Hace cuatro o cinco años que Rodrigo Cuevas deslumbró con ‘Manual de cortejo’, un rompedor trabajo producido por Raúl Refree que resituaba las coordenadas del folclore tradicional a golpe de electrónica y con audaz perspectiva contemporánea. En próximas fechas se publica su continuación, ‘Manual de romería’, ahora de la mano del ex Calle 13 Eduardo Cabra, y cuyos singles de adelanto permiten aventurar que la creciente popularidad del singular artista asturiano va a ir en aumento.

Con ‘temazos’ de ambos discos, principalmente, armó Rodrigo su actuación del jueves en la Cartuja de las Fuentes de Sariñena, dentro del programa del festival Sonna. Y, como era de esperar, Cuevas convirtió el evento en una gozosa romería al árido desierto monegrino, en una mezcla de rave y cabaret en la que confluyen el baile, la diversión, la música popular y la electrónica, el humor ‘queer’ y el ‘speech’ comprometido (su alegato en defensa de la Canal Roya, por ejemplo).

Porque resulta indudable que este individuo se encuentra como pez en el agua sobre el escenario, lo disfruta, se gusta, conecta con el público; ataviado primero de negro y estética glam, al final de rojo y con zuecos, esta suerte de Freddy Mercury montañés encandila a la audiencia no solo por su verborrea inagotable, sino sobre todo por una propuesta sonora que conecta lo ancestral con el tiempo presente, la tradición con el siglo XXI, las canciones escuchadas a las abuelas con las bases electrónicas.

Ahí brillan temas como ‘Arboleda bien plantada’, ‘Ronda de Robledo de Sanabria’, ‘Xiringüelu’ o la muy emotiva ‘Rambalín’, junto con algunos nuevos, que sirven para certificar la capacidad de Rodrigo Cuevas para reinventar el folclore y acercarlo a nuevos públicos, aunando el rigor musical con el espíritu lúdico. Imposible aburrirse con él: así da gusto ir de romería.