Jardines de lluvia: así consiguen un parque en el desierto

Solo es necesario aprovechar el agua en un chaparrón para lograr calles con verdor, como demuestran en Tucson, Arizona. En Zaragoza, ya se aplica en zonas

rainharvesting
Una de las propuestas de Dunbar Spring
Dunbar Spring

Hay algo que peor que el fracaso, y es la resignación. Zaragoza parece una ciudad resignada a sufrir una mala jardinería y a contemplar parterres raquíticos y solares pelados. Nuestro clima es complicado, por su insolación, calor, nieblas, viento..., pero tampoco lo es mejor en el desierto de Sonora, en Arizona (EE. UU.), pero allí han decidido no resignarse. Desde hace ya casi 25 años, el barrio de Dunbar Spring, en la ciudad de Tucson, ha aprovechado el agua de lluvia para crear jardines en zonas que antes eran un auténtico erial. Zaragoza, tímidamente, empieza también a trabajar en esa dirección, como muestra el parque tras el cementerio en Zaragoza, que recoge la escorrentía de los Montes de Torrero.

En Tucson, todo empezó en 1994, cuando el experto en recolección de agua de lluvia Brad Lancaster llegó a la localidad y mostró cómo se podían aprovechar las tormentas y los chaparrones: a través de caminos y recodos donde ‘atrapar’ el agua, de manera que quede embolsada y riegue las zonas que se quieren ajardinar. No era una idea suya, en realidad se inspiró en el paisaje de Zimbabue, donde algunos pueblos aprovechaban la vegetación y las motas para reconducir el agua cuando tenía lugar una tormenta.

Una aliada

Lo primero que propone Lancaster es observar bien el agua, su movimiento cuando cae en torrentera. Y crear una serie de caminos para que vaya encerrándose aquí y allá y regando a su paso. Un proceso muy similar al de los riegos por tajadera en el campo aragonés, que recodo a recodo acaba por ocupar todo un campo. Colocando especies adecuadas, que retienen la tierra y que aguantan largos periodos de sequedad si después llega una buena ración de agua, han logrado ajardinar lo que antes era un barrio feo, pelado y gris. Y los vecinos, además, han aprendido a aprovechar el agua que expulsan sus canalones. En lugar de mandarla a las alcantarillas, se redirige a esos rincones, ahora convertidos en vergeles.

Por ahora, Zaragoza todavía tira a las alcantarillas el agua de lluvia (lo que además es un problema, ya que algunas estaciones de vertido no dan abasto y acaban por expulsar agua y desperdicios directamente al Ebro en la zona de Echegaray y caballero) y se empeña en controlar el agua en lugar de dejarse llevar por ella. Así, se desperdicia el agua, cuando podría ser una aliada para mejorar el sistema de parques de la ciudad.

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