LETRAS ARAGONESAS. ARTES & lETRAS

Marta Borraz recrea la dolorosa historia de su familia en un tratado de la crueldad injusta

La narradora oscense debuta en la ficción a lo grande con una novela redonda: 'Años de vida' (Xordica)

Marta Borraz ha utilizado los papeles familiares, libros de historia y memoria oral para componer su espléndida novela.
Marta Borraz ha utilizado los papeles familiares, libros de historia y memoria oral para componer su espléndida novela: 'Años de vida'.
Archivo Xordica.

Qué puede llevar a un hombre a alistarse en la columna de la que forman parte los anarquistas que acaban de matar a su padre? Alquézar, 13 de agosto de 1936. Alfonso Borraz, estudiante de último curso de medicina en la universidad de Zaragoza, se une voluntariamente a los milicianos que han llegado al pueblo con intención de liquidar a los hombres de derechas de la villa. Se marchan sin haber acabado con nadie, pero se les ha unido un nuevo camarada. Él aún no sabe que mientras tanto, a pocos kilómetros, su padre, el farmacéutico de Casbas, acaba de morir a manos de gente como la que él ha decidido acompañar.

Los acontecimientos de aquel día constituyen el eje sobre el que gira la novela de Marta Borraz (Huesca, 1981). La autora, biznieta del boticario asesinado y nieta del estudiante que se alistó en la columna anarquista, ha usado los papeles guardados en la casa familiar, los recuerdos de sus parientes y de algunos vecinos de los pueblos del Somontano oscense, así como abundante bibliografía, para armar una obra trepidante, esclarecedora y estremecedora, perfectamente documentada, ágil y muy bien escrita.

Dos narradores con voz propia

El relato está narrado en primera persona, pero no con uno sino con dos narradores: es el propio Alfonso Borraz, el estudiante que sirve como médico en los hospitales donde son atendidos los milicianos, quien cuenta sus peripecias a lo largo de unos años dominados por la obsesión de dar con quienes mataron a su padre para acabar con ellos. La otra voz la pone Mercedes, una tía suya, monja en el monasterio del pueblo donde mataron al padre, un ser inteligente y delicado que todo lo observa para describirlo con admirable prudencia y con sorprendente ecuanimidad.

La voz de un hombre joven, apuesto, fuerte y dominado por el deseo de venganza que se mueve de aquí para allá entre frentes y hospitales contrasta vivamente con la de una mujer muy pequeña, anormalmente pequeña, débil, encerrada siempre entre las paredes de su casa o del monasterio, que se sabe inteligente, sensible y diferente cuando plasma sus vivencias, sus observaciones y sus ideas en el papel. En el contraste entre los dos personajes y sus testimonios se encuentra uno de los mayores aciertos de este libro, que tiene muchos.

El mundo del que proceden los protagonistas es el de las buenas casas de los pueblos situados en los amables paisajes agrarios del Somontano o entre los extensos trigales de Los Monegros, familias que poseían la propiedad de la tierra y que podían enviar a sus hijos a la universidad y comprar para las hijas pianos que tocaban en salones bien amueblados, gente conocedora de su posición social privilegiada y perpetuada durante siglos mediante enlaces de sus vástagos con los de casas parecidas. Estas eran las casas a las que en el verano de 1936 llamaban los milicianos anarquistas que iban de pueblo en pueblo con un fusil en el hombro, con una lista en la mano y con un camión al que hacían subir a quienes por ser ricos se les había acabado su tiempo. Todo esto lo conocemos hace años, los historiadores lo han publicado.

Miradas nuevas

Pero la novela de Marta Borraz nos aporta miradas nuevas. Es el relato detallado de cómo sucedieron las cosas en una familia concreta. Aquí, al que hacen subir al camión para llevarlo a la muerte no es solo uno que van a matar, es alguien del que conocemos perfectamente su vida y la de su familia, sabemos qué estaba haciendo en el momento en el que entraron en su botica los asesinos para pedirle que los acompañara, podemos imaginar gracias al relato los rostros de la gente del pueblo, sus vecinos reunidos en la plaza para verlo partir, aquellos buenos hombres y aquellas buenas mujeres a quienes había aliviado los dolores con sus medicinas, los que no apretaron el gatillo pero tampoco alzaron la voz para impedir que otros lo hicieran.

El ritmo con el que se alternan las montañas y los valles, como el de los testimonios del joven impetuoso y de la monja diminuta, hacen muy atractivo el camino del libro y lo conducen a un final impresionante, inesperado. El resultado: una obra redonda.

El hijo de aquel hombre va a trabajar en los hospitales curando a los compañeros de los que se llevaron a su padre, quizá, incluso al que disparó. Y este joven médico deberá responder ante los tribunales de los vencedores, al acabar la Guerra, por haber realizado su trabajo en los hospitales de los vencidos. Ha sufrido la crueldad injusta de unos y debe soportar también la de los otros. Esta dualidad, estas contradicciones dotan a la novela de un punto de vista complejo, alejado de supremacismos morales, limpiamente descriptivo, hondamente humano.

La novela no transcurre solo por las cumbres emocionales de las sierras de la violencia, la acción y los peligros, sino que, como la vida, alterna las cimas trepidantes con los valles suaves de los días tranquilos, del amor, de la música, de la buena mesa o de las fiestas galantes. El ritmo con el que se alternan las montañas y los valles, como el de los testimonios del joven impetuoso y de la monja diminuta, hacen muy atractivo el camino del libro y lo conducen a un final impresionante, inesperado. El resultado: una obra redonda.

LETRAS ARAGONESAS

'Años de vida'. Marta Borraz, Editorial Xordica. Zaragoza, 2024. 352 páginas.

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