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La leyenda de la Orquesta Ríos empezó con un ciego y un joven albañil, barbero y practicante
La Fototeca de Huesca recibe casi un centenar de fotografías de esta formación que se fundó en 1916 en Belver de Cinca y que ha tenido varios nombres
Belver de Cinca (Huesca) es tierra de músicos como la familia Ríos o de fotógrafos como Antonio Lachós, uno de los fundadores del fenecido certamen Barbastro Foto este mismo año. En 2016 se cumplió un siglo de la existencia de la Orquesta Ríos, que ha tenido varias formaciones y denominaciones: Orquesta Ríos, Antonio Ríos preenta sus 7 rítmicos boys, The River Jazz; tras la Guerra Civil, Magnífico Quinte Ríos (de breve vida), Ríos Jazz, de 1940 a 1947; Orquesta Ríos, de 1947 a 1953, y unos cuantos más.
Uno de sus integrantes, José Luis Ríos Gabás (1958), al que veíamos hace no mucho tocar en la sala Galve del Auditorio de Zaragoza, explica: “A veces fue DR, Dakota Ríos; en ocasiones, fue RB, Ríos Ballarín. La Orquesta Ríos siempre fue, al margen de las diferentes denominaciones, ‘La Ríos’ o ‘Los Ríos’. ¿Qué orquesta va para las fiestas? La (Orquesta) Ríos o Los (Hermanos) Ríos. Así hasta el final. Hoy día ‘la Ríos’ es la Riverside Band, hecha con gente joven, amateurs, que tocan pocas veces pero mantienen la llama encendida”.
¿Por qué hablamos aquí de la una formación que tocó en muchos lugares, entre ellos Lérida, Huesca, Barcelona (sin ir más lejos en el Centro Aragonés de la calle Costa), Pamplona, Tossa de Mar, Francia o Zaragoza? Consta que en capital del Ebro actuaron en el salón Coto, el Iris, Las Palmeras, el chalet Buenavista o el Palacio de los Deportes? La razón de recordarla es sencilla: la familia Ríos ha donado casi un centenar de fotos, con mucho sabor y toda la pátina del tiempo, a la Fototeca de Huesca. La Orquesta Ríos, también Orquestina Ríos, según uno de sus múltiples carteles, se ofrecía para toda “clase de fiestas, tanto Cívico como Religiosas. Para ello cuenta con un extensísimo repertorio de bailables y obras de conciertos de los mejores autores”. Y se decía también con “un personal artístico excelente”.
La historia del origen, la evolución, la consolidación y sus giras es algo muy literario, tanto que ni Ramón José Sender, el autor de ‘Álbum de radiografías secretas’ o ‘Monte Odina’, se sustrajo al relato. Todo empezó como un cuento de picaresca española. Un día de 1908, 1909 o 1910, Antonio Ríos Ferrer (190-1988) escuchó el violín de uno de aquellos ciegos que iban de puerta en puerta, solos con su instrumento y su voz, o con lazarillo. La música le tocó muy adentro al joven; y en un instante que el músico dejó su violín sobre una piedra o incluso fue más brusco: le quitó la pieza del invidente y este se puso a gritar desaforadamente. “A mí, a mí. Los ladrones me roban el violín”. El chico lo tranquilizó: “No. No. Solo quiero tocarlo”. Arañó algunas notas, que debieron convencer al músico ambulante y le invitó a ser su acompañante. Entonces, imaginamos que ante alguien de su familia, le dijo que le daría clases de música, que le dejaría tocar un poco, que lo llevaría con él en sus giras y que le pagaría un poco.
La aventura no fue baladí: Antonio Ríos Ferrer estuvo en varias ciudades cercanas, como Pamplona, donde conoció a Pablo Sarasate, posteriormente viajó a Valls (Tarragona) y a Barcelona, y los dos hicieron acto de presencia en numerosos pueblos de Aragón. El ciego, con la colaboración de algunos amigos, no solo le había enseñado a su joven discípulo todo lo que había podido, fue algo más allá: le había abonado la matrícula del Conservatorio del Liceo de Barcelona.
Al parecer le necesitaba en casa o él mismo se cariñó de los suyos. Regresó al hogar, pero ya estaba poseído por el espíritu de la música. Se enteró de que Ontiñena de Cinca vivía el violinista José Guioni Lebetti, apodado ‘El Italiano’, que tenía su propia orquestina. Y se integró en ella. Sin embargo, el destino le reservaba una hermosa sorpresa: Lebetti anunció un día que se sintía mayor y cansado y quizá fuese el momento de abandonar la escena. Este personaje de ‘Crónicas del alba’, de Sender, tuvo una intuición: dejó el grupo al cargo de su alumno y le sugirió que la nueva formación se llamase Orquesta Ríos.
La vida de Antonio Ríos Ferrer no fue fácil. Casi resulta pintoresca: trabajó de albañil, de barbero y de practicante. Y aunque había estudiado algo menos que lo que hubiera deseado, compuso canciones, enseñó a tocar los instrumentos que dominaba, animaba los bailes o las proyecciones de cine mudo. Se casó con María Pirla Cascarosa, y tuvieron tres hijos: Antonio Ríos Pirla (1924-2013), Luis Ríos Pirla (1925-1993), que heredó los oficios de su padre, y María Ríos Pirla (1933). El primero sería un maestro de la trompeta y tocó mucho en diversas salas zaragozanas; Luis, un virtuoso del saxo, y María Luisa dominaba los secretos del saxofón y colaboró con varias formaciones. Como cosa curiosa, Antonio y Luis trabajaron dos años en el Kansas Circus; al parecer iniciaban y despedían sus espectáculos y solían cobrar unas 70 pesetas al día (un poco más de medio euro). Luis Ríos Pirla fue uno de los que más retrasaron su ingreso en la Orquesta Ríos. Barbero como su padre, colaboró en varios proyectos con músicos de Zaidín, en concreto en la Orquesta Hilton, y desarrolló labores de representación de artistas en particular en la provincia de Huesca.
Poco a poco se incorporarían los hijos que iban llegando. Antonio Ríos Pirla es padre de Antonio Ríos Palacio (1957), que toca la batería y las percusiones, y Miguel Ríos Palacio, que se centrado en la guitarra. José Luis Ríos Gabás, hijo de Luis Pirla, es pianista, compositor y profesor. Dijo a HERALDO.ES: “Mi abuelo solo tenía formación primaria. Escribió varias canciones. Los nietos continuamos la tradición musical, con o sin formación reglada: yo di clases en Lérida en una Escuela de Música que es también Conservatorio, L’intèrpret, y toco en la Big Band de Lérida. Y compongo mi obra. Mi primo Antonio Ríos Palacio forma parte de la River Side Band, que viene a ser una actualización puntual de la Orquesta Ríos, hecha con mis sobrinos y amigos, algunos procedentes de formaciones emparentadas con el maestro Guioni, que tiene una estatua en Sariñena, y da clases en la Escuela de Música de Belver de Cinca».
¿Quién le iba a decir a Antonio Ríos Ferrer que su pasión por el violín, por la música y por las formaciones de Xavier Cugat, Pérez Prado y Glenn Miller daría para tanto? Eso sí. Las fotos hablan por sí solas: son como las películas de los conciertos de la memoria.
