Eduardo Aladrén se presenta en el Teatro Real para participar en un histórico ‘Nabucco’

Es el primer tenor aragonés que debuta en papel protagonista en ese coliseo desde Miguel Fleta en 1922

La soprano Saioa Hernández, en el papel de Abigaille, y Eduardo Aladrén, Ismaele, en el ensayo general de la ópera.
La soprano Saioa Hernández, en el papel de Abigaille, y Eduardo Aladrén, Ismaele, en el ensayo general de la ópera.
Javier del Real/Teatro Real

«‘Nabucco’ fue la obra que hizo famoso a Verdi, la que lo convirtió en ídolo del Risorgimento italiano. Por eso en esta producción no nos encontramos a babilonios oprimiendo a hebreos, sino a austrohúngaros oprimiendo a italianos. Como en todas las óperas de Verdi, el conflicto argumental se genera en el seno de una familia, y la escenografía es sencilla pero efectiva: hay un gran muro, simbolizando el poder de Dios, que se va moviendo a lo largo de toda la obra. Así, la única manera de llenar la escena es que los cantantes sean mucho más actores de lo habitual". El tenor aragonés Eduardo Aladrén se encuentra velando las armas vocales para su inminente debut en el Teatro Real con el Ismaele de ‘Nabucco’. La última vez que un tenor aragonés debutó con papel protagonista en el coliseo madrileño fue hace 100 años, en 1922, cuando se presentó allí Miguel Fleta.

Este ‘Nabucco’, con dirección escénica de Andreas Homoki y musical a cargo de Nicola Luisotti, puede considerarse ‘histórico’ porque la ópera llevaba 151 años sin ponerse en escena en el Real. Arranca largas ovaciones todas las noches, y ya es costumbre que el coro tenga que bisar el famoso ‘Va pensiero’. Aladrén dará vida a Ismaele en las funciones de los días 12, 13, 16, 20 y 22 de julio. En el reparto, junto a él, George Gagnidze, Roberto Tagliavini, Saioa Hernández , Elena Maximova, Felipe Bou, Fabián Lara y Maribel Ortega. La obra, una coproducción del Real y de la Opernhaus de Zürich, se estrenó el pasado día 9. Desde el punto de vista vocal, no es de los papeles más exigentes a los que se ha enfrentado el aragonés.

"Es llamativo que Verdi no le escribiera un aria al tenor y que le hiciera tres al bajo –señala–. Este año he dado 12 funciones de ‘Aida’ y, si comparas los papeles de Radamés e Ismaele, ves que no tienen nada que ver, que en el primero el tenor tiene mucha más responsabilidad. Pero al estudiar a Ismaele ahora me he dado cuenta de que no es un papel tan fácil como pensaba, y hablando con otros tenores hemos coincidido: hay que saber cantarlo y bien. Necesita un tenor spinto, que tenga una voz con un buen centro y  capaz de dar bien los agudos. Solo con que tuviera un aria ya sería uno de los papeles más codiciados por los tenores. Pero, de hecho, lo han cantado todos los grandes, Carreras, Domingo...".

Aladrén cree que se encuentra en el mejor momento de su carrera. "El contrato con la Deutsche Oper am Rhein de Düsseldorf me ha dado tranquilidad y libertad. Participo todos los años en dos o tres producciones, con un máximo de 20 funciones, y el resto del tiempo tengo libertad para acometer otros proyectos. El invierno es duro, porque se ve poco el sol, pero soy tremendamente feliz. Es un tópico lo de que como en España en ningún sitio, pero es cierto. Ya veremos cuando se me acabe la voz qué pasará".

Casado con la pianista ucraniana Anastasiya Titovych, con la que tiene una hija, en los últimos meses ha asistido con dolor a la evolución de la guerra. Afortunadamente, los familiares más directos de su esposa han logrado abandonar el país.

Estando en el mejor momento de su carrera profesional, ¿piensa ya Eduardo Aladrén en la retirada? "Lo he dicho antes un poco en sentido figurado –añade–. Cuando se me acabe la voz... dependerá de la situación. Parece que quiero verme en el futuro, ya retirado, en la playa y mirando al mar. Pero lo que está claro es que da igual la técnica que tengas o lo bien que hayas cantado, llega un momento en que la voz se va. Espero saber retirarme con dignidad, no estirar mi carrera artificialmente porque no me parece ético. Pero ese momento no está aún cerca. Tengo las cuerdas vocales totalmente en forma. Voy a ir adquiriendo un repertorio dramático, pero sin prisa, porque quiero disfrutar aún del de lírico spinto. Hasta los 60 o 65 años me queda todavía voz".

El año que viene, con los principales teatros de ópera del mundo ya a pleno funcionamiento, se le dibuja una gran temporada, con al menos seis papeles protagonistas de óperas tan conocidas como ‘Tosca’, ‘Aida’, ‘Adriana Lecouvreur’, ‘Macbeth’ o ‘Madama Butterfly’ (con el que debutará en la Ópera de Leipzig). "Mi carácter, mi voz, se acercan más al verismo que a Verdi, pero a Verdi hay que cantarlo y disfrutarlo. Yo he gozado con sus papeles más ‘delicados’ para tenor. Con muchos años de trabajo he conseguido la seguridad técnica que me permite afrontar los papeles más complicados del repertorio. Saber cómo hacer las cosas te da tranquilidad".

Y con esa serenidad afronta su debut en el Teatro Real.

"Los tenores llevamos una existencia normal. En general, vida sana, buena alimentación, beber mucha agua y, el día de la función, estar lo más tranquilo que se pueda. A mí no me gusta hablar el día en que tengo que cantar. Cuando hablas también estás fonando y, psicológicamente, uno siempre quiere guardar toda la estamina de las cuerdas vocales para la función. La última representación de ‘Nabucco’ en la que participo es el 22 de julio. Nos iremos unos días a la playa y a principios de agosto volveremos a Longares, a estar unos días con mis padres –relata–. No tendré muchas vacaciones este año porque el día 10 de agosto inicio en Düsseldorf los ensayos para un ‘Macbeth’".

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