Cuando San Antón llegó en una nube a Barcelona, según la leyenda

Se le atribuye la curación de un gorrinillo y por eso se le considera protector de los animales.

Los animales de Zaragoza reciben su bendición por San Antón
Los animales de Zaragoza reciben su bendición por San Antón
Oliver Duch

La festividad de San Antón se asocia tradicionalmente a ritos religiosos que incluyen la bendición de animales, antiguamente de los destinados a las labores agrícolas, como caballos, asnos o bueyes, y en los últimos tiempos a todos los domésticos, especialmente mascotas como perros y gatos. Son muchas las ciudades y pueblos que, entre las celebraciones por esta festividad, incluyen las bendiciones a las puertas de las iglesias en presencia de la imagen del santo con su inseparable tocina a sus pies.

Pero, ¿cuál es el origen de esta creencia que otorga a este santo anacoreta un poder benefactor sobre las más diversas especies del mundo animal? Lo cierto es que todo lo relacionado con la vida de San Antonio Abad, conocido en Aragón y en otros muchos sitios como San Antón, se apoya en escasos datos históricos verosímiles, lo que habría dado pie a la aparición y difusión de leyendas y hazañas inventadas. De esa opinión participaba el experto estudioso en temas de esta índole Antonio Beltrán Martínez (Sariñena, 1916-Zaragoza 2006), que fuera catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza.

Las noticias sobre la vida del santo se deben esencialmente a una crónica de su amigo y contemporáneo obispo Atanasio, quien dejó escrito que San Antón nació hacia el año 250 en Coma, cerca de Heracleópolis, en Egipto, localidad que hoy en día se llama Quemans, en la orilla izquierda del Nilo.

Se dice que a la edad de 20 años repartió sus propiedades entre los pobres y se retiró al desierto a orar y a hacer penitencia. Los datos históricos lo sitúan, con 35 años, en los montes Pispit, junto al mar Rojo, donde fundó una comunidad monástica. Cuenta la tradición que murió el 17 de enero, día de su festividad, y que su tumba fue descubierta en el año 565, trasladándose su cuerpo primero a Alejandría y más tarde a Constantinopla. Desde allí pudieron llevarse sus reliquias a Francia durante la edad Media, hasta que en 1491 recalaron en Saint Julien de Arles.

Se le atribuyen multitud de prodigios y curaciones milagrosas, así como una fe inquebrantable que le permitió salir indemne de las múltiples tentaciones demoníacas de las que habría sido objeto, sobre todo en su retiro espiritual al desierto.

Antonio Beltrán dejó escrito en su delicioso ensayo 'San Antón en las fiestas bajoaragonesas', editado por Ibercaja en 1995, que “el culto a San Antón es uno de los más claros ejemplos de que, con frecuencia, 'lo popular' desplaza a la verdad histórica y acaba convertido en tradición, revistiendo mayor fuerza que ella”.

En una de esas leyendas populares habría que situar esa unión del santo con los animales domésticos. Dice Beltrán que en toda la Corona de Aragón -se aseguraba con la mayor seriedad- que en los tiempos en que San Antón vivía y hacía penitencia en Egipto, el gobernador de Barcelona mandó ir a buscarlo para que viajase hasta este lado del Mediterráneo para curar a su hija, que estaba gravemente enferma. 'Aparentemente, se negó el santo a desplazarse, pero apenas desapareció de su vista el decepcionado emisario, montó en una nube y se trasladó volando a Barcelona, arribando exactamente a la playa o arenal, que desde entonces se llamó de San Antonio', relata textualmente en dicho ensayo. En la misma playa se habría encontrado con una cerda y su pequeño gorrinillo enfermo, al que bendijo, 'de suerte que la madre ya no abandonó nunca al santo'.

De esta hazaña se deduciría la devoción que llevaría a convertir a San Antón en patrón de los animales domésticos, sobre todo de los que ayudaban a las tareas del hombre.

El éxito de las labores agrícolas dependía, según el pensamiento mágico primitivo, de la intermediación de los buenos espíritus, a los que se dirigirían muchos de los ritos que, con el paso del tiempo, se acomodaron a los preceptos de la religión cristiana.

Los trabajos pastoriles debieron encontrar en San Antón a un benefactor que protegería especialmente a los animales domésticos, personificados en el cerdo, del que se obtenía el sustento para toda la familia durante gran parte del año, y en el asno, incansable trabajador en el campo, al que también se coloca a menudo en la iconografía del santo.

Las hogueras

También se asocia a este y otros santos con las típicas hogueras que se encienden la noche anterior a la festividad. Algunos estudiosos piensan que por su mediación se combatían la peste y el escorbuto, así que la hoguera concretizaba el fuego purificador que acababa con tales males, y es bien sabido que el viejo rito del fuego ha servido al hombre para someter el medio hostil desde los primeros pasos por la prehistoria.

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