LETRAS ARAGONESAS. OCIO Y CULTURA

Mario Garcés: "La literatura en este momento está en una etapa de degradación absoluta"

El escritor, jurista y político jacetano publica su novela 'Últimos días en Trípoli', donde relata la historia real de una mujer libre: Irene de Souza

Retrato de archivo del escritor, jurista y político Mario Garcés.
Retrato de archivo del escritor, jurista y político Mario Garcés.
Verónica Lacasa

Mario Garcés (Jaca, Huesca, 1967) es jurista, escritor y político del Partido Popular. Es autor de libros de relatos y novelas como ‘Relatos desde el avión’, ‘El Antipríncipe’, ‘Episodios Extraordinarios de la Historia de España’ o ‘Tengo algo que decirte’.

¿Qué clase de novelista o escritor es Mario Garcés?

Lo que no soy es un político escritor. No soy el clásico político escritor, el que ambiciona escribir escribir una novela por divertimento o por aprovecharse de la situación. Creo que mi vocación literaria está clarísima. Es verdad que a veces uso la literatura como terapia.

¿Terapia de qué?

La literatura puede ser algo terapéutico para poder vencer todos los demonios de la política y del resto de la actividad, pero quiero que se me reconozca por la literatura. Ha habido crítica literaria con mis obras, y además muy positiva, y eso es un estímulo. Prefiero distanciar el plano político de lo literario porque al final se suele confundir la mediocridad política con la ambición literaria.

¿Es un novelista histórico o un novelista a secas?

Buena pregunta. Cuando hice esta novela, ‘Los últimos días en Trípoli’, le insistí a la editorial Pinolia que yo era un novelista, no un novelista histórico, a pesar de que el libro transcurra principios del siglo XIX… Por aquellas cosas de las pulsiones editoriales me decían: “Si vamos por novela histórica, venderás más”. Lo de histórico, que me ha parecido siempre un adjetivo perverso, no me acoge ni me retrata. Soy un escritor puro.

"Ha habido crítica literaria con mis obras, y además muy positiva, y eso es un estímulo. Prefiero distanciar el plano político de lo literario porque al final se suele confundir la mediocridad política con la ambición literaria"

De acuerdo. He visto que el personaje central de su novela existió: Irene de Souza.

Existió. Era la hija del cónsul de España en Trípoli, Libia. Tuve conocimiento de su existencia a través de la correspondencia que se mantenía entre su padre y la corte española, el ministerio los Asuntos Exteriores, hace dos siglos.

Bueno, la novela transcurre entre 18004 y 1831.

A ver. Ella, Irene, es un ejemplo de ruptura. Es una mujer que, teniendo una formación liberal y además enciclopédica, hablaba cinco idiomas, decide romper con todas las ataduras morales de la época. Ambicionaba tener relaciones con todo tipo de personas, no tenía ningún prejuicio de raza ni de religión, mantenía muchas relaciones sexuales con la gente…

En el libro tiene dos amores determinantes.

Así es. Por eso provocó un grave escándalo en la época. Se había convertido en un problema para los 50 españoles que estaban ahí, que son todos personajes reales. Me documenté: Trípoli tenía 15.000 habitantes y había 50 españoles. Y ella se convierte en un conflicto evidente; teniendo en cuenta, además, que el padre era un liberal abraza el liberalismo con la Revolución de 1812 y cuando se restaura el régimen de Fernando VII lo cesan, y ella se queda allí a su suerte.

"Ella, Irene de Souza, es un ejemplo de ruptura. Es una mujer que, teniendo una formación liberal y además enciclopédica, hablaba cinco idiomas, decide romper con todas las ataduras morales de la época. Ambicionaba tener relaciones con todo tipo de personas"

Recuérdenos cómo se quedó…

Se queda casada con un español, que era para ella una persona sexualmente insuficiente, Alfonso Calvente. Irene, que necesitaba tener cobertura sexual, más apasionada, inicia una relación triangular: con su marido y con un comerciante austriaco que fue quien la satisfacía carnalmente. Eso provocó un escándalo, e incluso rompe todo porque su marido no puede más y ahí se desata parte de la historia y sobreviene el desenlace, que no diré si es o no trágico.

Mario Garcés cuenta una vida de mujer libre en el Trípoli del siglo XIX.
Mario Garcés cuenta una vida de mujer libre en el Trípoli del siglo XIX.
Verónica Lacasa

De acuerdo. No lo diremos. Arranca usted fuerte.

Es cierto. Quiero empezar la novela con una escena que sí es inventada. Yo que he sido secretario de estado de igualdad, y es un tema que me incomoda mucho, quería abordar la mutilación genital femenina. Quiero empezar con una escena muy fuerte, en la que la protagonista Irene apenas tiene doce años y tiene que ver cómo su principal amiga tiene que soportar una mutilación. Entonces no solo eso, sino que en el propio capítulo se deja entrever que entre las dos niñas podía haber algo más que una mera relación de amistad. Y el cónsul intenta inmediatamente apartar a la otra niña, y la manda a no se sabe bien dónde.

¿Por qué divide la novela en tres partes tan diferenciadas, y la más extensa es la primera?

A ver, yo utilizo un poco el cartabón. En ese sentido soy un poco seguidor Vargas Llosa, que es buen amigo mío. Yo intento hacer como ‘Conversación en La Catedral’, parto de una idea y a partir de ahí lo que hago es cuadrar, realizo una estructura que me permite tener un poco de orden. La primera parte, fundamentalmente, se centra en la vida de Irene con el padre; cómo se inscribe la novela en el ámbito del constitucionalismo pujante del siglo XIX y como la hija tiene problemas y cómo los padres se tienen que marchar de Trípoli. Es la parte más íntima y familiar, del reconocimiento de los personajes, de la composición coral.

En todas las partes añade un epílogo.

Si, sí. En eso confieso que soy heredero un poco de la tradición de Juan Manuel de Prada,

¿De Juan Manuel de Prada, por qué lo dice?

Si. Él es el autor de una obra que es muy referente para mí. Hay mucha gente que me dice que yo escribo muy parecido a Juan Manuel, que es un referente para mí, insisto, me presentó mi primer libro en Madrid y en Zaragoza, ‘Relatos desde el avión’. Hablo de ‘Morir bajo tu cielo’, que me parece la obra estrella de la literatura española de los últimos 40 años. La obra sobre ‘Los últimos de Filipinas’ y como homenaje a Juan Manuel Prada pongo un epílogo porque él acababa el libro con un epílogo. Tener tres epílogos es una forma de llamar la atención literaria.

¿Entonces sus autores de referencia serían Vargas Llosa y Prada?

Sí, claro. De hecho hay gente que ha dicho que escribo como Benito Pérez Galdós, cosa que me ha sorprendido. He tenido dar dos conferencias sobre Galdós, una en el Ateneo de Madrid. No creo que tenga que ver mucho con Galdós.

¿Lo dice porque en usted parece haber una voluntad lírica?

Efectivamente. Hay una voluntad de trascender lo histórico, ojo, sin faltar a la verdad. No sé si usted tiene la novela, si la leído, pero hablo de un personaje; cuando hago la nota de autor evoco a un marinero italiano… y al escritor se le pide que sea fiel con la verdad. Bueno pues es probablemente el único personaje que no existió de verdad. Como ve es un juego.

"Hablo de ‘Morir bajo tu cielo’, que me parece la obra estrella de la literatura española de los últimos 40 años. La obra sobre ‘Los últimos de Filipinas’ y como homenaje a Juan Manuel Prada pongo un epílogo porque él acababa el libro con un epílogo"

Lo deja bien claro en el texto.

Exacto. Y además es un juego porque quiero evocar a Ramón J. Sender porque él, durante un tiempo en el exilio, estuvo reivindicando la verdad. En un libro anterior ya le dedicaba un capítulo. La ficción es una forma de escalar la verdad pero no necesariamente de machacarla. Hay que escalarla, impregnarla de sentimientos y de los demonios creativos, pero nunca faltar a ella. Lo que quiero decir es que esta novela está basada en hechos reales. El resto de personajes son reales. Todo es cierto. Es una tarea de documentación. Irene de Souza mantuvo una actitud transgresora, fue valiente, puso por delante su propia vida, sus propios sentimientos y sus pulsiones pasionales antes que su propia subsistencia. Y de ella nunca más se supo.

¿No teme que le diga que se sube al carro del feminismo?

No. Me preguntaron. Pero que quede claro: no es un libro para que lo lean las mujeres. No. Es un libro para que lo lea todo el mundo. Y no tiene nada que ver con este momento dominado por el feminismo: aborda una época histórica. No quiero modificar el pasado para contar el presente. No he tenido que inventar nada apenas más allá de su propia existencia.

¿Quiere decir algo en particular?

La literatura en este momento está en una etapa de degradación absoluta, estamos en un nivel ínfimo en lo literario. Me da vergüenza ver lo que veo, leer lo que leo… Hay que rescatar la narrativa de hace 40 o 50 años de nuestros grandes escritores y hacerlo a través de géneros que pueden atraer al público. A Carmen Mola nunca le hubiera dado yo un premio Planeta. Me parece un escándalo. Si eso es la literatura…

¿Dónde está usted?

No quiero que la literatura sea un mero objeto de tráfico mercantil sino que sea un objeto de deseo para el lector. Estamos un nivel de absoluta degradación de la literatura. Lo tengo claro.

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