Hasta que llegue la próxima

Un hombre rocía con desinfectante unos pollos que son llevados a un mercado de Pekín en 2006.
Un hombre rocía con desinfectante unos pollos que son llevados a un mercado de Pekín en 2006.
Archivo Heraldo

No es cierto que nadie esperara una epidemia de una magnitud tan extraordinaria como la que está extendiendo el luto y el desastre económico por el planeta. El mundo anterior a la globalización, muchísimo más compartimentado, había padecido otras terribles, y el nuestro, en el que las barreras para la transmisión de enfermedades se han esfumado prácticamente con el desarrollo de las comunicaciones y el comercio, estaba dando una sucesión de avisos con cada vez menos tiempo entre unos y otros, sobre todo con los patógenos de origen animal: en las últimas décadas, además de la devastadora pandemia del sida, el mal de las vacas locas, la gripe aviar, la porcina, el SARS… Tras cada uno de estos episodios, alertaron del creciente peligro global profesionales como médicos o veterinarios y, desde el activismo, también los ecologistas, con cuyas históricas reivindicaciones (históricamente desatendidas) siempre se acaba topando uno cuando intenta profundizar en el origen de las grandes cuestiones. El aumento de la presión al medio natural, con la reducción de hábitats, con el empleo de técnicas de producción animal muy agresivas, explican algo de lo que sucede.

Como de nuevo podemos comprobar ahora, el hecho de que las agresiones al medio ambiente ocurran preferentemente en los países de economías más injustas o débiles no ofrece suficiente protección a los demás, por mucho que estos se quieran atrincherar en sus privilegios. Los tiempos se han puesto tan raros que muchos ciudadanos de las naciones más ricas se atemorizan hoy al oír trinar a los pájaros en las calles o al asomarse a los cielos despejados sin esa contaminación que (lo dice la OMS) mata cada año a más de 10.000 personas solo en España. Acostumbrados en cambio a convivir con las apocalípticas señales del avance del calentamiento, por ejemplo en forma de desastres naturales cada vez más cercanos, frecuentes y violentos, solo esperan recuperar el tinglado económico donde lo dejaron y cuanto antes, no vaya a ser que dé tiempo a repensarlo y hacerlo algo más sostenible.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión