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Isabel González: "Cuando un libro vibra lo sientes como un bicho caliente ahí dentro"

La escritora y artista de Ejea de los Caballeros, que trabaja infografía y diseño en 'El Mundo', publica el libro de cuentos 'Nos queda lo mejor'

Isabel González cuenta doce cuentos a lo largo de las cuatro estaciones caracterizados por el patetismo, la ternura, la extrañeza, la ironía y el humor.
Isabel González narra doce cuentos a lo largo de las cuatro estaciones caracterizados por el patetismo, la ternura, la extrañeza, la ironía y el humor.
Oliver Duch.

"Nací en Zaragoza y de eso no me acuerdo, pero sí de mi niñez en la gasolinera de Ejea. Es el eje fundamental de mi escritura, y quizá de mi vida, haber nacido allí, en un terreno fronterizo. Eso ya lo contaba en ‘Casi tan salvaje’ (2012), un libro que estaba escrito en otro tono, con otro nivel de lenguaje que va hacia lo oscuro, el grito y el silencio, hacia ese lugar donde la palabra pierde significado. ‘Nos queda lo mejor’ (Páginas de Espuma, 2022) quiere ser más comunicativo. Este libro se parece más a mí. O por lo menos creo que abarca más facetas". Así se retrata Isabel González (Zaragoza, 1972), que, además de escritora, es diseñadora, infografista en ‘El Mundo’ y artista.

Lo que sí se ve en este libro es lo gamberra que puede llegar a ser.

Eso creo que lo heredé de mi madre. Es la mirada irónica también. Sí, sí, sí. Es una de las cosas que pasaban en la gasolinera, que se quedaban en esa frontera, que es tan porosa. Ahí lo que tienes es una mirada muy caleidoscópica y una visión del mundo que está formado por partes muy antagónicas: por el rito y lo natural, por lo claro y lo oscuro. Estás en la zona de la construcción y en la zona de destrucción del mundo.

Ese espacio vuelve una y otra vez.

El mundo es caótico y nuestra mente también lo es. Cuando escribes lo que haces es intentar traducir el caos. Si traduces mucho te vas a una línea en la que el cuento puede tener una estructura convencional perfecta, pero también se perderá esa vibración, esa complejidad o esa amalgama de contradicciones que es estar vivo. No busco la perfección sino la vibración. Entonces, esa ha sido una lucha larga para escribir este libro, ‘Nos queda lo mejor’, una década después. Cuando un libro vibra, cuando no sabes lo que va a pasar, lo sientes como un bicho caliente ahí dentro. No sé.

"Uno de mis aprendizaje es que la literatura está en los detalles y en los demonios"

Le saca mucho partido a esa infancia.

Lo que emergió ahí fue un ser informe, a veces material, a veces espiritual, con dos cabezas, que es lo que digo yo…

Por cierto, esa imagen la usa en uno de los cuentos del libro.

Sí. Yo venero al dios de la chapuza, esa es mi salvación. La chapuza no es hacer las cosas mal, sino intentar hacerlas bien y que te salgan mal. Y esa es mi vena: vas a hacer un bizcocho, tienes todos los elementos, has puesto todo el amor del mundo y te sale seco. Y eso quiere decir que hay un dios mayor aún que el dios de la chapuza: el dios de intentar arreglar la chapuza. Eso ya es lo máximo. Estas situaciones de la vida son las que despiertan en mí toda la compasión, la identificación, la alegría, y yo que sé, las infinitas esperanzas del ser humano. Por eso en el libro las situaciones son un poco grotescas, patéticas, porque de alguna forma eso me hace feliz…

¿Hubo profesores, compañeros que le marcaran?

¿Para qué, para escribir? No. No. Hago un montón de cosas. El hecho de que Ismael Martínez Biurrun, mi futuro marido y un reconocido autor hoy de fantasía, escribiera, pues sí, me condicionó. Yo soy muy mono, muy chimpancé. Y aprendemos también por imitación.

Lo conoció a él y se hizo escritora…

Bueno, no exactamente. Había escrito poemas. De cuando estuve en HERALDO en maquetación -con Óscar Nieto, Pilar Ostalé y Luis García Bandrés, etc.- tengo muchas cosas escritas. Estudié Periodismo en Pamplona porque era lo que menos me desagradaba de todo. No tengo ninguna vocación periodística. En realidad, yo hubiera estudiado Bellas Artes, pero parecía que el Periodismo tenía más salidas o lo que fuera, agrupaba muchas facetas dispares, el diseño, la entrevista, el reportaje, la fotografía. Luego, cuando nos fuimos a vivir juntos, verlo a él, tan metódico, escribiendo, eso fue… Aunque, ¿sabe una cosa?

"Tengo una parte discreta e tímida, y el humor también es una forma de salvación"

Por favor.

Lo que me hizo empezar a escribir fue mi primer hijo. Yo empecé a escribir cuando no podía escribir. Me dije: «No tengo tiempo pues ahora quiero escribir». Y empecé con microrrelatos que mandaba a la Cadena Ser, y muchos fueron seleccionados. Fue muy chulo.

¿Cuánto tiempo estuvo en HERALDO?

fueron dos años de verano y también hacía fines de semana. Fue una época preciosa. ¿Sabe de lo que más me acuerdo de HERALDO? El señor que servía las bebidas. Le pedía una coca cola, la giraba para que se mezclara bien y te la daba con inmensa ternura. Era maravilloso.

¿Cómo surgió su primer libro y por qué lo mandó a Páginas de Espuma?

Adoro leer cuento, y claro era de las editoriales específicas, con Menoscuarto. Y entonces, se lo llevé el libro. Y ya está. Páginas ya llevaba su tiempo, pero era mucho más modesta, más discreta, pero convencida del poder del cuento. El truco, a veces, es entrar en los sitios cuando empiezan y son más receptivos. Ahora Páginas, y se lo han currado mucho, ha pegado un subidón impresionante. En el mundo literario, tuvo buena recepción, elogios, fue apreciado y valorado.

En ‘Nos queda lo mejor’ introduce el humor más que nunca.

No cabe otra. El humor es una coraza. Tengo esa parte, discreta, tímida, y el humor también es una forma de salvación y de no tomarte demasiado en serio. El humor tiene un poco esa facultad de amalgamar, de mezclar cosas, se parece a la poesía; el humor empuja a la realidad a sitios donde se rompe y estalla.

¿Ha sido aquí más libre que nunca?

Sí. Es curioso: he sido más libre que nunca y también he sido más consciente de lo que quería decir. Tengo 50 años. He trabajado la escritura intentando comunicarme más que en otros libros –una novela y cuentos infantiles– porque creo que es un libro reconciliatorio. A la mitad de la vida, o un poco más allá, empiezas a entender tantas cosas. Y de reconciliarte con tantos tipos de personajes que aparecen en el libro, que en otro momento te han parecido despreciables, que no los comprendías, hay una especie de reconciliación y de alegría de estar viva. Tengo como una borrachera de los 50: querrías abrazar a todo el mundo y decir: «Os quiero».

También hay cuentos costumbristas y hay una obsesión por los espacios: el físico y el mental…

Es una de las cosas que he hecho. Decir las grandes cosas con grandes palabras es mucho más fácil que decir las grandes cosas y traducirlas en pequeños actos… Uno no come igual cuando está triste que cuando está enamorado. Lo que me gusta es cómo se traducen los grandes temas: la muerte, la pasión, la venganza, la ira, en la cosa más pequeña, y eso es lo más difícil de escribir. Es uno de los aprendizajes que he hecho: La literatura está en los detalles y en el demonio.

ISABEL GONZALEZ ( ESCRITORA E INFOGRAFA ) / 20/10/2022 / FOTO : OLIVER DUCH[[[FOTOGRAFOS]]]
Isabel González también es artista y expone ahora sus ensamblajes en Madrid.
Oliver Duch.
"Hay una especie de reconciliación y de alegría de estar viva. Tengo como una borrachera de los 50: querrías abrazar a todo el mundo y decir: 'Os quiero'".

¿Por qué le gustan los cuentos?

Porque no son cansinos. No soporto aburrir al lector y cuando escribes un cuento piensas en él, es tu espejo y tu interlocutor. Y luego tienen un ritmo, una fulguración, un fogonazo, un silencio, muy especiales. En este libro no hay dramas. Sí hay patetismo, ironía y humor. Es mi libro más optimista. ¿No le parece?

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