El duelo y la diversidad
Las pérdidas cinéfilas sacuden y remueven, con la carga extra de drama que aflora si suceden a edad temprana. El fallecimiento de Chadwick Boseman (43 años) impactó a los amantes del universo Marvel; encarnaba a Black Panther, personaje con garra que adquirió relieve desde la realidad social estadounidense, dado el simbolismo de la película en torno a su figura, debido al protagonismo negro y a la expresión racial. La desaparición de Boseman obligó a modificar la continuación de la historia, cambio escenificado en ‘Black Panther. Wakanda Forever’, dedicada al actor y con un prólogo concebido como homenaje (buen detalle el del logotipo personalizado).
Al partir de la muerte del noble rey T’Challa, y en consonancia con lo acaecido en la vida real, el filme se construye sobre el tema del duelo; una base complementada con la representación de la diversidad y las minorías, ya que aparte de describirse a los wakandianos también se analiza a los guerreros de Talokan, civilización submarina inspirada en la maya. Un tratamiento al estilo ‘Hollywood comprometido’, con todo lo que ello suscita.
Los apuntes acerca de la belleza de los pueblos y las acciones externas para hacerse con sus recursos (mejor obviar, en las explicaciones relativas al antagonista Namor, la referencia al pasado opresor español) enlazan con los toques discursivos. En el sustrato no faltan distintas manifestaciones del poder femenino, con el foco en la hermana y la madre del añorado protector. El nutrido revestimiento, sin embargo, no llega de la manera en que pretende el director Ryan Coogler, algo ensimismado esta vez. Ocurre algo parecido con la propia exposición de la nueva etapa, ya que el inflado relato, en el fondo de transición y de orígenes, tarda en plasmar el camino lógico y esperado. Cuando lo hace se apoya en elementos recurrentes, y el relevo heroico carece de la fuerza original.
