el patrimonio aragonés emigrado

Los cascos celtibéricos de Aranda de Moncayo y su viaje de ida y vuelta

Siete de ellos fueron devueltos a Aragón y se exponen en el Museo de Zaragoza. Pero aún hoy, 40 años después de su expolio, se desconoce su número exacto y el paradero del resto de las piezas.

Vitrina del Museo de Zaragoza con los cascos celtíberos de Aranda de Moncayo.
Vitrina del Museo de Zaragoza con los cascos celtíberos de Aranda de Moncayo.
Guillermo Mestre

En febrero de 2020 fallecía Ricardo Granada, el principal condenado por el expolio de los cascos celtibéricos de Aranda de Moncayo

Con ello se cerraba en falso uno de los casos más sangrantes de expolio arqueológico de la historia de España. Se remontaba a finales de la década de los años 80 del siglo pasado, cuando Granada, solo o en compañía de otros, extrajo de un yacimiento celtibérico de la localidad de Aranda de Moncayo un número indeterminado de cascos antiguos. 

Acabaron en manos de un anticuario que los introdujo en el mercado europeo a principios de los 90. Un par de ellos se subastaron en Londres y otros tantos se ofrecieron en 1992 al Romisch-Germanisches-Zentralmuseum de Maguncia. Allí, el arqueólogo Michael Müller-Karpe, comprometido en la lucha contra el tráfico ilegal de obras de arte, informó a la Interpol. Pero diversas circunstancias impidieron su recuperación y acabaron en la colección del alemán Axel Guttmann.

No fue hasta después de su muerte, en el año 2000, cuando reaparecieron los cascos. Sus herederos sacaron a la venta su colección. Parte llegó en 2004 a Christie’s de Londres, y el resto, poco después, a la alemana Hermann Historica, que la fue vendiendo en distintas sesiones. En 2008 Müller-Karpe alertó de que las piezas estaban saliendo al mercado pero, por falta de atención de las autoridades españolas, se siguieron vendiendo durante tres años más.

Al final, el Tribunal Supremo español abrió diligencias y eso dio un vuelco a la situación. En marzo de 2013 la Operación Helmet I condujo a la detención de Ricardo Granada, al que se le incautaron 4.000 piezas arqueológicas, y en agosto de ese año llegó la Operación Helmet II, en la que se detuvo a otra persona, Mariano Ostalé. Cinco años más tarde se celebró el juicio en la Audiencia de Zaragoza, en el que ambos fueron condenados. 

Tras establecerse judicialmente el origen ilegal de las piezas, Christian Levett, coleccionista británico que había comprado siete y los exponía en su Museo de Arte Clásico de Mougins (Francia), los devolvió en París al Gobierno español, que los trajo a nuestro país y los depositó en el Museo de Zaragoza, donde se exponen actualmente. 

Una vez aquí, se sometió a los cascos a todo tipo de estudios, y se llegó a una conclusión inquietante. Todos ellos habían sido sobrerrestaurados. Antes de abandonar nuestro país, los cascos habían sido ofrecidos a coleccionistas locales, que los describían como muy fragmentados. Y en las salas de subastas lucían casi impecables. Que los análisis revelaran que habían sido objeto de amplias reintegraciones apuntaba la posibilidad de que se hubieran reaprovechado las piezas para reconstruir el mayor número de cascos posible.

A día de hoy se desconoce el número exacto de cascos que aparecieron en Aranda. Se habló de 18, y se sabe que una ciudadana austriaca compró un par, y se desconoce si quedan más en la colección Guttmann. En el Museo de Zaragoza se exponen siete. Un octavo, entregado posteriormente y que resultó ser falso, se presenta en vitrina aparte.

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