Paco Mir: "El humor es tolerancia, pero hoy hay poco aguante"

El miembro del desaparecido Tricicle, que hizo reír a millones de espectadores, constata que el público tiene "ahora una piel más fina".

Paco Mir en la redacción de Heraldo
Paco Mir en la redacción de Heraldo.
H.A. 

Cuando los miembros de Tricicle aún no se habían disuelto, Paco Mir era fácilmente reconocible: era el calvo del terceto, el más serio y pensativo de los tres bufones que arrancaban las más sonoras carcajadas con las poderosas armas del silencio y la mímica. Ya no da la cara ante el público, pero no ha abandonado la escena. Diseñador, director, productor y guionista, Mir es un hombre inquieto y entregado a la creatividad: dibuja historietas que hace tiempo reunió en el libro 'Neuras diarias' (Temas de hoy) y da vía libre a su pulsión de artista haciendo piezas de cerámica.

¿Qué piensa cuando escucha que antes había más libertad en la cultura y el humor?Ya tengo unos años y recuerdo que, en los inicios de la Transición, se secuestraban revistas y había atentados con bombas. El Papus sufrió una de estas acciones, en la que hubo un muerto. Se celebraban juicios contra publicaciones satíricas y algunos se tomaban la justicia por su mano.

¿Cuesta reírse de uno mismo?Es la base del humor, si no sabes reírte de ti mismo probablemente no seas humorista. Quizás seas un maltratador, aunque solo sea psicológico. Si te ríes de ti mismo tienes carta blanca para reírte de los otros.

¿Qué es más difícil hacer reír o hacer llorar?Tengo una teoría, y es que la risa forma para forma parte de la normalidad de la vida, mientras que las tragedias, los accidentes y las enfermedades son raros y excepcionales. Todo el mundo intenta cada día caer bien, ser simpático y amable, hacer reír. Parece que es fácil acometer lo que reviste trazas de normalidad, pero no es así ni mucho menos. En un teatro, provocar la risa todo el rato es complicado.

De entre todos los tipos de humor, el negro, el blanco, el humor del absurdo, el irreverente, ¿con cuál de ellos se queda?Me muevo más entre la ironía y el humor del absurdo, quizá porque mi formación nace de los libros que tenía en casa de pequeño. En mi biblioteca hay una colección de humor inglés de los siglos XIX y XX. También adoro a Buster Keaton, 'La pantera rosa' y 'Los Picapiedra'.

¿El público actual se ha vuelto más irritable?Ahora el público tiene una piel más fina. Si antes no nos gustaba una cosa, la vida seguía su curso. El humor se basa en la tolerancia. Pero hoy hay muy poco aguante y muchas ganas de quejarse.

¿Es cierto ese tópico de que detrás del payaso, del cómico, hay un hombre triste?Bueno, hay de todo, tengo amigos humoristas que no son graciosos en la vida y ejercen el oficio de cómico. No creo que seamos una profesión de gente triste. A Joan Gracia y Carles Sans, mis excompañeros de Tricicle, que son muchísimo más divertidos que yo, a veces les achacan que parecen muy serios, pero la gente les dice eso después de haberlos visto en el escenario dando botes y haciendo reír a los espectadores.

¿Se ha encontrado con algún público especialmente difícil?En cuanto te desplazas al norte de Europa encuentras un público más frío, al que le cuesta más reír y que observa todo desde un punto de vista más intelectual. Recuerdo una actuación en Alemania en la que parte del público se reía y otra mandaba callar a los que se divertían. Reprendían a los demás porque les distraían. Luego obtuvimos una gran ovación, pero como humorista deseas que la gente celebre cada gag.

¿El humor es subversivo?En la versión que he preparado de 'Las nubes', de Aristófanes, incluyo una cita de Umberto Eco: "La risa quita el miedo, y sin miedo no se necesita a Dios".

¿Por qué no actúa en solitario, como han hecho otros compañeros de Tricicle?Carles [Sans] lo está haciendo, pero él es mucho más actor, no tanto autor. Él necesita el abrazo, la risa diaria del público. Y yo, en cambio, me lo paso muchísimo mejor preparando espectáculos. 

¿Cuáles son sus maestros en el humor?El que más me hace reír es el monologuista Pepín Tre, quien aparte de su ironía y comicidad absurda, es un maestro de la puesta en escena. Admiro a Quino y Mingote, cuyos dibujos copié de pequeño gracias a un libro suyo que había en casa. De los actuales el más grande es JL Martín, que ahora trabaja en La Vanguardia. Y en el cine, me quedo con Ernst Lubitsch, Billy Wilder y Jacques Tati.

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