Cuando, hace más de cuatro décadas, comenzaron a publicarse en este país algunos discos de cumbia (uno recuerda especialmente aquel ‘Soy parrandero’ de Los Bestiales), ese género bailable de origen colombiano fue más bien despreciado y tildado de hortera y populachero por el público del rock.

Hoy en día, sin embargo, la cumbia –en sus diversas variantes– disfruta de difusión global y general aceptación entre todo tipo de públicos, además de ser utilizada como recurso rítmico por artistas del más diverso pelaje. Lo cual nos lleva a una reflexión: ningún género o estilo de la música popular es bueno o malo per se, todo depende del uso que se haga de él.

El miércoles, celebrando el Día de la Música, tuvimos un buen ejemplo de ello con la actuación en Las Armas de las Kumbia Queers, formación argentina integrada por cinco mujeres que practican lo que podría denominarse como cumbia punk, aderezada con toques de música tropical, urbana, rap o rock, además de unos textos de marcado cariz feminista y que se posicionan a favor del colectivo LGTBI.

Lástima que la otra noche dichos textos resultaran prácticamente ininteligibles, por culpa de un sonido deficiente y embarullado que solo se aclaró -un poquito– en la recta final del concierto. Y no es la primera vez que esto ocurre en Las Armas desde su reapertura: sus responsables deberían tomar medidas al respecto ya mismo.

A pesar de ello, una heterogénea audiencia bailó de lo lindo con la festiva propuesta de la banda argentina, capaz de llevar a territorio cumbiero el ‘Misirlou’ de Link Wray o al mismísimo Nacho Vegas, con quien han grabado su último single, ‘Cuando hablas así’. Y es que la cumbia, un ritmo de raíz popular, desde su sencillez puede resultar irresistible y admite todo tipo de coyundas sonoras. Si no lo creen, vayan a ver en julio a la Orkesta Mendoza en el Slap Festival.