La cueva de la Obriga, reto para espeleólogos con mucho gusto por el sifón en el vermú

Situada en El Vallecillo (comarca de la Sierra de Albarracín) es la de recorrido más largo en toda la provincia de Teruel, y explorarla por completo no es sencillo

Entrada principal de la cueva de la Obriga, en El Vallecillo (Teruel).
Entrada principal de la cueva de la Obriga, en El Vallecillo (Teruel).
Laura Uranga

La mala prensa que tienen las cuevas es cosa de las generalizaciones, que siempre son malas. Lo que sí resulta mandatorio al adentrarse en una es la precaución, extrema incluso, porque el conocimiento de lo que te vas a encontrar lleva a dos cosas: el disfrute, en primer lugar, y salvar la vida, en segundo. Hay cuevas y cuevas: la de la Obriga, en el término municipal de El Vallecillo (Teruel), es de las no aptas para principiantes. De hecho, recorrerla a conciencia es solamente cosa de expertos, aunque el paseo hasta sus inmediaciones por las pasarelas dispuestas a tal fin es una gozada apta para todos los públicos.

La Obriga es la gruta más larga de la provincia de Teruel. Oficialmente tiene 2,8 kilómetros de recorrido, aunque sumando galerías aledañas se le llegan a otorgar 3,4 kilómetros. ¿Dónde está el intríngulis de esta cueva? No es la más peligrosa en cuanto a tramos verticales, pero sí exige mojarse literalmente para una exploración completa (incluso parcial) y hay que estar atentos a las previsiones meteorológicas, porque su orografía la hace proclive a la inundación cuando hay lluvias considerables.

Si las nubes descargan a conciencia en la zona, se llenan los dos sifones internos de la cueva, lo que podría convertirse en una trampa mortal de no llevar equipo de buceo. Los héroes que inauguraron oficialmente su trayecto interior fueron José Subils y Emilio Sabaté, hace ahora 60 años; dos espeleólogos catalanes que también se atrevieron a recorrer otras cuevas de la provincia. en lo que denominaron Operación Turolensis. En la Obriga usaron escafandras autónomas. Las leyendas locales dicen que en la cueva se refugiaban malhechores, y que nadie se aventuraba a perseguirlos ahí.

Recorrido exigente

Antes de acercarse a la boca de la cueva se puede disfrutar de dos maravillas acuáticas: los Ojos del Cabriel, un paisaje de cuento, y la cercana cascada del Molino de San Pedro. En el primer paraje, además de esos curiosos borbotones entre la vegetación, hay un espectacular salto de agua que atraerá a todos los aficionados a publicar sus viajes en las redes sociales. Lo mismo ocurre con el segundo emplazamiento, un lugar para conservar en la retina.

Adentrarse en la Obriga supone estar preparado para el frío, el agua y las arrastradas por sus diferentes ramales: no es apta para aquellos con remilgos a llenarse de barro. La sala Carmen Tarrés es la joya de la corona, más o menos a mitad de la cueva, tras descender una rampa que mantiene cuerda fija. De ahí en adelante, el tránsito de la cueva es acuático y delicado.

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