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  • José Luis Melero

Carlos Edmundo de Ory: la vida como creación

Un curioso montaje para un libro sobre Lorca de Carlos Edmundo de Ory, que publicó El paseo.
Un curioso montaje para un libro sobre Lorca de Carlos Edmundo de Ory, que publicó El paseo.
Archivo El paseo.

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urante su infancia y adolescencia gaditanas, a Carlos Edmundo de Ory lo llamaron Canostro, vaya usted a saber por qué. El Edmundo se lo pusieron por un poeta venezolano, cónsul en Cádiz, llamado Edmundo van der Biest, que fue su padrino y del que no queda más recuerdo que algún libro de poemas –y uno póstumo de relatos– a la venta en internet. El padre de Carlos Edmundo, Eduardo de Ory, fue también poeta y en Zaragoza lo conocemos bien, porque aquí vivió entre 1906 y 1909 y aquí fue redactor del ‘Diario de Avisos’, editó la revista ‘Azul’ (en evidente homenaje a Rubén Darío, que cuenta con una edición facsímil de 1989) y publicó una importante antología de la poesía modernista, ‘La Musa Nueva’, impresa por Cecilio Gasca en 1908 y que serviría para introducir el modernismo literario en Aragón.

Carlos Edmundo no se libró de publicar siendo casi un niño en ‘Flechas y Pelayos’, pero leyó y leyó vorazmente (la biblioteca paterna era una mina inagotable) y se formó mejor que si hubiera hecho un doctorado de literatura en Oxford: Pushkin, Dostoyevski, Chéjov; Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé; Keats, Dickens, Blake; Leopardi, Carducci, D’Annunzio; Hölderlin, Kleist, Rilke; Herrera y Reissig, José Asunción Silva, Alfonsina Storni; Emerson, Melville, Washington Irving; Hegel, Kant, Schopenhauer… y todos los escritores españoles que tuvo a su alcance, desde Bécquer a Villalón, fueron sus maestros.

En 1950 Ory reseñará en ‘Ínsula’ ‘Violento idílico’ de nuestro Miguel Labordeta, y el ejemplar que utilizó para esa crítica lo guardo yo en mi casa.

Se trasladó a Madrid en 1943 y allí comenzó su aventura postista con Eduardo Chicharro, hijo del pintor homónimo, y el italiano Silvano Sernesi, cuyo padre, banquero, les financiaba sus correrías vanguardistas. En enero de 1945 publicaron el número 1 –y único– de la revista ‘Postismo’, en el que apareció su conocido manifiesto postista («somos cuerdos, así como recuerdos, y cultos, así como ocultos»), y en abril el también único número de ‘La cerbatana (Revista ilustrada de la nueva estética)’, con un potente dibujo en la cubierta de un desconocido J. Biero e incorporaciones como Jesús Juan Garcés y Ángel Crespo. Ese mismo año, en julio, Ory editaría su primer libro de poemas, ‘Versos de pronto’, y tres años más tarde daría a conocer sus dibujos en una exposición colectiva en la Librería-Galería de Karl Buchholz en Madrid y conocería a Mathias Goeritz (tan bien estudiado entre nosotros por Chus Tudelilla), el inspirador de la Escuela de Altamira, que sería muy importante en su vida. En 1950 Ory reseñará en ‘Ínsula’ ‘Violento idílico’ de nuestro Miguel Labordeta, y el ejemplar que utilizó para esa crítica lo guardo yo en mi casa. Su amistad con el aragonés, como la que mantuvo con Cirlot, fueron también determinantes para el poeta gaditano.

Vivió en París entre 1955 y 1967 (excepto dos años, del 56 al 58 en que residió en Perú dando clases), para trasladarse entonces a Amiens, donde consiguió un puesto de bibliotecario en la Maison de la Culture y luego otros de lector de español y de profesor en la Université de Picardie. En Amiens vivirá ya hasta su muerte y allí, en su cabaña de las afueras de la ciudad, escribirá algunos de sus libros más importantes (ahí recogerá su ‘Poesía 1945-1969’, que editó Edhasa en 1970 y preparó Félix Grande) y realizará sus mejores ‘collages’.

Lo conocí en Zaragoza en el verano de 1997, cuando Antonio Pérez Lasheras y Alfredo Saldaña andaban preparando la edición de su libro de relatos ‘Las patitas de la sombra’, que había escrito con Eduardo Chicharro y que publicaría Mira Editores en 2000. Pérez Lasheras lo acogió durante casi un mes en su casa de Nuez de Ebro y por entonces nos vimos algunos días. Le gustaba (como a Félix Romeo) bañarse en la piscina de la casa de Antonio y jugar con su hija María. E ir al cine. Vio ‘Airbag’, de Juanma Bajo Ulloa, que le horrorizó.

Estos días se ha organizado una gran exposición en su honor en Cádiz, comisariada por Juan Manuel Bonet, y se ha editado un bellísimo catálogo con el título de ‘Carlos Edmundo de Ory. La Cabaña Central’, que será rápidamente pasto de coleccionistas y amantes de las vanguardias.

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