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Miguel Ángel Yusta: "Duele la falta de amor, que es el origen de los males del mundo"

Escritor y melómano, es un hombre herido por la memoria y la pasión por el lenguaje. Publica ‘Postludio’, un libro de amor, belleza y melancolía

MIGUEL ANGEL YUSTA ( ESCRITOR ) / 07/04/2015 / FOTO : OLIVER DUCH[[[HA ARCHIVO]]]
MIGUEL ANGEL YUSTA ( ESCRITOR ) / 07/04/2015 / FOTO : OLIVER DUCH[[[HA ARCHIVO]]]
Oliver Duch.

Díganos qué es un ‘Postludio’ y por qué ha elegido ese título. ¿Cómo debemos vincularlo con su nuevo libro, titulado así y publicado en Lastura?

‘Postludio’ es, según definición académica, «Pieza que se toca al terminar los oficios divinos, mientras los fieles salen del templo». Digamos que se puede aceptar, además de como un canto final, como un epílogo. Por otra parte me parece una palabra atrayente, eufónica, bella y apropiada para el contenido del poemario.

Usted es apasionado de la copla y la jota, y da muestras de ello en estas páginas. ¿La poesía es una crónica de la intimidad, un viaje a la memoria o una declaración de estar comprometido con el mundo?

Todo ello es materia poética, si está tratado con lenguaje poético. Personalmente, creo en la poesía sin excesivas vestiduras retóricas: verdadera, desnuda, austera. Creo en la poesía como expresión, mediante –insisto– lenguaje poético, de una serie de sentimientos y basada, siempre a mi modo de entender, en varios factores: inteligibilidad (no confundir con vulgaridad), belleza en la expresión, musicalidad (ritmo) y emoción. Es como una partitura que ha de llegar al lector-intérprete, llevándole a reflexionar y sentir con su lectura. No se trata tanto de escribir como de comunicar emociones que cada lector sienta de manera particular y exclusiva.

¿Qué duelen más: la guerra de Ucrania o las batallas del cuerpo y de la mente propios, el dolor del desamor, por ejemplo?

El amor, la amistad y la afinidad entre los humanos creo que son sentimientos de validez universal, potentes, y el poeta los aplica inevitablemente de manera explícita o implícita. Duele la falta de amor y ella es el origen de la mayoría de los males del mundo a nivel individual o colectivo como sociedad humana.

Este es un libro de estados de ánimo. ¿Está escrito desde el pesimismo, la desazón y el dolor, o el lenguaje siempre es como un faro que ilumina la tiniebla?

La duda y la incredulidad van creciendo conforme se acerca el «tiempo del regreso» y tendemos a consolarnos –o no– con ciertas «medidas terapéuticas» a las que se aferra más de la mitad de la Humanidad. Pero ya decía Goethe: «El niño es realista; el joven, idealista; el hombre, escéptico; y el viejo, místico». Al final se impone la serenidad y la esperanza, sobre todo por los que se quedan...

¿Ha querido dialogar con el García Lorca de ‘Poeta en Nueva York’ en un poema como ‘El pico de la curva’? Escribe: «Mueren en Nueva York a cientos cada día. / Y mueren en Madrid a cientos cada día».

Lorca es un maestro, un genio y siempre, como Miguel Hernández o Antonio Machado, un referente imprescindible. Ese poema, inspirado en aquellas primeras terribles noticias de los telediarios, es simplemente el resultado de una impresión cuando comenzaba la pandemia y Nueva York estaba especialmente afectada. Todo era imprevisible, terrible y estábamos expectantes y conmocionados. Recordar es necesario y aquello, que ojalá nunca se repita, nos condicionó la vida de manera muy especial.

El amor está muy presente. O la nostalgia del amor. O su recreación gozosa. Impresiona cuando escribe: «Te me has inyectado en vena / y me maldigo / por no morir de ti». O «Enfebrecido estoy ante tu vientre / y en tu altar, de locura me consumo». ¿Cabe más pasión?

Hay un par o tres poemas eróticos relacionados con vivencias cercanas o lejanas. El erotismo en poesía para mí es sugerencia, delicadeza, elipsis, sin por ello dejar de ser a veces tremendamente sensual, cálido y apasionado. Se puede decir mucho callando mucho, pues los silencios a veces son más elocuentes en poesía que las palabras... Lo difícil es sugerir, implicar al lector sin emplear el lenguaje vulgar, lo cual nos llevaría al poema pornográfico. No obstante, allá cada autor con su idea del erotismo, el sexo, la pasión y el tipo de lenguaje que emplee.

"Compartir es un placer inmenso y, si es belleza, música, arte y emoción, ya es infinito"

Escribe: «La infancia, el paraíso...». ¿Es necesario mirar atrás para seguir hacia adelante? ¿Qué le da el pasado al poeta?

Cito a Rainer María Rilke: «La verdadera patria del hombre es la infancia». En ese sentido, el poeta redescubre y trae de la memoria retazos de su patria-infancia, que pueden ayudar a recomponer y comprender ese endiablado rompecabezas que en muchos de nosotros constituyen unos recuerdos de infancia, vividos a veces en unas épocas difíciles por muy diversas circunstancias y que vienen y van continuamente en nuestra memoria. En nuestros pasados hay infancias paradisíacas y las hay infernales...

¿Cómo se acarician los recuerdos?

También nos dice el poeta José Ángel Valente que la experiencia de crear un poema no comienza con el texto, sino antes de su escritura exterior. En ese sentido, los recuerdos tienen su lugar en el yo poético como en un espejo que nos ofrece imágenes, recordadas, que poco a poco el transcurso de los días irá borrando de la memoria. El poeta los recoge, los trae al presente y los implica en él acariciándolos o, también, reviviéndolos aunque duelan, porque son parte de nuestro recorrido vital e inherentes a él.

Es un gran aficionado a la ópera y también escribe de ella en HERALDO. ¿Qué es lo mejor de la ópera: la música, las voces, o la mujer que puede acompañarnos?

La ópera es un espectáculo integral y el más hermoso del mundo: música, canto, teatro, escenografía... Lo tiene todo. Soy espectador apasionado desde hace más de cincuenta años en diversos escenarios nacionales e internacionales. Lo mejor de la ópera es... la ópera. Suelo ir solo o acompañado y lo cierto es que, cuando estoy acompañado, disfruto mucho viendo el encanto, la emoción, reflejados en el rostro amigo que está a mi lado. Compartir es un placer inmenso y, si es belleza, música, arte y emoción, ya es infinito.

Ha sido galardonado con el premio Imán por la Asociación Aragonesa de Escritores y ha publicado muchos libros incluido los de coplas y de jota. ¿Qué le da la escritura?

La lectura, la buena música, la belleza en general es redentora de una cotidianidad que está cada vez más complicada y llena de tribulaciones. En cuanto a escribir –en este caso poesía– creo con firmeza que debe ser, ante todo, un acto de humildad, de reflexión individual y, también, de amor, sin caer excesivamente en el relato personal de nuestras cuitas e intentando universalizar los conceptos. Escribir es, para mí, vivir... En la escritura yo busco, ante todo, la propia satisfacción de la obra hecha lo mejor posible.

«Decir adiós, y basta». ¿Debemos asustarnos? ¿Ha perdido el poeta la fe?

No, nunca hay que perder la fe y, sobre todo, la esperanza. Decir adiós llenos de serenidad mas también de realismo, pues es la realidad la que nos dice que el olvido es muy frecuente y se instala pronto en quienes nos sobreviven. Por ello pienso que lo que en verdad importa es caminar esperanzado y «ligero de equipaje»; sembrar amistad y generosidad entre los que están próximos y, cuando nos pidan «el billete de vuelta», dejar al apearnos el mejor recuerdo posible entre quienes nos acompañaron en ese viaje, apasionante a fin de cuentas, que es nuestra vida.

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