entrevista de verano

Miguel Mena: "En verano todo se vuelve un tanto anárquico; se junta lo sublime con lo ordinario"

El escritor (Madrid, 1959), que se ha instalado en Trasmoz para dedicarse plenamente a la literatura tras 38 años como locutor de Radio Zaragoza, evoca sus viajes estivales por Europa y su primera travesía de Aragón en bicicleta, en 1991

Mena, en la quesería El Acebo de Moncayo de Trasmoz
Mena, en la quesería El Acebo de Moncayo de Trasmoz
Óscar Castán

¿Qué significa el verano para usted, qué le sugiere?

Es la época del año en la que todos nos infantilizamos un poco; como si quisiéramos recuperar el territorio mágico de la niñez. En verano todo se vuelve un tanto anárquico; se junta lo sublime con lo ordinario, lo más bello con lo más zafio.

¿Cómo lo vivía en su infancia y adolescencia?

La infancia era ir de tía en tía: primero en Zaragoza, con mi tía Pili, luego en Calahorra, con mi tía Teodora, para acabar en una casa en pleno campo, a diez kilómetros de Logroño, con mi tía Tere. La adolescencia fue época de campamentos, en la sierra de Gredos, donde pasaba más de un mes entre los preparativos y como monitor de varios turnos.

¿Y en la edad adulta?

Hasta los 40 años, muchos viajes por toda España, cuyas 50 provincias he visitado a fondo, y algunos países extranjeros. Luego la cosa se redujo bastante.

¿Este año tiene o ha tenido tiempo para irse de vacaciones?

Tengo tiempo, pero busco tranquilidad y solo haré pequeñas escapadas.

¿Cuál ha sido el viaje estival de su vida?

Apuntaría dos: el que hice en Interrail por Francia, Italia, Austria y Alemania, el verano de 1982, y mi primera travesía de Aragón en bicicleta, en agosto de 1991. En ambas ocasiones fui solo, lo que nunca me ha supuesto ningún problema para viajar.

Es difícil escoger solo uno, pero, ¿cuál es su rincón de Aragón favorito para desconectar?

Dejando aparte el Moncayo, donde ahora paso más de la mitad del año, tengo debilidad por el Maestrazgo. Cualquiera de sus pueblos es una maravilla.

¿Qué destino vacacional tiene pendiente por visitar?

Muchos, pero me gustaría especialmente ir a Japón y, ya puestos, subir al monte Fujiyama. Apreciaría consejos de quien lo haya hecho.

¿Recuerda alguna anécdota veraniega vinculada a su profesión?

Recuerdo con mucho cariño la gran cantidad de programas estivales en exteriores que hacíamos por todo Aragón, y en particular algunos de esos programas en sitios como Dinópolis, el refugio de Lizara o el observatorio astrofísico del Pico del Buitre. Y no se me olvidará el día de agosto de 2016 en que ascendía en bici por la carretera de Cañada de Benatanduz (Teruel), me alcanzó otro ciclista que iba más ligero, intercambió unas palabras conmigo mientras me adelantaba y, de repente, se volvió porque había reconocido mi voz: era oyente de Radio Zaragoza y fue una bonita sorpresa para los dos.

¿Qué tipo de lecturas realiza estos días?

Suelo simultanear una novela, un libro de relatos y algún ensayo ligero, que en estos días son ‘En la boca del lobo’, de Elvira Lindo, ‘Y de repente esta lluvia’, de Sergio Royo, y ‘Hey! Julio Iglesias y la conquista de América’, de Hans Laguna.

¿Qué planes cumple de los que se propone en estas fechas: descansar, desconectar, crear..?

No me propongo nada. Sigo las instrucciones de una canción de mi admirado Quique González: «No hagas planes / No te embales / No te inventes todos los finales».

¿Qué película, canción y/o concierto evocan un verano inolvidable para usted?

Una canción sería ‘La estatua del jardín botánico’, de Radio Futura, porque Cachi me regaló ese ‘single’ en mi primer verano en la radio, en 1983, que fue un verano sin vacaciones, y la película ‘Bendita calamidad’ por la intensidad con que viví su rodaje en el verano de 2014.

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