Atrapados en el trance mandinga de Salif

Hace ya unos años que Salif Keita, la voz dorada de Mali, amaga con su retirada; por fortuna no lo ha hecho, y sigue siendo capaz de protagonizar una velada mágica como la del sábado en el Auditorio de Lanuza. A sus 73 años, Salif permanece hierático cual esfinge durante todo el concierto y se permite algún respiro dando cancha a sus dos espléndidas vocalistas, pero cuando da rienda suelta a su canto embriagador, de resonancias ancestrales, el tiempo parece detenerse y se estremecen hasta las montañas pirenaicas.

Acompañado por una sensacional y numerosa banda, en la que conviven instrumentos autóctonos africanos como la kora y el n’goni con guitarra eléctrica, bajo, batería o efectos electrónicos, Salif volvió a embelesar a la concurrencia como ya lo hiciera en sus tres anteriores visitas a Pirineos Sur. Y lo hizo con un repertorio que recorrió prácticamente toda su carrera, aunque prescindiendo de la gran mayoría de sus piezas más relevantes; poco importó, pues a través de títulos como ‘Yamoré’, ‘Lerou Lerou’, ‘Tu va me manquer’, ‘Papa’, ‘Primpin’ o la siempre revulsiva ‘Nous pas bouger’ el príncipe maliense nos dejó atrapados en el trance mandinga sin poder salir.

Sensacional banda, decíamos, que sonó como un cañón, bajo la dirección de un guitarrista que tan pronto conectaba con el soukous congoleño como podía recordar a Santana. Entre todos tejieron una arrebatadora maraña de música envolvente y circular de poderosas cualidades hipnóticas, que surge de antiguas raíces africanas para expandirse hasta el tiempo presente. Tras el colocón propiciado por Keita, la propuesta de los congoleños Kokoko! no pasó de ser una suerte de rave electrónica de inspiración africana pero escaso vuelo, más allá de mover el bullarengue un rato; desde luego, muy lejos de los originales planteamientos que habían mostrado cinco años antes en Pirineos Sur.