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Ricardo Calero: "La sensibilidad de los poetas me ha calado hondo y lo transmito"

Nació en Villanueva del Arzobispo (Jaén), 1955. Vive en Zaragoza desde niño. Ofrece su muestra más amplia en la Lonja: ‘Espacios del sentir’

Ricardo Calero expone en la Lonja.
El artista ante de sus obras.
Oliver Duch.

«Goya es el artista que, desde mis inicios en el aprendizaje de las enseñanzas artísticas, me fascinó siempre. Mi estudio lo tenía en la antigua calle Goya –hoy Jusepe Martínez–; a principios de los años 80, el catedrático Federico Torralba me invitó, junto a otros artistas, a que donara unas obras para una subasta y poder restaurar, con el dinero que se recaudase, la casa natal de Goya que se estaba hundiendo. Se recaudó importante cantidad de dinero que sirvió para consolidar el tejado y creo que fue el origen, con la colaboración de la Diputación de Zaragoza, del actual museo», dice el escultor Ricardo Calero, que presenta en la Lonja, hasta el 4 de julio, la muestra de más ambiciosa de su carrera, una síntesis de 35 años de carrera: ‘Espacios del sentir’. «Unos años más tarde, el Museo del Grabado me encargó la edición de unos ‘Disparates’, reinterpretación actual de los de Goya, y eso me llevó de nuevo a Fuendetodos; donde luego instalaría mi casa-estudio, enamorado del lugar, de sus gentes, sus paisajes, la luz, los horizontes y el silencio», dice el artista.

Empezó siendo un escultor clásico…

Fue una etapa que me sirvió para adquirir una formación, para situarme y para convivir con otros artistas. A partir de un determinado momento sentía como si me incomodase esa facilidad de trabajar con la herramienta de la talla. La técnica se estaba apoderando de la idea. Y tuve que parar.

¿Qué le perturbaba?

Tenía la sensación de que había incurrido en una suerte de manierismo. Y fue entonces cuando escribí: «¿Es necesaria la presencia para invadir un espacio de deseos?». La frase es de 1984, el profesor Mariano Berges la trabajó con sus alumnos durante varios meses en sus clases, en el Mixto 4. Y eso abrió una nueva etapa de acciones, intervenciones, instalaciones, paralelamente a otra serie de piezas que iban saliendo, soltándome, soltándome de la herencia que había tenido.

¿Herencia? ¿De qué o de quiénes?

Me venía de formación casi de mi padre y de mi abuelo, de su sentido del trabajo manual. Gracias a ellos, practiqué talla en madera. Algunos veranos, desde los trece años, los pasé con un fotógrafo amigo de mi padre trabajando en su taller. Aprendí a fotografiar y técnicas fotográficas que me han servido mucho…

Nos decía que había parado...

Sí. Y por ahí están esas ‘Acciones de luna’ (1986), donde quemé unas esculturas en madera, al otro lado del río y del Pilar, en la arboleda de Macanaz y comenzó otra etapa; voy abriéndome y dándole su importancia a las ideas. Me formo en otras técnicas, perfecciono la fotografía, el grabado, insisto más en el dibujo...

"Y fue entonces cuando escribí: «¿Es necesaria la presencia para invadir un espacio de deseos?». La frase es de 1984, el profesor Mariano Berges la trabajó con sus alumnos durante varios meses en sus clases, en el Mixto 4"

Hagamos un viaje en el tiempo por su vida y por la exposición.

Lo que hago aquí es recoger en siete temáticas, reflexiones y conceptos sobre los cuales yo he trabajado desde 1986 hasta la actualidad. En las siete estancias o los siete espacios de la exposición, hay piezas de distintos años, se opera no sobre cronología, sino sobre la temática.

Hablemos de la primera estancia: ‘Ausencias’.

En ‘Ausencias’ se trabajan acciones e intervenciones. En el segundo apartado, ‘Vacíos des silencio’, se recogen obras en torno al vacío, la nada y el silencio. Tres términos que son claves en mi oficio y en mi pensamiento. Hay obras realizadas en Canadá que no se han visto aquí.

¿Por qué el vacío, que parece un concepto tan abstracto?

Es un aspecto que a todo escultor le interesa: la materia y la ausencia de la materia, de alguna manera, dan forma a la obra. El vacío es tan importante o más como la masa. Y entonces es necesario reflexionar sobre él, y eso también me conduce a la nada, y la nada me lleva al silencio. Alguna pieza ya había nacido aquí, en Zaragoza, pero allí, en Canadá, se fragua todo ese desarrollo, y adquiere una mayor intensidad. El artista crece y evoluciona por distintos caminos.

Avanzamos hacia las ‘Pulsiones de luz’...

Hay momentos en los que yo no llego a materializar nada, solo escribo la idea para que no se me escape. Después de la nada, fue la luz. Hay piezas que hice en Canadá, pero también en la Casa de Velázquez, cuando yo estaba allí. Son siete folios con unas palabras que deposité en el jardín sobre la tierra, y allí los fenómenos meteorológicos (la lluvia, el paso del tiempo, la humedad, el viento…) trabajaban a su antojo.

En esa tercera sección está una de sus series conocidas: ‘Qué más me puedes dar’.

Es una serie sobre los disparos de la pistola Parabellum, cuando se genera un vacío, que es un espacio de luz donde cabe la esencia del ser, de la vida humana. Ahí se plantea el terrorismo de ETA, el mayor disparate, la violencia por la posesión de una idea o de un territorio.

Vayámonos a Albarracín.

La cuarta estancia es ‘Al alba’, que es un trabajo que hice en Albarracín. Viví varias experiencias muy bellas que les gustaron mucho a las comisarias Rosina Gómez–Baeza y Lucía Ibarra. Por una parte, los lienzos bañados en las aguas del río Guadalaviar de la serie ‘Bautismal’ y por otra, ‘Restaurada sed’. Iba puerta a puerta en Albarracín, llamaba a los vecinos pidiéndoles un vaso de agua, y yo me lo llevaba a mi estudio porque era para otros. Era saciar la sed de la cultura. La exposición se inauguraba a finales de octubre. Y en noviembre les devolví el vaso, pero poca gente lo quiso después. Es una pieza emotiva y importante. Y hay imágenes de las personas a las que les di de beber, que son casi todos restauradores del patrimonio de Albarracín.

Sigamos...

El quinto espacio es ‘Sueños en el mar’, el tema de los pasaportes, con obra nueva. ‘Memoria del natural’ es un trabajo de intervenciones en distintos territorios, un diálogo con la naturaleza también. Y rindo homenaje a dos artistas muy distintos: Joseph Beuys, en ‘Memoria del Taunus 3’, y John Berger, al que visitaba a menudo en Quincy, en los Alpes franceses donde vivía y donde hice una intervención. Y también está la intervención de Fuendetodos con los disparates, la plantación natural de los papeles por ese monte, junto al camino por el que Goya tuvo que pasar por última vez, y echar su última mirada…

"Acabo con ‘Pensar el sentir. Diálogos’, un asunto capital en toda mi obra: la comunicación. La importancia de la silla. Cuidar la memoria. Y hay una alusión al Archivo de Sueños que estuvo en Fuendetodos"

La idea es sugerente.

Hago un grabado a la manera clásica pero lo llevo a mi terreno. Uso las piedras con más líquenes, aquellas que se supone que tienen más memoria. Estas piezas se colocan sobre el papel y conviven con la meteorología de Fuendetodos a lo largo de las cuatro estaciones… Y acabo con ‘Pensar el sentir. Diálogos’, un asunto capital en toda mi obra: la comunicación. La importancia de la silla. Cuidar la memoria. Y hay una alusión al Archivo de Sueños que estuvo en Fuendetodos.

Usted pasó de ser un artista habilidoso a ser un artista conceptual, filosófico y radicalmente poético…

Trabajo con lo que sea. Esa parte poética sale a través de lo que son mis relaciones, mis lecturas, los poetas que sigo y que son mi fuente de inspiración; su sensibilidad me ha calado hondo y eso lo transmito. Un caso sería Ángel Guinda.

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