Óscar Sipán: "Las historias son un patrimonio invisible que no se ha aprovechado"

El escritor (Huesca, 1974) ha buceado en hemerotecas y archivos para conocer la historia negra, la "que nose escribe con mayúsculas".

Óscar Sipán en la calle de Las Huertas de Huesca.
Óscar Sipán: "Las historias son un patrimonio invisible que no se ha aprovechado"
Rafael Gobantes

¿Cómo se convierte un escritor en guía de la ruta Huesca Negra?

Mi fuente como escritor ha sido la curiosidad. Por fantástica que sea la historia necesito una conexión con la realidad y por eso hago búsquedas, combinaciones de palabras en internet. En el camino han aparecido los crímenes. El colectivo Somos me invitó a dar una charla sobre sucesos en Huesca y yo acepté. Fue en septiembre y lo hice de forma altruista.

La propuesta ha sido un éxito y se ha repetido. ¿Le fue difícil encontrar el contenido?

Primero recurrí a mi memoria, a mi adolescencia en los años ochenta, más convulsos de lo que recordamos. Eran los tiempos de la heroína y subió el índice de homicidios, también a nivel nacional. Localicé cuatro o cinco crímenes, con alguno incluso tuve una relación más directa porque las hijas del asesino de Marieta Pérez iban a mi colegio. Además, elegí el de la calle Lanuza (asesinato ritual) y el del Coso Alto, en el que un hombre se suicidó con matarratas tras matar a su mujer y al supuesto amante. Después acudí a hemerotecas y archivos judiciales, que son públicos

Ocurrieron en los años ochenta, son recientes. ¿Ha tenido problemas por hablar de ellos?

No. Pero una de las cosas que me he encontrado es la vergüenza de hablar de estos temas. Si somos maduros democráticamente, tenemos que hablar de todo y si en la familia hemos tenido un suicida o un jugador hay que contarlo, porque no pasa nada. En todas las familias hay algo, más de lo que imaginamos, sobre todo cuando revisas archivos y hemerotecas y encuentras los apellidos. No obstante, en algunos sitios me dicen que aún no se puede hablar de eso porque es reciente, y a lo mejor es de 1933...

A una de las rutas acudieron 600 personas. ¿Somos morbosos?

Somos morbosos, pero también estamos cansados y el turismo está agotado. Muchos sitios tienen una iglesia como la nuestra y por eso hay que darle una vuelta, que a veces está en las historias. Y eso es un patrimonio invisible que no se ha aprovechado. Yo no toco el morbo, solo cuento historias y mi objetivo es entrelazar temas turísticos, culturales y contar el crimen con una visión global.

¿Tiene alguna línea roja, algún límite o autocensura?

A nivel ético descarto la Guerra Civil y sucesos muy recientes.

En esas búsquedas de crímenes, ¿hay algo que le haya llamado la atención?

Desde principios del siglo XX hasta que empieza la Guerra Civil, encuentro un periodo interesantísmo, donde todo el mundo va armado. Hay muchas cadenas perpetuas, muchos infanticidios, alcaldes y concejales fallecidos e historias muy curiosas, algunas de ellas para llevar a películas. Está la de uno que mató a su hermano y lo escondió en el huerto de su casa, pero veinte años después cayó en la cuenta de que no estaba enterrado en camposanto y lo pillaron cuando lo estaba llevando al cementerio.

¡Y parece que antes no pasaban tantas cosas truculentas...!

Lo dicen, pero no es así. Se trata del acceso a la información, porque cuando lees las sentencias de esa época te das cuenta de que es terrorífico, que son tus apellidos y que muchos fueron vecinos de tu familia... En pueblos de cien habitantes han pasado cosas tremendas. Hay Puerto Hurracos a diferente escala por toda España.

¿También ha encontrado violencia de género?

He encontrado mucha violencia de género, doméstica... Creo que por aquel entonces, a principios de siglo XX, había incluso más que ahora, debido a celos y situaciones absurdas. Además de en los documentos está reflejado en los refranes, un mundo que guarda muchos de los miedos de las personas. ‘Mía o de la tumba fría’, era un refrán que hemos llevado grabado a fuego, y de ahí venimos.

¿Hay lugar para la esperanza?

En España tenemos una de las tasas de homicidios más bajas del mundo, con menos de 300 anuales; entre un 10% y un 20% quedan sin resolver. El índice está por debajo de la media europea y de países tan cercanos como Francia o Alemania.

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