abandonar. Con motivo del centenario, Javier Jiménez, director de Fórcola, me propuso hacer algo en torno a su obra. Descubrí que me lo podía llevar a mi terreno, porque Kafka no sólo paseó su Praga natal hasta redondear las esquinas, sino que además sitúa a los suyos, a sus personajes, en un camino constante que, a menudo, no lleva a ningún lado. Era perfecto. Me permitía divagar sobre ello, pasear con él.

¿Qué le debe a Kafka?

Creo que, como a Walser, le debo la atención por el detalle, por lo pequeño, por cada gesto o cada modo de caminar que observo en los demás, por cada recoveco de la ciudad, por las bambalinas ocultas de la realidad. Me inspira ese interés por lo laberíntico, lo improbable y lo indefinido, y, sobre todo, me inspira su interés absoluto por escribir todo eso, por contarlo a los demás, por ponerlo sobre el papel.

¿Cuánto hay ahí de él, de sus obsesiones y de su obra, o es más bien, a partir de sus textos, una creación propia?

En mi idea del ensayo como tentativa he tratado de mezclarlo todo. No me interesaba una voz concreta ni una cronología precisa. Me interesaba que estuviesen tanto él, como sus personajes, sus estudiosos, e incluso mis palabras por debajo de las de todos ellos. En ese sentido, no es un ensayo de tesis, ni mucho menos, pero sí puede llegar a ser el trazado de un itinerario sentimental.

"De Kafka me inspira ese interés por lo laberíntico, lo improbable y lo indefinido, y, sobre todo, me inspira su interés absoluto por escribir todo eso, por contarlo a los demás, por ponerlo sobre el papel"
Franz Kafka es objeto de un libro de paseos y meditaciones de Ortiz Albero, con numerosos ecos de sus cuentos y de sus novelas y de sus diarios.
Franz Kafka es objeto de un libro de paseos y meditaciones de Ortiz Albero, con numerosos ecos de sus cuentos y de sus novelas y de sus diarios.
A. C./Heraldo.

«No hay camino» escribe Kafka. ¿Para Ortiz Albero hay muchos caminos, vericuetos, atajos?

Hay tantos caminos como paseantes y como paseos. El de hoy no será igual que el de ayer ni que el de mañana. El mío no será nunca el mismo que el de otro caminante. Los vericuetos saltan a cada paso, los atajos se abren imprevisibles. El camino es, como dices, invención y pensamiento. E incluso no habiendo camino, a la manera de Kafka, lo hay. En su ausencia, se abren líneas de deseo interminables.

Dénos unos apuntes de sus diarios, de sus cuentos, de sus novelas… ¿Es Kafka un buscador o es alguien que encuentra todo el tiempo: emociones, paradojas, o solo es un caminante que «busca un posible retorno»?

No creo que busque el retorno. Es más que probable que lo considere imposible, que ni siquiera le preocupe. Anda porque está en camino, pero si pudiera no andaría. La clave es que no le queda otra que continuar ese complejo trayecto, sea por las calles o encerrado en la propia habitación. Lo que pueda aparecer con cada paso bienvenido sea. Él todo lo observa, y de esa observación minuciosa proceden las emociones y también las paradojas. Así lo anota en sus diarios y así lo traslada a todos sus textos.

¿Es, en el fondo, Miguel Ángel Ortiz Albero un escritor experimental que sale en busca de su lector?

Lo soy. Y espero que así siga siendo en adelante.

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