HISTORIA. HERALDO DOMINGO

La huella del aragonés Ángel Sanz Briz en Budapest: un paseo con Erzsébet Dobos

La escritora y profesora húngara, autora de 'Salvados' y 'Protegidos por España', trabaja sobre el 'Schindler zaragozano' desde 2006

La historiadora y profesora (de español, portugués y ruso) Erzsébet Dobos ante la placa de la Embajada Española en Budapest.
La historiadora y profesora (de español, portugués y ruso) Erzsébet Dobos ante la placa de la Embajada Española en Budapest.
A. C./Heraldo.

"Yo no soy judía, pero siento que tengo un doble compromiso: con el pueblo judío y con todos aquellos que fueron deportados, más de 400.000 personas, por el propio Gobierno húngaro a los campos de concentración en apenas seis semanas, y con Ángel Sanz Briz, que fue un funcionario ejemplar, inteligente y decisivo; amparándose en una ley de Primo de Rivera sobre los judíos sefardíes fue capaz de salvar la vida de más de 5.200 personas judías en 1944. Me conmueve su historia, fue un benefactor de la humanidad, es lógico que le llamen ‘el ángel de Budapest’, pero para mí fue más allá. Y mientras viva seguiré contando la historia de los supervivientes», dice en el hotel Ambassador de Budapest la escritora e historiadora Erzsébet Dobos (Budapest, 1951), justo frente a la Embajada de España en la capital, no muy lejos del río Danubio y del barrio judío donde el diplomático zaragozano que estudió en Escuelas Pías alquiló ocho casas de la burguesía «para acoger a los judíos, con o sin vínculos con los españoles sefardíes, darles de comer modestamente y alejarlos del destino más trágico». El decreto firmado por Miguel Primo de Rivera en 1924 permitía conceder la nacionalidad española a todo aquel que demostrase pertenecer al Sefarad o ser descendiente de los judíos expulsados en España en 1492; con todo, aquella ley había expirado en 1931, pero los nazis lo desconocían y Ángel Sanz Briz, «osado y valiente, la usó. España era neutral en el conflicto de la II Guerra Mundial y Sanz Briz era respetado».

En una de esas calles, muy cerca de la estatua de la emperatriz Sissí y en la calle del restaurante Spinoza, que tiene aroma de café literario y ambiente musical, con piano incluido, se ha pintado un gran mural dedicado al encargado de la Legación española, adonde había llegado con 34 años procedente de El Cairo.

Erzsébet es una hispanista con varios libros publicados, entre ellos ‘Protegidos por España’ (Certeza/IFC. Zaragoza, 2022), está jubilada pero sigue dando clases de español allí donde se lo piden: en la Budapet Bussines School o en el Instituto Cervantes que dirige Javier Valdivieso, donde coordina ciclos de cine. También es profesora de ruso y de portugués. Ha estado varias veces en España y recuerda que su país ha tenido una importante tradición de hispanistas. «Siempre me han interesado mucho la cultura y la lengua españolas. Puedo escribir en español, y lo hago y lo hice. Recuerdo, de mis años universitarios, algunas visitas de intelectuales y escritores españoles. Pienso en Francisco López Estrada, filólogo, crítico literario y medievalista».

El Puente de las Cadenas sobre el Danubio, que se convirtió en 1944 en una auténtica fosa acuática de aguas heladas.
El puente de las Cadenas sobre el Danubio, que se convirtió en 1944 en una auténtica fosa acuática de aguas heladas.
A. C./Heraldo.

Luego la acogió en su familia y visitaron algunos lugares de España en los años 70. Una de sus primeras pasiones fue Federico García Lorca. «¡Cómo no! Es una gran figura y un gran poeta. Estuve en Cuba en 1973 y decidí hacer un trabajo sobre su estancia en La Habana y los poemas que incluye en ‘Poeta en Nueva York’. No se conocían muchas cosas y tuve la inmensa fortuna de hablar con escritores como José Lezama Lima, Cintio Vitier y su mujer Fina García Marruz, la premio Cervantes Dulce María Loynaz, muy querida, Roberto Fernández Retamar, Nicolás Guillén, y Antonio Quevedo. Todos salvo Guillén me permitieron grabarles en un magnetófono».

"Me conmueve su historia, fue un benefactor de la humanidad, es lógico que le llamen ‘el ángel de Budapest’, pero para mí fue más allá. Y mientras viva seguiré contando la historia de los supervivientes", dice Srzsébet Dobos sobre el llamado 'Schindler aragonés'

De aquellos diálogos salió un libro: ‘Conversaciones en La Habana. El episodio cubano de Federico García Lorca’ (Edición de la autora de 200 ejemplares. 2000). «Entonces no se sabía que Lorca fue allí muy feliz, que le estremeció el ambiente de la isla, que dio conferencias, que cantó y tocó el piano, que se maravilló con la felicidad y la sensualidad de la isla, y que recuperó la alegría que había perdido tras las críticas de Luis Buñuel y Salvador al ‘Romancero gitano’ y la ruptura con su amante Emilio Aladrén», señala. Recuerda que cedió aquellas cintas a la Fundación García Lorca en 1986.

HISTORIA DE UNA OBSESIÓN. La pasión del hispanismo había prendido en ella, y la alternaría con sus clases y con el interés por el estudio de su país. También estuvo tres años de profesora en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). «Sí. Un día recibí una llamada de una amiga investigadora desde Los Ángeles. En 2005, me dijo que iba a venir a Budapest para hacer un trabajo sobre los supervivientes de la II Guerra Mundial y de los campos de exterminio. Me pareció muy interesante y la acogí en mi casa». Fue una auténtica anfitriona que le ayudó a conocer todo lo que había en la biblioteca de la Universidad de Budapest y un centro de interpretación del Holocausto. «Le presenté a algunos especialistas del tema como Laszlo Harsai e Iván Harsányi, que era descendiente de los supervivientes. Pasaba el tiempo y vi que no hacía nada, y en 2006 decidí yo misma embarcarme en la investigación y el rescate de aquella historia tan conmovedora, y publiqué un libro en húngaro en 2010 sobre ese tema», recuerda. En el centro de sus pesquisas, estaba Ángel Sanz Briz (Zaragoza, 1910-Madrid, 1980), cuya historia había quedado sepultada.

El mural dedicado por Okupa San Miguel en una casa del barrio judío, donde están algunas de las viviendas protegidas por Sanz Briz en 1994.
El mural dedicado por Okupa San Miguel en una casa del barrio judío, donde están algunas de las viviendas protegidas por Sanz Briz en 1994.
A. C./Heraldo.

EL ÁNGEL DE BUDAPEST. «No he sido la primera en detenerme en él, eso no, habían escrito otros, pero me empezó a interesar mucho». En 2005, en Temas de Hoy Diego Carcedo había publicado ‘Un español ante el Holocausto’ (Temas de Hoy) y en 2013 Arcadi Espada ofrecería una versión algo menos amable del zaragozano en ‘En nombre de Franco. Los héroes de la embajada de España en el Budapest nazi’ (Espasa Calpe, 2013). El escritor y periodista, biógrafo del Ebro, autor de diarios y memorialista, se puso en contacto con ella. «No sé cómo fue pero sabía que yo había publicado un libro en húngaro con testimonios de supervivientes. Hablamos por teléfono en varias ocasiones. Me pedía cosas, documentos, cartas, testimonios, y colaboré todo lo que pude con él. Arcadi Espada me pareció un gran investigador, minucioso y brillante, con ideas propias, y dio voz a muchas personas de la embajada. No estamos de acuerdo en todo, y lo hablamos con cortesía, pero me parece una persona admirable. Presentamos el libro aquí en la embajada en Budapest», recuerda Erzsébet Dobos, que ya estaba completamente inmersa en las investigaciones que cristalizarán, en primer lugar, en el volumen ‘Salvados. Documentos y memorias sobre la protección española en Budapest durante el Holocausto’ (Globobook, 2015), que contó con la revisión textual de un historiador y amigo capital en su formación: Iván Harsányi.

"Los judíos ocupaban las pisos de abajo: había muchos, dormían en el suelo, en las mesas, los niños en las bañeras, donde se podía. Sanz Briz logró que les diesen algo de comida. A la inmensa mayoría de las personas, como recuerdan Jaime Vándor y su hermano, no las conocía".

El volumen lleva una curiosa dedicatoria: «A la memoria de Jaime Vándor», y recoge en la contraportada una cita del Talmud: «Quien salva una vida, salva a toda la humanidad», que en cierto modo considera que retrata a la perfección a Sanz Briz, al que le dedica varios capítulos y algunos testimonios.

Uno de ellos es el del propio Jaime Vándor que se salvó gracias al diplomático español con sus hermanos Enrique y Ana. Vándor dice en el libro que «el gran mérito de Sanz Briz es que, después de Carl Lutz y Raoul Wallenberg, también él empezó a expedir cartas de protección. Como había menos cartas españolas que suecas y suizas, valían más. La Legación de España alquilaba casas para sus protegidos, entre los protegidos estábamos nosotros también. Y todo eso lo hacía por su propia iniciativa, sin recibir órdenes de su gobierno», escribe. Jaime Vándor también cita a otro personaje clave: Giorgio Perlasca, que era su colaborador más directo y luego -cuando el aragonés fue trasladado a Berna- sería su continuador sin revelar que, en realidad, nadie lo había nombrado. «Se aprovechó de varias cosas: de la buena relación que tenía Sanz Briz con los alemanes y de que había estado con él en muchas negociaciones y visitas. Para mí también es un hombre admirable».

El cuidado restaurante Spinoza en pleno barrio judío. Está lleno de referencias artísticas y musicales, unos metros más adelante del mural de Sanz Briz.
El cuidado restaurante Spinoza en pleno barrio judío. Está lleno de referencias artísticas y musicales, unos metros más adelante del mural de Sanz Briz.
A. C./Heraldo.

Jaime Vándor recuerda que el diplomático zaragozano «expidió más de 1.900 documentos y dejó todo organizado para que, a continuación, Giorgio Perlasca pudiera seguir las acciones iniciadas. Lo hecho por Perlasca no disminuye en absoluto los méritos de Sanz Briz, porque sin Sanz Briz, Perlasca no hubiera hecho nada». Ofrece, en sus recuerdos, otro detalle capital: «En la Legación trabajaban día y noche, preparaban los documentos de protección, en total unos 5.200», e informa también que habían alquilado ocho casas, próximas al Danubio, que ahora constituyen también una ruta para visitar en Budapest. Añade Erzsébet: «Los judíos ocupaban las pisos de abajo: había muchos, dormían en el suelo, en las mesas, los niños en las bañeras, donde se podía. Sanz Briz logró que les diesen algo de comida. A la inmensa mayoría de las personas, como recuerdan Jaime Vándor y su hermano, no las conocía».

LA FOSA DEL DANUBIO. El primer trabajo de Erzsébet Dobos, solo en húngaro, empezaba a dar sus frutos. Recibió llamadas de gente que había conocido al funcionario español, que había trabajado en su casa-mansión de Buda, allegados de sus allegados, amigas de sus asistentas, y la información iba incrementándose. Recibió otra llamada: la del realizador zaragozano José Alejandro González Baztán, que preparaba el documental ‘La encrucijada de Sanz Briz’, inspirado en el libro de Diego Carcedo, que se estrenaría en 2011 con el apoyo de Aragón Televisión. «Le ayudé en todo lo que pude, le puse en contacto con supervivientes y estudiosos, y creo que hizo una película estupenda, con mucha información y muchos puntos de vista. Rodó a orillas del Danubio y logró para siempre impresiones y testimonios que estremecen. Me invitaron a acudir a la presentación en Madrid», dice. A la vez también estuvo en Israel, en varios kibutz y en el gran museo del Holocausto, donde al fin se logró que figurase un retrato del aragonés. 

"A Alejandro González Baztán, autor de 'La encrucijada de Sanz Briz', le ayudé en todo lo que pude, le puse en contacto con supervivientes y estudiosos, y creo que hizo una película estupenda, con mucha información y muchos puntos de vista", dice

«En Israel, los supervivientes, y muchos eran niños entonces, me contaron todo tipo de historias. Increíbles. Sobre el horror, la hambruna, la disentería, la locura, la crueldad sobre los ancianos, mujeres y niños. Me hablaron de mujeres que se habían arrojado al vacío ante la desesperación por los envíos a los campos de exterminio. No había compasión alguna -expone, siempre con suavidad, Erzsébet Dobos-. Aquí me gustaría decir que soy crítica con el comportamiento que hubo por parte de los responsables de mi país. Es cierto que Adolf Eichmann, el hombre que concibió los campos de exterminio, vino a Hungría en 1944, pero a los cuatro días el Gobierno ya estaba mandando cientos y miles casi con entusiasmo a los campos de concentración. Y eso me duele profundamente aún ahora». Le contaron los supervivientes las muertes en la fosa acuática del Danubio. «A veces, y esto no es literatura, ataban a dos o tres personas y le disparaban solo a una para ahorrar balas. La otra o las otras se caían al agua helada y fallecían. Impresiona que el Danubio fuese un cementerio de muertes en 1944, sobre todo». Como se ha visto en la ribera, mirando a los puentes y jardines y al castillo de Buda, quedaban sus desvencijados y fantasmales zapatos.

Y frente a todo ese horror, ve «el compromiso humano de Ángel Sanz Briz. No pienso que sea un héroe, no, pero fue alguien sumamente noble, listo y valiente. Es lógico que lo llamen ‘el Schindler español’. Fue capaz de hallar una rendija o una treta para lograr lo que quería: salvar vidas. Y está claro que más de una vez debió jugarse el pellejo». Informa Erzsébet Dobos que está muy presente en Budapest: primero con esa impresionante placa en la Embajada Española, luego con el mural de seis metros de alto por cuatro de ancho, lleno de colorido que realizó el artista madrileño Okupa San Miguel, en la calle Dob (‘Dob utca’) y también la avenida que da a una plaza de las afueras que lleva su nombre, donde se instalado un monolito en su honor. 

«Cuando ese espacio se convierta en bosque será todo más acogedor -matiza-. Ángel Sanz Briz fue un hombre guapo, sumamente atractivo, de mirada sugerente como se ve en las fotografías. Pero además tenía claro que no quería quedarse inmóvil ni indiferente ante el espanto. Fue un funcionario ejemplar, no hizo ostentación de nada. De hecho a Giorgio Perlasca, cuando este le escribió y le dijo que seguía salvando judíos, le respondió: ‘Confórmese con lo que ha podido ayudar a la gente en un momento tan oscuro de la historia y no espere recompensa alguna’. Cuando Franco le dijo que no era conveniente que aceptase el premio de Justo entre las Naciones en 1966, no protestó y no dijo nada a nadie. La gran tarea ya estaba hecha».

Retrato de Erzsébet Dobos, ante la Embajada Española, antes Legación, donde estuvo de diplomático Ángel Sanz Briz, 'el ángel de Budapest' o el 'Schlinder' aragonés
Retrato de Erzsébet Dobos, ante la Embajada Española, antes Legación, donde estuvo de diplomático Ángel Sanz Briz, 'el ángel de Budapest' o el 'Schlinder' aragonés
A. C./Heraldo.
Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión