especial 40 años de estatuto

El desarrollo de la creación artística y el fulgor de una literatura muy viva

Aragón ha cambiado a lo largo de los últimos cuarenta años como del día a la noche: han surgido museos, salas de exposiciones, proyectos innovadores como Etopia, etc. Y en las letras se está dando un caleidoscopio de narradores, poetas e historiadores con éxitos tan claros como ‘La España vacía’ de Sergio del Molino y ‘El infinito en un junco’ de Irene Vallejo.

José Luis Borau y Soledad Puértolas.
José Luis Borau y Soledad Puértolas.
Carlos Moncín/Archivo Heraldo

Han pasado tantas cosas en las letras y en las artes en Aragón en estas cuatro décadas que lo difícil es saber por dónde empezar y qué seleccionar sin resultar injusto o parcial, con proyectos, sueños y empeños que han cuajado o que, si se han quedado por el camino, han ensanchado nuestro imaginario. Aragón es una de las comunidades más pobres de España (no podía pagar sus dos premios más importantes: el Aragón-Goya y el de las Letras Aragonesas), sobre todo desde la perspectiva institucional y el manejo de presupuestos; sin embargo, la sociedad civil y los creadores, en todos los órdenes y disciplinas, no han dejado de inventar, de fabular, de proponer y de desarrollarse.

En la cultura se acusa la falta de tejido industrial, pero la Comunidad ha abierto espacios y museos (individuales y colectivos, algunos tan novedosos como Etopia), ha potenciado infraestructuras que ya existían (el Museo de Teruel, el Museo de Huesca, el Paraninfo, la Aljafería...), galerías, editoriales, ha activado colecciones de fondo, etc. El IAACC Pablo Serrano intenta ser el centro coordinador de las políticas de artes plásticas de Aragón, y ha realizado exposiciones de los premios Aragón-Goya con la ambición debida. Pensemos en las de Rafael Navarro, Pedro Avellaned, Fernando Sinaga, Teresa Ramón, Natalio Bayo, entre otras. O en algunas temáticas, de materia historicista (Miguel Fleta, Pilar Lorengar, Pilar Bayona), que merecían una mejor respuesta del público.

Antes de que José Manuel Pérez Latorre concibiese el museo Pablo Serrano, el Ayuntamiento de Zaragoza abrió esa joya que es el Museo Pablo Gargallo, remodelado por Ángel Peropadre. El escritor e investigador Agustín Sánchez Vidal explica: "Cuando debo acompañar a gente de Zaragoza por la ciudad, lo que más suelen elogiar es el Museo Pablo Gargallo, como ejemplo de lugar acogedor y lleno de interés, y el modo en que están expuestos los grabados de Francisco de Goya en el museo de Ibercaja que lleva el nombre del pintor", dice. E introduce otra novedad o transformación a la que hemos asistido: el Museo Camón Aznar se ha convertido en el Museo Goya de Ibercaja y ha realizado, desde distintos puntos de vista y con muchos artistas (Alberto Carrera Blecua, los hermanos Chapman, Picasso, Lita Cabellut, Pepe Cerdá, el Greco), una apuesta de exaltación de Goya y sus ecos.

"Si hay una exposición que todavía recordamos es 'El Settecento Veneciano. Aspectos de la pintura veneciana del siglo XVIII', que tuvo lugar en la Lonja en 1990. Fue una exposición que puso a Zaragoza en el circuito nacional e internacional"

Por lo regular, Goya está bien atendido. Desirée Orús, hasta hace poco presidenta de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte (AACA) y ahora vicepresidenta, dice: "Si hay una exposición que todavía recordamos es 'El Settecento Veneciano. Aspectos de la pintura veneciana del siglo XVIII', que tuvo lugar en la Lonja en 1990. Fue una exposición que puso a Zaragoza en el circuito nacional e internacional de las grandes exposiciones. Zaragoza se convirtió en la ciudad a visitar para los amantes del arte".

Quizá se puedan rastrear algunas otras apuestas de mérito en otros espacios: el palacio de Sástago, que fue durante años el estandarte del arte contemporáneo más avanzado (la propia Desirée escoge la de Joel-Peter Witkin, "una fotografía en blanco y negro que desafiaba al propio Velázquez", realizada en colaboración con Spectrum, que cumple 45 años), e incluso en el Patio de la Infanta, en el remozado Paraninfo o en el Museo de Zaragoza, de devenir un tanto errático. Desirée Orús elige, también, ‘Después de Goya. Una mirada subjetiva’, que comisarió en 1996 Antonio Saura, y desliza una reflexión grave: "Zaragoza estaba a la vanguardia en estos años y luego ha ido perdiendo esa estela de modernidad".

En Huesca se han alternado tres espacios muy diferentes: el Museo de Huesca, que ha rendido homenaje a Ramón Acín y Teresa Ramón, por ejemplo; las salas de la Diputación de Huesca, que han tenido un gran protagonismo en pintura, fotografía y a veces cine, y el CDAN, que apostó por el arte y la naturaleza, por las colecciones de fondo y por muestras individuales.

En estos cuarenta años se ha recuperado a los artistas del Paso, los de Pórtico y los de la Escuela de Zaragoza; se han reivindicado galerías, grupos y se han acusado notables pérdidas: Salvador Victoria, Santiago Lagunas, Antonio Saura, Eduardo Salavera y, por supuesto, Víctor Mira, de quien se cumplen el próximo año dos décadas de su suicidio. José Manuel Broto es, por ahora, nuestro único Premio Nacional de Bellas Artes.

Sergio del Molino e Irene Vallejo.
Sergio del Molino, con 'La España Vaciada' e Irene Vallejo con 'El infinito en un junco' son ejemplos del esplendor del ensayismo que destaca Agustín Sánchez Vidal. En artículos periodísticos destaca a Mariano Gistaín.
Guillermo Mestre/Oliver Duch

Todo ello ha corrido paralelo a cuarenta años muy positivos de letras: en la literatura y en la historia, en la literatura infantil y juvenil, en la ilustración, etc. José-Carlos Mainer, nuestro mejor ensayista literario con Aurora Egido, dice: "Destaca la consolidación de escritores nuevos (sobre todo en el campo de la narrativa), que están en primera línea de la actualidad literaria. Y que se llevan bien entre sí: José María Conget, Soledad Puértolas, Ignacio Martínez de Pisón, Manuel Vilas, Sergio del Molino, Irene Vallejo, Daniel Gascón, Aloma Rodríguez...", dice el autor de 'La edad de plata'. También subraya "la actividad del mundo editorial, especialmente en el terreno de la divulgación histórica: desde la madrugadora serie de Librería General (Colección Aragón) a las bonitas series de Guara Editorial, desde la Gran Enciclopedia Aragonesa a los cien tomitos de la colección de la CAI... La democracia fortaleció a los veteranos Institutos de las Diputaciones. Y en esa misma labor de investigación y divulgación, las Prensas Universitarias de Zaragoza han destacado también entre las españolas, y me gustaría reparar en la colección Larumbe textos". Mainer también señala la recuperación de autores como Ramón J. Sender, Benjamín Jarnés, Julio Antonio Gómez o Miguel Labordeta. "Y, por supuesto, la apreciación de la obra y la persona de Ildefonso Manuel Gil como decano moral de las letras de estos años", agrega.

José Luis Melero, bibliófilo y divulgador literario, se suma a estas valoraciones: "'El infinito en un junco', de Irene Vallejo, un libro apasionante, escrito con una prosa magnífica, extraordinariamente documentado y lleno de información, y que se ha convertido, frente a todas las previsiones, en todo un fenómeno editorial. Pisón, que ha logrado el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica, además del de las Letras Aragonesas", señala.

En su mirada de conjunto añade: "Manuel Vilas logró con 'Ordesa' un éxito excepcional y lo hizo convertirse también en uno de los más leídos y respetados novelistas españoles. Me gustaría recordar la extraordinaria labor que ha hecho la editorial Xordica". Xordica no esta sola: ahí están Olifante, Contraseña, Rolde Jekyll & Jill, GP, Prames, Pregunta, Mira, Rasmia… Hay muchos más autores: Ana María Navales, J. A. Labordeta y Ángel Guinda, ya finados; Rosendo Tello, Javier Sierra (premio Planeta), Magdalena Lasala, Miguel Mena, Javier Sebastián, Fernando Sanmartín, J. J. Ordovás, Ismael Grasa, Ánchel Conte, Ana Alcolea...

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