Ocio y cultura

Un siglo de Evita Perón: visitó Zaragoza en 1947 y fue embalsamada por un aragonés


Se cumple un siglo del nacimiento de ‘la madre de los descamisados’, que visitó la capital del Ebro el 21 y 22 de junio, durmió en Cogullada, cenó en la Lonja y regaló dos pendientes a la Virgen del Pilar. A su muerte, el Gobierno argentino encargó al zaragozano Pedro Ara que embalsamara su cuerpo. 

Eva Duarte
Eva Duarte llegó al aeropuerto de Zaragoza el 21 de junio de 1947.
Miguel Marín Chivite

El próximo 7 de mayo, martes, se cumple un siglo del nacimiento de Eva Duarte de Perón, en Junín, Argentina. Aquella adolescente con dentadura de conejo era la hija de Juana Ibarguren y del estanciero o ranchero Juan Duarte, que mantenía dos familias.

Esa joven de vida humilde, huérfana de padre desde 1926, no tardará en partir hacia Buenos Aires para probar suerte como actriz: de teatro, de radioteatro y de cine. Tenía quince años. Luego, con diversos sinsabores y algunos que otros éxitos (fue una de las fundadoras de la Asociación Radial Argentina y la elegirían luego presidenta), iría abriéndose camino. El azar jugó a su favor: en 1944, en una velada solidaria con las víctimas del terremoto de San Juan, de la cordillera de los Andes, en el estadio Luna Park, donde se celebraban los grandes combates de boxeo de su paisano Luis Firpo, ‘el Toro Salvaje de la Pampa’, se sentó al lado de Juan Domingo Perón, secretario de Trabajo y Previsión, que no tardaría en convertirse en presidente de Gobierno. Se enamoraron.

Él tenía 49 años y estaba viudo; y ella alrededor de 25. Se casaron y ella participó activamente en la campaña electoral de 1946 que llevaría a Perón a la presidencia del país. Así, Eva María Duarte Ibarguren se convertiría en ‘la reina y la madre de los descamisados’ y en un auténtico mito, que encarnó como pocos el populismo político.

Eva Perón murió de un cáncer de útero en julio de 1952, a los 33 años y con 33 kilos de peso, pero para entonces ya era carne de leyenda, y aún lo sigue siendo: se han escrito libros sobre ella, biografías, novelas, memorias, piezas de teatro, se le han dedicado películas, series, canciones (y la inmortalizaron, entre otras, Nacha Guevara o Madonna), óperas, la retrató Gisele Freund.

Ella misma escribió dos libros de memorias o de recuerdos: ‘La razón de mi vida’ y ‘Mi mensaje’. En su autobiografía ‘La razón de mi vida’ (1951), escribía: “Creo que nací para la Revolución. He vivido siempre en libertad. Como los pájaros siempre me gustó el aire libre del bosque”. Reclamó el foco en muchos frentes -la política, se reunió en 1951 con Golda Meir, la acción social y sindicalista, apoyó el sufragio universal y lo logró en 1947, la moda; Cristóbal Balenciaga dijo: “A la única reina que vestí es a Eva Perón”- y viajó a Europa.

Eva Duarte
Eva Duarte de Perón en el camarín de la Virgen del Pilar.
Miguel Marín Chivite

La visita a Zaragoza

En concreto el 21 y 22 de junio de 1947, en medio de una gira de 18 días por España, Evita estuvo en Zaragoza. Zaragoza, curiosamente, iba a ser muy importante en su vida porque fue el doctor Pedro Ara, zaragozano, quien la preparó para la eternidad. Su cadáver embalsamado vivió una increíble peripecia de traslados, fugas y paseos, que también la llevaron a Madrid.

“Eva Duarte de Perón se ganó por su simpatía, por su belleza y por las dotes relevantes de su inteligencia preclara la voluntad de los trabajadores argentinos, que hoy se apiñan en bloque inconmovible al amparo de su sonrisa femenina”, decía el cronista de HERALDO. El alcalde de entonces, José María Sánchez Ventura pidió a sus paisanos que la acogiesen con cariño y respeto.

En el aeropuerto fue recibida por el ministro del Aire González Gallardo y por el capitán general Juan Bautista Sánchez (cuya historia dramática, un poco ficcionada, cuentan Antonio Altarriba y Kim en su cómic ‘El ala rota’, porque la madre del autor zaragozano trabajó para él en el edificio de Capitanía General). Subió a un descapotable que atravesó la avenida de Madrid, entre gritos y vítores a Franco y Perón. En el paseo de María Agustín, al pasar ante el Hogar Pignatelli, homenajeó a un colectivo de alumnos y la banda de música de la Diputación Provincial tocó los himonos de España y Argentina.

Se detuvo en la explanada de la Puerta del Carmen y recorrió el paseo Pamplona, el paseo de la Independencia y la plaza de España. El vehículo ingresó en la calle Alfonso I en dirección al Pilar. En el interior del templo, la rondalla Goya, bajo la batuta de su director, Sánchez Candial, atacó varias jotas con Juan Gracia, Juan Prat, María Pilar Lasheras y María Virto como solistas.

El arzobispo de Zaragoza Rigoberto Domenech dirigió la misa. Evita oyó la ‘Salve a la Virgen’ y se detuvo, en la camarín de la Virgen del Pilar, «a adorar la imagen» y a besarla. “Después se quitó los pendientes de oro que llevaba y los depositó ante la imagen -anotó el cronista de HERALDO-. Pocas veces como en ésta ha sido tan difícil a los zaragozanos contenerse para no romper con exclamaciones el respeto debido al templo”.

Museo del tesoro de la Virgen del Pilar / 12-02-2015 / Foto: José Miguel Marco
Evita, gran apasionada a la moda, donó sus pendientes de oro a la Virgen del Pilar. 
José Miguel Marco

Como ya sucedía en la época, la cena de gala fue en la Lonja. Ricardo Modrón preparó el menú para 100 comensales. Antes de marchar a reposar a la residencia-monasterio de Cogullada, el alcalde Sánchez Ventura pronunció su “vibrante” discurso de bienvenida. Para el periodista de HERALDO la visita, el entusiasmo popular, el carisma de Evita, todo había sido “un paroxismo de amor”.

No todo fue bien. Por la mañana, Eva Duarte desayunó con los diarios: HERALDO, ‘Amanecer’, ‘El Noticiero’, etc. Y en uno de ellos, en ‘El Noticiero’, vio algo que le desagradó. Al arrodillarse ante el camarín de la Virgen, se acercó un canónigo calvo. El fotógrafo Gerardo Sancho -al que Ángel Pérez dedicó una monografía- disparó. Salió una foto un tanto equívoca: por un efecto óptico parecía que “la madre de los descamisados” enseñaba el culo. Eva Duarte se indignó, protestó, llamó a Juan Domingo Perón y exigió responsabilidades.

El propio Gerardo Sancho acudió a verla a Cogullada y a pedirle disculpas. Así lo recordaba en su casa zaragozana, cuando ya, retirado, vivía en Valencia con su esposa Lolita y había vuelto a su estudio para ordenar el archivo: “Imagínese el escándalo. Fui a Cogullada a verla para enseñarle la foto y explicarle que era un efecto óptico. Al principio me trató como si fuera una cualquiera... Había llamado a Perón y todo. Daba la impresión de que estaba enseñando el culo. Le di la foto y quedamos tan amigos. Se la firmé. Era guapa, sí, y hasta me pareció más simpática. Solo estuvimos cinco o diez minutos”.

El domingo, Evita oyó mismo en la capilla de Cogullada y realizó paseos y desfiles ante una multitud fervorosa. La obsequiaron con el volumen ‘La Virgen del Pilar. Reina de la Hispanidad’, de González Lasanta, “un ejemplar encuadernado en piel que lleva una emotiva dedicatoria del alcalde”. De aquí, en un Dakota, salió hacia Barcelona.

El médico y embalsamador Pedro Ara

Después de la muerte de Eva María Duarte Ibarguren, las autoridades argentinas, como cuenta él en su libro, le encargaron al doctor Pedro Ara Sarría (Zaragoza, 1898-Buenos Aires, 1973) «la difícil tarea de conservar incorruptible el cuerpo de Eva Perón con la idea -que no discuto- de exponerlo permanentemente a la piedad o al homenaje de las masas populares», como cuenta él en su libro póstumo ‘El caso Eva Perón’ (1974). Ara lograría desecar el cuerpo hasta la total momificación.

Cuenta que "cuando el día 12 de agosto llevaron el cadáver de Eva Perón a su refugio provisional, todo estaba dispuesto, flamante y recién pintado (…) Siempre trabajé con modestos medios, atendiendo más al rigor técnico que a lo suntuario". Le asignaron por la tarea 100.000 dólares, que cobró en tres plazos. Pedro Ara Sarría vivíó al pie del cadáver en esa labor casi secreta y obsesiva de «parafinización», que consistía en «conservar la forma y fisonomía en cadáveres humanos».

Eva Duarte
Pedro Ara invirtió tres años de trabajo en la conservación del cuerpo de Eva Perón.
Archivo Heraldo.

Cada semana, su madre y su hermana acudían ante su cámara a rezar. Juan Domingo Perón se percató de que no estaba la Virgen de Luján, que Evita había reclamado, y pidió una. A finales de 1955 Perón se fue del país y no tardaron en contarle que el cadáver sería profanado. Esa ya es otra historia novelesca de película. Pablo Agüero estrenó en San Sebastián en 2015 ‘Eva no duerme’, con Gael García Bernal e Imanol Arias en el papel de Pedro Ara.

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