Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El fotógrafo turolense que retrata la noche con pinceladas de luz

Con su cámara y un trípode, a veces con el toque de una linterna, Juan Carlos Peguero retrata las luces de la noche y lo que el ojo no ve.

Juan Carlos Peguero, natural de Ariño, se ha especializado en retratar paisajes nocturnos donde capta lo que el ojo no ve

Imagen tomada desde el mirador de la sima de San Pedro en Oliete (Teruel), centro galáctico de la Vía Láctea junto a la nebulosa Ro de Ofiuco y con Antares a la derecha.
Juan Carlos Peguero

“Vivimos en un mundo acelerado, donde nos bombardean con infinidad de imágenes a diario, y conseguir que un espectador invierta dos segundos más mirando una foto tuya", ya es considerado un logro por Juan Carlos Peguero. Juega con la composición, la luz, el color, de modo que, "al igual que leemos un libro, podamos dirigir la mirada del espectador por la fotografía contando una historia o evocando un sentimiento". 

En sus impactantes fotografías de cielos nocturnos con objetos celestes que no podemos ver a simple vista plantados allí en medio, hay quien piensa que hay truco, que está pintado, pero no. "A través de la larga exposición –explica–, somos capaces de aumentar la sensibilidad de la cámara, obteniendo imágenes que no podemos percibir con nuestro ojo". 

En otras de las obras de este autodidacta, una simple linterna le sirve para aportar pinceladas de luz a una escena que se transforma por completo y parece flotar a medio camino entre la noche y el día. 

Y gracias a la baja contaminación lumínica que tiene en su pueblo, Ariño, la mayoría de sus fotos de espacio profundo –los primeros planos del cosmos-, están tomadas, con telescopio, desde la terraza de su casa. "Es una ventaja poder atender mi hobby y mi familia –dice–, aunque mi mujer ya me dice que paso más tiempo en la terraza que en el salón".

«No soy astrónomo, pero con cada imagen, con cada cachito de cielo que fotografío, aprendo un poquito más de astronomía»

Peguero no es astrónomo, "pero con cada imagen, con cada cachito de cielo que fotografío aprendo un poquito más de astronomía". Hijo y nieto de mineros, es ingeniero técnico de Telecomunicaciones y ha trabajado hasta su reciente prejubilación en las minas a cielo abierto de carbón de Samca. Su afición por la fotografía nació en 2016, a la par que su primera hija. "Decidí retratar su vida, así que me compré un equipo de fotografía y, con el afán de hacerle las mejores fotos posibles, me fui formando de forma autodidacta a través de internet, con los vídeos del maestro José Benito y en algún taller".

Dejar de ser jefe de taller y mantenimiento de los camiones, excavadoras y maquinaria de la mina le ha regalado el poder disponer de más tiempo para disfrutar de su familia y de su afición por la fotografía. Hoy es monitor Starlight y preside la asociación cultural Caelum, dedicada al astroturismo y la fotografía.

"A través de la fotografía nocturna, me atrajo la posibilidad de mostrar aquello que a simple vista no somos capaces de ver con nuestros ojos"

Del suelo al cielo

De trabajar mirando a la tierra en busca de carbón, pasó a dirigir sus ojos al cielo. Lo que más llamó su atención fue, a través de la fotografía nocturna, "la posibilidad de mostrar aquello que a simple vista no somos capaces de ver con nuestros ojos". Fue en 2019, en un viaje al pico del Buitre, en Javalambre, con su amigo Luis Pitarque, cuando "al visitar el Cefca quedé prendado de las imágenes que captaban allí y me propuse poder hacer, de un modo u otro, algo parecido con mi cámara".

Enamorado para siempre del cielo estrellado, a su regreso del Centro de Estudios de Física del Cosmos de Aragón (Cefca), en una visita al monasterio del Olivar, en Estercuel, "conocí a fray Fernando Ruiz, un fraile mercedario que es un apasionado del cielo (en todas sus expresiones) y que empezaba entonces a moverse por los pueblos dando charlas de observación de estrellas. La gente quedaba fascinaba por las historias que giran alrededor del cielo y yo fui uno más. Me empecé a interesar y, con cada fotografía que hacía de una porción de cielo, sentía la necesidad de aprender un poco más sobre ese trocito".

Juan Carlos Peguero, natural de Ariño, se ha especializado en retratar paisajes nocturnos donde capta lo que el ojo no ve.
Juan Carlos Peguero se autorretrata con su telescopio. Natural de Ariño, se ha especializado en retratar paisajes nocturnos donde capta lo que el ojo no ve.
Juan Carlos Peguero
"Para bien o para mal, la despoblación y poca industrialización va ligada a disponer de unos cielos fabulosos en Teruel"

Fuera de la provincia de Teruel, ha probado los cielos del Pirineo aragonés, Cuenca, Soria, Lanzarote, Islandia, buscando las auroras boreales..., pero, aunque le consta que hay buenos cielos fuera de la provincia de Teruel y fuera de España que también le gustaría probar, "los que más conozco sin duda y los que me apasionan son los de Teruel, no solo por el cielo, sino también por lo que hay debajo de él, que me ayuda a componer mis fotografías". Especialmente en la comarca Andorra-Sierra de Arcos, donde vive, aunque también "los cielos de la comarca Cuencas Mineras me encantan, son espectaculares, la comarca del Bajo Martín, la del Maestrazgo, Matarraña, la de Gúdar-Javalambre, Albarracín… son otros destinos que sin duda merecen la pena –destaca–. Para bien o para mal, la despoblación y poca industrialización va ligada a disponer de unos cielos fabulosos".

Juan Carlos Peguero, natural de Ariño, se ha especializado en retratar paisajes nocturnos donde capta lo que el ojo no ve
Conjunto de las Pléyades o Siete hermanas, desde una zona conocida como Cantalobos, próxima a Montalbán
Juan Carlos Peguero

Noches encendidas

En algunos de sus paisajes nocturnos parece hacerse mágicamente de día. La clave es el tiempo de exposición y comprender el funcionamiento del ojo humano y el comportamiento de la luz. Comienza por el principio: "El ojo capta la luz en una centésima de segundo y la manda a procesar a nuestro cerebro, obteniendo las imágenes que componen la visión continua. Si yo, con mi cámara, hago una fotografía de 30 segundos de duración, dejo el obturador abierto y el sensor de la cámara empieza a captar luz y empieza a sumar, obteniendo una sensibilidad 3.000 veces mayor a la del ojo humano, y se me abre un mundo. Seré capaz de captar muchísima más luz, transformando en algunas ocasiones esos paisajes que envuelve la noche en paisajes diurnos". 

«Hay fotos que llevan más trabajo que un cuadro, tengo fotos de más de 28 horas de exposición y a eso luego hay que añadir el trabajo de revelado»

Así logra también que se vea lo invisible –‘Fotografía de lo invisible: un universo lleno de color’ se titula la exposición que puede visitarse estos días en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza–. "La sensibilidad es mucho mayor que lo que veo con mis ojos, por eso hay imágenes de fotografía nocturna que las ves y dices: ‘esto está pintado’, pero no, eso está ahí; yo no pinto, es lo que sale, con un proceso de revelado complejo, pero no hay nada inventado". 

Reconoce que se ha metido "en un terreno donde hay fotos que llevan más trabajo que un cuadro, tengo fotos de más de 28 horas de exposición y a eso luego hay que añadir el trabajo de revelado". 

Las nubes son sus aliadas, ya que, "cuando son altas, apantallan la luz de estrellas más brillantes y hacen que se marquen las constelaciones en mis fotografías y la imagen gana". Por el contrario, si el cielo está despejado, lo que se ve son muchos pequeños puntos.

Juan Carlos Peguero, natural de Ariño, se ha especializado en retratar paisajes nocturnos donde capta lo que el ojo no ve
La luz de una linterna ilumina parte de la escena en una toma protagonizada por la Vía Láctea, en lo más alto, y el torreón del poblado Íbero de San Pedro en Oliete, a ras de suelo
Juan Carlos Peguero

Pintar con luz

Meticulosamente aplicado, un efecto tan sencillo como iluminar con una linterna da unos resultados asombrosos. Peguero es consciente de que, "a la hora de realizar una fotografía nocturna, iluminar una escena correctamente es de vital importancia, ya que puede marcar la diferencia entre una buena foto y una mediocre". 

Primero, hay que evaluar la luz natural de la escena para ajustar los parámetros de la cámara; los tiempos de exposición de una fotografía nocturna suelen ser de varios segundos y en algún caso hasta de minutos, "durante ese intervalo que dura la toma, el fotógrafo puede aportar pinceladas de luz con la linterna para colorear la escena, moviéndote por ella, como si estuvieras pintando un cuadro, todo perfectamente sincronizado, como si fuera una coreografía". 

Si uno se mueve con ropa oscura por la escena, no sale en la foto, "lo que te permite aportar luz y color a aquella parte de la escena que lo requiere". Con precaución, pues "la noche es traicionera –advierte–. Lo más importante para hacer una buena foto nocturna es no caerte". 

Juan Carlos Peguero, natural de Ariño, se ha especializado en retratar paisajes nocturnos donde capta lo que el ojo no ve
La Vía Láctea sobre la térmica de Andorra en mayo de 2022, dos días antes de su demolición
Juan Carlos Peguero

El trabajo de planificación siempre se hace de día. Luego, robando horas al sueño y, a veces, con algún cómplice, hay que ir a por la foto. Incluso ha logrado que se apagaran por completo las luces de un pueblo para tomar una. Y en mayo de 2022, dos días antes de su demolición, se despidió de la térmica de Andorra tomando una imagen histórica, cuando la Vía Láctea las miraba por penúltima vez.

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