Nombre de moda en el flamenco, encadena en el verano de 2023 elogios y éxitos. Está actuando en festivales muy distintos –del Primavera Sound de Barcelona al Starlite marbellí– y acaba de llenar el Teatro Real en Madrid. Esta tarde (19.30), también con entradas agotadas, va a cantar en un ambiente más íntimo, en el monasterio de Veruela. La verdad es que todo está saliendo perfecto, encontrando un público con muchas ganas, con muchos jóvenes, que es mi gran premio. De un sitio a otro cambia, pero no por ganas ni por responsabilidad; cambia según el público, según el momento en que yo esté anímicamente y físicamente. Cada día es nuevo y, como decía María la Sabina, una cantaora de Cádiz, «el cante tiene hora».

El flamenco se ha integrado con naturalidad en los discursos musicales más contemporáneos, llegando a audiencias cada vez más abiertas. ¿Caen también los prejuicios entre los artistas?Estamos en un momento muy bonito, con mucha frescura, en el que hay mucha afición de jóvenes y mucha juventud haciendo flamenco, aunque no sea el más ortodoxo. Lo importante es que ese flamenco que a lo mejor no tiene tanta pureza te lleve a escuchar el otro. Creo que todos los que estamos aportando nuestro granito de arena vamos en el mismo barco e intentamos que nadie se lo pierda.

El flamenco, además, siempre acaba escapando a las categorizaciones. Todavía es libre, ¿no?Es una música de raíz, del pueblo, y esta llega al mundo entero. Como la copla, como el jazz, como el soul, son músicas perseguidas, con mucha fatiga y mucha pena, y a la vez con muchas alegrías. Es también una música con mucha verdad, que transmite muchísimo con muy poquito, y a la vez es muy agradecida porque hace grandes todas las músicas que se le acercan.

¿Usted es disciplinado trabajando? ¿Se cuida? ¿Busca la inspiración para componer? ¿Aguarda a que llegue?Intento llegar a los conciertos lo mejor posible, pero con ningún tipo de restricción. Nunca lo haré; es un cuidado muy natural. Y en cuanto a la inspiración, viendo la tele no te va a llegar: te llega del trabajo y de la afición a la música. Después, claro, tiene que venir de la vida misma; cuando te pasan cosas, escribes.

¿Qué supone en su carrera su último disco, ‘Pura sangre’?Me he dejado llevar por el corazón, aunque este se equivoque, como siempre hago. Este disco es como una autobiografía, de mi familia, de mi casa, de mis abuelos, mis tíos, mis padres, mi forma de vida; hablo del silencio, hablo de un montón de cosas que caracterizan mi forma de sentir. Luego, para mí, es un paso adelante, es un disco un poco más atrevido, en el que he estado haciendo amistad con otros instrumentos... Que no investigando; a mí no me gusta la investigación, ¡la investigación para la CIA y los experimentos para la farmacia! En la música hay que hacer amistad con los instrumentos y con las personas, hay que ser humano.

¿Su verano es trabajo o le queda tiempo para viajar por placer, para desconectar?Este año, como estoy con la promoción del disco, es bastante movido, no tengo mucho tiempo, no me ha dado mucho tiempo a descansar. Cuando estoy en casa, intento estar con la familia porque paso mucho tiempo sin verla

Más allá del flamenco, ¿qué otras músicas escucha?Me gusta mucho la salsa por ejemplo, la música de Cuba, la colombiana también, Héctor Lavoe, Juan Luis Guerra es una maravilla... Música con sensibilidad.

Entre cantar en el Real o hacerlo en una fiesta familiar, hay un abismo, ¿no?El verdadero flamenco sale en las juergas, sí, pero, cuidado, que lo que pasa en los teatros tampoco pasa en las casas. Cada cosa tiene su energía y su improvisación. Son distintas maneras de cantar, de transmitir.