verano 2023

La Piedra del Peruano de Pozondón, una historia de amor esculpida en rodeno

El artista hispanoamericano Mauro Mistiano talló en una roca un tumi o cuchillo ritual quechua en el que está representada Viracocha, deidad creadora del mundo, el sol, la luna, el tiempo e incluso la civilización.

Imagen del relieve tallado, de seis metros de alto por cuatro de ancho.
Imagen del relieve tallado, de seis metros de alto por cuatro de ancho.
Laura Uranga

Pozondón es una localidad turolense famosa por su ayuntamiento construido en piedra de rodeno y sus parameras batidas por el viento. Pero desde hace unos años los aficionados al senderismo y la bicicleta de montaña tienen un punto de interés, la llamada Piedra del Peruano.

Ubicada a un paseo de distancia, a pie o en bicicleta, de Pozonzón, en un lugar dominado por la vegetación de monte bajo y el rodeno, lo que menos espera uno encontrarse allí es un relieve esculpido con una figura de reminiscencias precolombinas. ¿La obra de una civilización extinguida? ¿El legado de una visita extraterrestre?

Nada de eso. Afortunadamente, su origen es sobradamente conocido y tiene tanto encanto como poco misterio. Porque, como todas las buenas historias, es una historia de amor.

La obra la esculpió el ilustrador y diseñador gráfico Mauro Mistiano, un peruano nacido en Arequipa (Perú), en cuya facultad de bellas artes impartió clases en la década de los años 60 del pasado siglo. Mistiano emigró a España y, tras vivir en varios puntos del país, acabó instalándose en Pozondón. Era un creador inquieto y de él se cuentan muchas cosas, como que dirigió estudios de diseño y agencias publicitarias a un lado y otro del Atlántico, que fue pionero en el manejo de las técnicas 3D, que trabajó en distintas cintas de animación.

Fue también escultor, obsesionado por materiales nobles como la piedra o el hierro. Mistiano se enamoró de una vecina de Pozondón, con la que contrajo matrimonio, y quiso hacerle un regalo que atravesara los siglos. Y en una piedra rocosa esculpió, durante varios años de duro trabajo, un cuchillo ritual tumi, propio de la cultura quechua, un instrumento ritual y quirúrgico que se empleaba en las trepanaciones craneales.

En la empuñadura cinceló la deidad suprema de los incas, Viracocha, creadora del mundo, del sol, la luna, la substancia de la cual se originan todas las cosas, el tiempo y hasta de la civilización. En la parte baja del cuchillo representó a un jabalí, un ciervo y una serpiente enrollada a un arbusto.

Lo que más llama la atención del conjunto es su colorido. Porque el altorrelieve surge del inconfundible color del ródeno, al que el artista incorporó los tonos turquesa, verde y amarillo característicos del arte indígena precolombino.

Mistiano tuvo el acierto de proteger su obra de los agentes atmosféricos y la coronó con un letrero explicativo: "Por amor en letras grandes, por agradecimiento a la generosidad de estas gentes". 

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