Violeros zaragozanos, del siglo XV al XXI

Por qué creemos que la forma actual de los violines fue un invento aragonés

Hace seis siglos, Zaragoza era un foco de construcción de instrumentos musicales. El eco de su legado sigue resonando hoy en la Escuela de Violería.

Escuela de Violería de Zaragoza
Instrumentos en construcción en la Escuela de Violería de Zaragoza
Toni Galán

El ir y venir de las herramientas dando forma a la madera marca el ritmo en los bancos de trabajo de la Escuela de Violería de Zaragoza. Sobre ellos, o reposando colgados junto a la pared, todavía callados, lo que aún no son pero serán dos violones, tres violines, dos arpas góticas y dos célticas, una zanfona, cuatro violas da gamba, dos vihuelas de mano y otra de arco, una mandolina, un guitarrico, ocho guitarras... Un laúd de 1710 y una guitarra romántica esperan turno para ser restaurados.

La actual Escuela de Violería está ella sola en la calle de Cantín y Gamboa, pero la Zaragoza de los siglos XV y XVI contó con el mayor número de violeros, constructores de instrumentos musicales, de toda Europa. 

Rodeados también, como hoy en día, de mucha madera, habría en aquellos talleres "herramientas muy similares a las que nosotros usamos, en su mayoría manuales", imagina su director. Junto a las sierras, gubias, formones, cepillos y garlopas, ahora solo suenan a veces los motores eléctricos de taladros, lijadoras y una máquina de afilar. 

Quienes aquí se forman no solo recogen el legado de aquellas antiguas técnicas, sino que –siempre lo hace la educación– lo proyectan hacia el futuro. Como ocurría hace siglos, que un alumno termine un instrumento es motivo de fiesta. Hay tantas horas de trabajo y dedicación detrás que "construir un instrumento es el proyecto de un curso entero", dice Javier Martínez.

Además de no contar con luz eléctrica, que hoy en día permite labrar cualquier detalle viéndolo bien aunque el día esté nublado o caiga el sol, los antiguos talleres de la Zaragoza renacentista serían "más pequeños, con la zona destinada a obrador detrás y, delante, la tienda, con las mujeres encordando, trasteando y vendiendo, en un ambiente musical, porque la clientela iba a por sus instrumentos y los tocaba para probarlos". En la actualidad, la escuela ocupa el espacio de la antigua Sociedad Cultural Los Amigos del Arte y tiene hasta un pequeño escenario.

Violero, doctor y novelista

Nacido en Guadalaviar, rodeado de pinares, ya de niño Javier Martínez sentía fascinación por la madera. Con 11 o 12 años se empeñó en hacer un violín de la guitarra que habían roto sus hermanos mayores. Cuando quiso ponerle alma –la columnita entre tapa y fondo– consultó "por conferencia telefónica con un lutier polaco que era cartujo y vivía en León; ‘has hecho un alma heterodoxa’, me dijo, porque la hice de tejo y de sección cuadrada". Quiso ser aprendiz de un malhumorado guitarrero de San Pablo, en Zaragoza, y tras dedicarse a otros trabajos, desde 1991-92 consiguió dedicarse profesionalmente a los instrumentos antiguos. A su construcción y a su estudio, pues se licenció en Historia del Arte y depositó su tesis en 2015, el mismo año que estrenaba curso la Escuela de Violería, impulsada por la Fundación Daniel y Nina Carasso. 

Javier Martínez, director de la Escuela de Violería de Zaragoza
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Aprendices y maestros

La Escuela de Violería de Zaragoza lleva sonando desde 2014 (su primer curso fue el 2015-16). Al frente de ella, Javier Martínez mantiene intacta la pasión, pero sueña con consolidar el proyecto para asegurar su futuro. Acaba de cumplir 64 años, "me voy haciendo mayor y quiero seguir, pero esto debería tener una continuidad, mayor respaldo público", señala. "Una buena solución sería –sugiere– que fuera una enseñanza concertada". Actualmente sobrevive con las matrículas del alumnado y gracias al apoyo de la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Zaragoza. En España no hay titulación oficial, pero esta escuela "se ha convertido en un referente cultural para nuestra ciudad". Así lo avalan reconocimientos como el Premio Nacional de Artesanía a entidades privadas 2023. Entre los planes, continuar con los proyectos europeos e impulsar la Red Iberoamericana de Escuelas de Violería.
​FOTO: Toni Galán

De los muchos que han pasado ante sus ojos, un documento le emocionó: el del proceso inquisitorial contra el violero de Toledo Mateo Arratia, "un hidalgo dedicado a trabajos artesanales", algo tan singular que decidió rellenar los huecos documentales escribiendo una novela: ‘Mateo Arratia. El violero que se confesaba a los árboles’. Estas fiestas del Pilar, Sabina la nombró en su concierto, unas palabras que Martínez escuchó "contento de que este mundo pequeño de la viruta y la cuerda de tripa empiece a ser un poco más reconocido".

Los archivos zaragozanos guardan constancia de más de 30 nombres de violeros activos en la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI

Referente internacional

Los archivos aragoneses guardan abundante información de la pujanza musical de aquel tiempo: cartas de aprendizaje, inventarios, capitulaciones matrimoniales, operaciones mercantiles diversas o contratos de arrendamiento. Dejan ver que Zaragoza fue un referente internacional en el mundo de la violería del Renacimiento. Hubo en España otros focos relevantes en Sevilla, Valencia, Granada, Toledo, Valladolid o Barcelona, pero es en la capital aragonesa, entonces una ciudad de escasos 18.000 habitantes donde –"un caso inaudito en toda Europa"– los archivos guardan constancia de más de 30 nombres de violeros activos en la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI.

En 1578, el maestro Claudio Girón, o Guillón, y el aprendiz Joan de Úbeda suscriben en Zaragoza un contrato de aprendizaje por seis años. Así lo atestigua este documento del Archivo de Protocolos Notariales
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Contrato de aprendizaje

En 1578, el maestro Claudio Girón, o Guillón, y el aprendiz Joan de Úbeda suscriben en Zaragoza un contrato de aprendizaje por seis años. Así lo atestigua este documento del Archivo de Protocolos Notariales. Desde su taller, de gran prestigio, ejerció de maestro al mismo tiempo de un aprendiz gascón y otro andaluz.
​FOTO: Antonio Ceruelo

"No es un hecho curioso sin más, era una protoindustria de aquella época", destaca. Documentadas con profusión en los Libros de Collidas, "una especie de registro de aduanas de mediados del siglo XV", sabemos que desde Aragón se exportaban instrumentos musicales hacia Valencia, Barcelona, Italia y Francia...

Los talleres de violeros aragoneses fueron probablemente la cuna de la innovadora ‘cintura aragonesa’ que hoy luce cualquier violín y tantos otros instrumentos de cuerda

De este nutrido conjunto de talleres salían instrumentos de dos familias: la vihuela de mano y la vihuela de arco. Conocemos su diversidad y tipologías gracias a que están representadas en libros de música, talladas en sillerías de coro o pintadas en frescos o tablas. También en la iconografía está la pista de la influencia decisiva que pudieron llegar a tener esos violeros aragoneses, que no solo exportaban producto sino ideas que, en la primera mitad del siglo XV, revolucionaron la manera de construir, el modo de interpretar y la propia música. Sus talleres fueron probablemente cuna de la innovadora ‘cintura aragonesa’ que hoy luce cualquier violín y tantos otros instrumentos de cuerda.

Fue la solución a un problema de los primitivos instrumentos de arco de traza ovalada: al inclinarlo, el arco rozaba la tapa. Para tratar de resolverlo, los fueron estrechando en su parte central. De esa forma ‘en ocho’, similar a la que mantienen las guitarras actualmente, se dio un paso disruptivo, literalmente: romper los dos cercos laterales en tres piezas, siendo la central incurvada, en forma de ‘ce’. Una práctica ‘cintura’. Así, manteniendo la traza ovalada de la caja de resonancia, "el estrechamiento central a ambos lados permitió el libre tránsito del arco sin rozar la tapa", indica. Por fin podían los músicos tocar una sola cuerda o varias a la vez.

"Hablamos de una solución que revolucionó poco después la morfología de la viola da gamba y de los instrumentos del cuarteto clásico –destaca Javier Martínez–, millones de instrumentos actuales la heredan". Hasta el bajo de Paul McCartney que suena en ‘Let It Be’. 

¿Por qué piensa este experto, armado de prudencia, que su origen es aragonés? Porque aquí es donde primero lo vemos. "Este avance aparece representado en numerosos ejemplos de obras de arte del ámbito aragonés de forma temprana, pasando luego a ser adoptado en toda la Corona de Aragón e Italia y, poco después, en el resto de Europa; de ahí su nombre". Dado que la ciudad de Zaragoza contaba en aquel momento con el mayor número de violeros documentados de toda Europa y los abundantes ejemplos iconográficos aragoneses, "es más que probable que esta innovación importantísima tuviera lugar en los talleres zaragozanos. Es un notición cultural". La violería aragonesa está declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial.

En este laúd retratado por Blasco de Grañén encontramos un caso único en la historia del arte: a través del lazo que cela la boca, se aprecia la etiqueta con el nombre del violero. Forma parte del retablo ‘María, Reina de los Cielos’, hoy conservado en el Museo de Zaragoza.
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Instrumentos de autor

Los violeros, conscientes de su arte, firmaban sus instrumentos. En este laúd retratado por Blasco de Grañén encontramos un caso único en la historia del arte: a través del lazo que cela la boca, se aprecia la etiqueta con el nombre del violero. Forma parte del retablo ‘María, Reina de los Cielos’, hoy conservado en el Museo de Zaragoza. 
FOTO: Antonio Ceruelo

La innovadora ‘cintura aragonesa’, en una vihuela de arco del retablo 'María, reina de los Cielos', conservado en el Museo de Zaragoza.
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La innovadora ‘cintura aragonesa’

Encontramos la primera representación conocida de esta solución en esta vihuela de arco del mismo retablo, pintado para la iglesia mayor de Albalate del Arzobispo. En los talleres zaragozanos pudo haber nacido esta morfología. Una crucial aportación del entorno aragonés a la lutería y la música internacional.
​FOTO: Antonio Ceruelo

Talleres moros detrás de San Gil

¿Dónde se encontraban aquellos talleres? Conocemos la ubicación de alguno de ellos, por ejemplo, el del honorable Albariel, que contaba con cuatro casas en la morería, justo detrás de la parroquia de San Gil, en la calle llamada ‘de la Fustería’. "Hay otros talleres moros documentados en esa calle, justo donde ahora se sitúa el popular Tubo –concreta–. Y conocemos también la ubicación de un taller cristiano en el siglo XVI en la Magdalena, muy cerca de el actual emplazamiento de la Escuela de Violería, y otros, de violeros cristianos, en San Pablo".

Aquellos violeros zaragozanos constituían la élite artesanal, con una importante consideración social. Hoy en día, en este oficio, "si te sitúas, se vive". La mayor parte de los cerca de 200 alumnos y alumnas que han pasado por la Escuela de Violería de Zaragoza y de los 32 que aquí se forman este curso son jóvenes que se quieren profesionalizar. Algunos vinieron becados desde sus países, otros son ya profesionales que se quieren especializar en la construcción de instrumentos antiguos. El interés por aprender a tallar la madera atrae a otros perfiles de gente con tiempo libre. Y también hay músicos que no pueden resistirse a emprender la aventura de fabricarse su propio instrumento.

"Aprender es un trabajo de sudor y lágrimas, pero el contacto con la madera es una pasada, sobre todo si te imaginas que luego va a sonar"

Pilar Gonzalvo pasa el cepillo sobre la que será la caja de un arpa. "Me quiero hacer un arpa distinta, pero este es un mundo complicado, empezando por hacer bien el plano, definir el número de cuerdas, medir bien todo..." y pasar luego a la pura artesanía, "un trabajo de sudor y lágrimas", pero con un contacto con la madera –en este caso de nogal– "que es una pasada, sobre todo si te imaginas que luego va a sonar", reconoce esta integrante del grupo O’Carolan. 

Unos bancos más allá, Tony McDowell fabrica una guitarra flamenca. Este músico y profesor de idiomas nacido en Bélgica, de padre inglés y madre francesa –"soy plurinacional", dice– llegó hace dos años a Zaragoza por amor. Mientras en la Escuela construye con mimo "cosas preciosas, con paciencia y técnica", en la Harinera inventa instrumentos a partir de materiales reciclados. Dos extremos que le interesan por igual.

Susana Sarfson, profesora de Historia de la Música en la Universidad de Zaragoza, especializada en patrimonio musical, asegura que "conservar los modos tradicionales de construcción permite poner en manos de los músicos instrumentos para una interpretación históricamente informada". Cada instrumento "es irrepetible y cómo ha sido construido repercute en la interpretación musical, es preciso respetar los cánones y las formas de cada época para recrear el ambiente sonoro".

"La vihuela se convirtió en la guitarra eléctrica del siglo XVI, había casas con dos y tres vihuelas"

Siglos atrás, se vivió un momento de popularización de la música en el que "la vihuela se convierte en la guitarra eléctrica de los 40 Principales del siglo XVI", declara Javier Martínez, y se demandan tanto instrumentos de altísima calidad para las elites –hasta los reyes tienen violeros– como vihuelas accesibles a todo el mundo, "hay casas con dos y tres vihuelas". Así pues, se construyen y venden bien vihuelas carísimas y muy baratas, pues "este es un instrumento de calle, no tanto de concierto, sino íntimo, para tocar con un grupo de amigos o para ti mismo".

El taller de la Escuela de Violería se va desordenando conforme avanza la jornada y las herramientas ejercen su utilidad en uno u otro rincón. Paso a paso, las piezas caminan hacia el día en que, como parte de un instrumento, encuentren su voz. Un conocimiento profundo de la madera, para elegirla de un árbol cortado en el momento óptimo, el invierno, y el tacto para saber trabajarla son indispensables. Luego está la experiencia capaz de traducir la petición de "un músico que te pide un violonchelo que llore". Algo al alcance de alguien como Javier Martínez, para quien un instrumento "es un vehículo de belleza, un nexo entre el ser humano y la naturaleza. Su madera da voz a los bosques, no en vano algunos violeros rodeaban los cercos de sus instrumentos con inscripciones que decían: ‘Vivía en el bosque y un hacha cruel me cortó, sin embargo, ahora canto dulcemente’. Cada gesto del artesano, cada corte de gubia, cada golpe de cepillo modela su voz, sumando su arte al aporte de la naturaleza".

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