Voces de audibilidad diáfana
Pedía más arco. El gesto del director exigía toda la solidez que esa potente sección de cuerda de cincuenta músicos fuera capaz de producir. Al timón de su ADDA-Sinfónica Alicante, Josep Vicent navegó con pulso musical firme los pasajes inefables del primer movimiento de la ‘Sinfonía nº 9’, de Beethoven, en un prometedor principio en el ya se atisbaba una singladura nada común. Así la orquesta del Auditorio de la Diputación de Alicante continuó ofreciendo un sonido puro y bien matizado. Luego, en el ‘scherzo’ fueron expandiendo la sonoridad con efecto vivaz de la cuerda en saltillo –rebotando los arcos sobre las cuerdas– bajo la dirección de un Vicent que manejó el tempo creativamente pero sin caer en autoconcesiones. El conjunto logró una audibilidad diáfana de todas las voces instrumentales. Una virtud que resultó especialmente apreciable en los pasajes de contrapunto. Generalmente, correctas las trompas, cuya líder brilló en su liderazgo melódico en el ‘adagio molto e cantabile’. Un movimiento, el más mutante de esta sinfonía, donde ese lamento de violas y segundos violines sonó lírico hasta la médula.
Y con el movimiento coral, llegó la apoteosis. Contrabajos y cellos desplegaron toda la sonoridad del registro grave de la cuerda, requerida en los primeros compases. La popular ‘Oda a la alegría’, del poeta F. Schiller, sonó vibrante en las voces del cuarteto solista: el barítono José Antonio Lopez, de voz dramática y línea de canto firme; la soprano Erika Grimaldi, de gran poderío vocal; y las voces versátiles de la mezzo Teresa Iervolino y el tenor Airam Hernández. Voces arropadas por el Orfeón Donostiarra, que realizó una exhibición de canto coral de primera magnitud tanto en esta obra como en ‘Cant espiritual’, de X. Monsalvatge, que había abierto brillantemente el programa.