El nuevo cowabunga
En el cine de animación han irrumpido novedosas y estimulantes formas de plasmación que conllevan un estilo desbordante, vertiginoso y de infinitos detalles. ‘Spider-Man. Un nuevo universo’, su reciente continuación ‘Spider-Man. Cruzando el multiverso’, ‘Los Mitchell contra las máquinas’ y ‘El gato con botas. El último deseo’ representan esta creciente tendencia, a la que se incorpora ‘Ninja Turtles. Caos mutante’. Su tratamiento desprende magnetismo y sumerge en la sugerencia por lo que su dinamismo permanente aporta en términos narrativos y de experiencia. Un cauce conjugado con el aliciente que entraña la implicación creativa del actor Seth Rogen como ideólogo y nombre destacado en el guión y la producción, cuyas preferencias cómicas se notan en los diálogos. El cautivador componente visual y la chispa humorística traen frescura y suponen la mejor manera de reiniciar el imaginario en torno a las tortugas ninja, que tantos recuerdos trae a los nacidos en los 80 y los 90.
La simpatía de las cuatro impetuosas tortugas adolescentes y la intención de exponer los orígenes introduciendo variaciones, procurando no plegarse a lo de siempre, motivan que apetezca volver a la historia. El director Jeff Rowe, Rogen y su equipo consiguen que al relato no le pese su carácter transitado por la existencia de los cómics, la primera serie de dibujos, la trilogía noventera, los filmes de 2014 y 2016 con Megan Fox, las sucesivas etapas televisivas…
Las ganas de los protagonistas de descubrir el mundo de los humanos y el inevitable choque paternofilial al respecto manifiestan la raíz juvenil canalizada. El modo de jugar con el factor funciona aunque la vía de la jerga coloquial resulta a ratos cargante, al menos en la versión doblada. El singular repertorio de criaturas (la banda callejera) resalta que la obra, apropiada para chavales a partir de 8-9 años, hace honor al aspecto mutante resaltado en su título.
