letras francesas. ocio y cultura

Bernard Minier: "Los crímenes extravagantes son la parte más imaginativa de mis novelas"

El escritor francés de novela negra y 'thriller', descendiente de madre grausina, presentó en Zaragoza dos de sus novelas: 'Lucía' y 'El valle'

Bernard Minier en el Instituto Francés de Zaragoza, donde conversó con Juan Bolea sobre su obra y dos de sus últimas novelas publicadas en España: 'Julia' y 'El valle'.
Bernard Minier en el Instituto Francés de Zaragoza, donde conversó con Juan Bolea sobre su obra y dos de sus últimas novelas publicadas en España: 'Julia' y 'El valle'.
Francisco Jiménez.

«No sabría decirle qué le debo a España. Mi madre nació en una pequeña aldea de Graus (Huesca), Bafaluy, en 1921 y llegó a Francia con mi abuela hacia 1929: escapaban de la pobreza. Mi madre, en realidad, quería ser francesa. En casa yo no oí hablar castellano. Lo aprendí luego. Yo venía a Graus a pasar los veranos con mis primos y también estuve mucho en Barcelona. Tengo maravillosos recuerdos. Por ejemplo, antes de la muerte de Franco todo el mundo hablaba de política y luego, desde la llegada de la democracia, mucho más. Eso, me parece a mí, se acabó cuando el PSOE llegó al poder. España me ha interesado mucho, claro, como se ve en mis libros. Viví la experiencia de la Movida pero no en Madrid, sino en otros lugares», dice Bernard Minier (Béziers, Francia, 1960), que presentaba ayer en el Instituto Francés de Zaragoza, en diálogo con Juan Bolea, su novela ‘El valle’ (Salamandra, 2023. Traducción de Dolors Gallart), donde cuenta una historia de crímenes en serie y de personajes malvados, «que ocultan una personalidad oscura, un poco siniestra, y que viven en un mundo dominado por el mal», dice, y recuerda que su personaje central, Martin Servaz, ha ido creciendo y cambiando como él.

A la vez, meses atrás, el sello Salamandra publicaba ‘Lucía’ (Salamandra, 2023), centrada en la joven teniente de la Guardia Civil Lucía Guerrero, que debe resolver un crimen atroz que tiene conexiones con Graus, Salamanca y Segovia.

«Conozco muchos escritores españoles. Manuel Vázquez Montalbán es un maestro, pero también conozco a Víctor del Árbol, Andreu Martín, Carlos Zanón o Eduardo Mendoza. Tengo muchas referencias españolas, Javier Marías, que es fantástico, Antonio Muñoz Molina, etc. De todos ellos y de otros contemporáneos aprendí algo que intento practicar: no estoy aquí para aburrir al lector. Admiro a muchos escritores, como se puede imaginar, pero hablaría de dos especialmente: Jo Nesbo, que es soberbio, alguien que practica a las mil maravillas algo que yo también ansío y busco; hace novela negra, de época, de denuncia y de personajes, y a la vez domina el arte del ‘thriller’, que es una exaltación de la historia a través de la intriga. Aunque si tuviese que decir un título citaría ‘Earthly Powers’ (‘Poderes terrenales’. El Aleph) del hoy olvidado Anthony Burgess, una novela total que me habría encantado escribir o que es una de mis favoritas y tengo una cuantas», dice Minier.

"Nabokov decía que toda ficción es creación de un mundo nuevo. Y no solo es contar una historia, no es solo narrar un crimen o una investigación, es realmente crear un universo alrededor de este crimen, de esta historia. Para mí lo más importante de todo son los personajes. Hay que cuidarlos"

No sé si es usted lector de prensa o de manuales de criminología. ¿De dónde surgen sus crímenes, tan sofisticados?

Los crímenes son probablemente la parte más rocambolesca de mi obra. Son casi pura imaginación. Mis crímenes extravagantes, creo que es el adjetivo adecuado, son la parte más imaginativa de mis novelas. Todo el resto está muy documentado, cuidado, hago un trabajo de campo no de periodista, pero casi, antes de escribir… Hablo de guardias civiles españoles en el caso de Lucía o gendarmes franceses en el caso de Martin Servaz.

Eso nos lleva a pensar que en ‘Lucía’ o en ‘El valle’ ha recorrido España y el sur de Francia.

Voy siempre a los lugares que describo, donde suceden las acciones, intento entender cómo funciona la gente. Hago un trabajo de escenarios y de personajes...

¿Siempre?

Siempre, siempre. Soy una esponja. Voy al lugar, absorbo todo lo que puedo absorber, y después se tuerce la esponja para ver que clase de jugo sale de aquí.

Ha dicho usted que de joven quería ser Nabokov o Bernhard y hacer acopio de detalles como ellos. Le salió otra cosa, pero tiene una obsesión por los detalles.

Esta afición por el detalle es una peculiaridad. Los críticos insisten en ello y también algunos lectores, dicho sea con modestia sincera. Hay muchos detalles en mis novelas, tal vez demasiados, no sé. Ya que ha hablado de Nabokov, él decía que toda ficción es creación de un mundo nuevo. Y no solo es contar una historia, no es solo narrar un crimen o una investigación, es realmente crear un universo alrededor de este crimen, de esta historia. Para mí lo más importante de todo son los personajes. Hay que cuidarlos.

¿Está seguro?

No estamos en la época de Balzac: él necesitaba tres páginas para describir un cuarto. Es imposible entrar en ese cuarto y en su propia imaginación. Una acción, un personaje o una atmósfera empiezan en el cerebro del escritor pero acaban en el cerebro del lector. Nunca lo pierdo de vista.

Llama la atención la cantidad de revelaciones que hace de sus criaturas. Todos los personajes tienen una vida oculta y casi siempre con ángulos perturbadores.

La novela negra es un proceso de revelación de la verdad. Al mismo tiempo que adelanta la investigación, también adelantamos en el descubrimiento de la realidad. Hay que cuidar meticulosamente la forma en que vamos a transmitir la información al lector. Es una de las reglas del género. Mi personaje evoluciona como yo he evolucionado en la vida como ser humano y como escritor. Y eso es algo que me interesa mucho.

"No soy filósofo, pero me interesa ser coherente y de alguna manera eso anda por ahí siempre. Esta novela, metafóricamente, cuenta la Francia que vivió la pandemia y la de los ‘chalecos amarillos’"

Por cierto, son muy sugerentes esas pequeñas historias, casi microcuentos, que ofrece de amor y destellos eróticos...

Escribir de amor y sexo es muy complicado. Admiro mucho a los autores que saben hacerlo sin hacer el ridículo o con convicción. Cuando lo haces piensa un poco en ti mismo, en experiencias sutiles o importantes y te transportas. 

Usted tiene un ‘mantra’ o una idea casi obsesiva: «El mundo está mal hecho», parece decir.

No soy filósofo, pero me interesa ser coherente y de alguna manera eso anda por ahí siempre. Esta novela, metafóricamente, cuenta la Francia que vivió la pandemia y la de los ‘chalecos amarillos’. Me preocupa el mal y ese un tema sobre el que medito todo el tiempo. Y me preguntó por qué se da el mal, para qué sirve, cómo nos condiciona.

A veces usted cuestiona la figura de Dios.

Desde luego. Yo soy agnóstico. Soy un poco cobarde, pero desde luego me cuesta aceptar que exista un Dios que permite todo lo sucede en el mundo. Sobre eso he debatido hasta con filósofos cristianos. Y algunos de ellos tampoco lo entienden.

¿Y esa pasión suya por hablar de asesinos en serie, tan refinados: saben de arte y música, leen...?

Todo ello es el telón de fondo. Yo quiero que la gente que lea mis libros disfrute. Escribo para todos los públicos y a la vez con estos detalles lo que hago es suscitar en el lector afición por el arte, por libros, por la música de Mahler...

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión