Chusé Raúl Usón: "El editor debe ser apasionado y apostar por sus autores a muerte"

El director del sello aragonés Xordica, que cumple 25 años, repasa su trayectoria: 200 libros, varias colecciones y más de 150 escritores

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Chusé Raúl Usón (Zaragoza, 1966) es el editor del sello Xordica que cumple en 2019 un cuarto de siglo de trayectoria.

¿Cómo nació Xordica, qué les llevó a Chorche Tricas y a usted a fundar la editorial?

A finales de 1992 varios amigos nos encontramos con que teníamos que enfrentar a nuestro futuro laboral. Yo iba para profesor de Historia de Instituto pero había acabado trabajando en un reformatorio de menores, y Chorche, que estaba trabajando como informático, quería dar un giro a su vida. Le comenté mi proyecto, que estaba bastante perfilado, y estuvimos varios meses dándole vueltas. En septiembre de 1993 nos pusimos a trabajar de puertas para adentro, en una habitanción de mi casa de recién casado en Las Fuentes. Invertimos nuestros ahorros en un equipo informático y una impresora láser. Y como veníamos del mundo asociativo y en aquella época se hacían bonos de suscripción para hacer realidad proyectos culturales, decidimos que una buena manera de autofinanciarnos era conseguir cien suscriptores para la editorial. Fuimos unos adelantados a lo que luego se ha llamado 'crowdfunding'. Llegamos a los 160 y así arrancamos, con suscripciones de 5.000 pesetas a cambio de cuatro títulos al año, y sin tener que pedir ningún crédito al banco. El uno de enero de 1994 firmamos las escrituras de la editorial y me dí de alta como autónomo. Chorche me acompañó durante año y medio, hasta junio de 1996, mientras él seguía con la informática y otros proyectos.

¿Qué querían publicar, cuáles eran la línea y los contenidos?

Al principio fue difícil, porque deseábamos, obviamente, publicar buenos autores, buenos libros, bien editados (en aquella época mis referentes eran Pamiela y Llibros de Pexe), pero no sabíamos absolutamente nada del mundo editorial. No había masters en edición como ahora. Yo leía mucho, pero del oficio no tenía ni idea. Teníamos muchas ganas, mucha voluntad, pero pocos contacto con la realidad. Afortunadamente era amigo de Félix Romeo y, desde que le había comentado la posibilidad de montar la editorial, me animaba (y me abroncaba), para que dejase de estudiar oposiciones y me metiese a fondo con Xordica. Él me presentó a muchos escritores y les convenció para que me pasasen algún original, pero también consiguó que gente importante de la cultura aragonesa se hiciese suscriptora, como José Antonio Labordeta, al que tuve la suerte de publicar al año siguiente.

¿Siempre estuvo claro que iban a publicar también en aragonés?

Por supuesto. Yo formaba parte del movimiento de defensa del aragonés, había hecho del aragonés mi lengua literaria y la lengua de mi corazón. Además, Llibros del Pexe publicaba en castellano y asturiano, y Pamiela en castellano y euskera. Me pareció lo más natural (y arriesgado) del mundo.

¿Qué modelos de editor y de editorial tenía en la cabeza?

Ya he citado esas dos editoriales a las que admiraba. Pero en aquella época también era muy fan de Anagrama. Justo cuando nació Xordica, Anagrama cumplía 25 años (los que ahora cumplimos nosotros, ¡ay!), y le escribí personalmente una carta de enhorabuena a su editor, Jorge Herralde, por su buen hacer.

Amplíe el campo de batalla...

El modelo de Xordica, salvando las diferencias, es el del editor literario (en Europa tenemos varios ejemplos, como Feltrinelli o Mario Muchnik), que controla el proceso de edición de principio a fin: desde la búsqueda de autores y la lectura de originales hasta el diseño, corrección y producción del libro. Y creo que, de alguna manera, fuimos unos adelantados al fenómeno de las editoriales independientes que surgieron hace unos diez años en España.

¿Cuál sería el balance los primeros años? Miraban a Aragón, y a Portugal, a David Trueba, al premiado Fernando Lalana…

Lo primeros años fueron complicados (como todos los demás, ja ja). Había que aprender toda el oficio rápidamente, tanto las complejidades del mundo editorial (todo su largo sistema de producción, derechos, distribución, librerías y descuentos) como las procelosas aguas de la gestión empresarial. Estábamos en Aragón y lo lógico era que publicásemos a gente de aquí. Además tuvimos la suerte de coincidir con el surgimiento de una serie de estupendos escritores de la tierra que apostaron por publicar en Xordica, como Mariano Gistaín. Y Félix Romeo, que siempre estaba ahí, me ponía en contacto con otros escritores, como Javier Tomeo, David Trueba, Xosé Luis Méndez Ferrín o Jesús Moncada, para publicarlos y redimensionar la editorial.

Félix Romeo Pescador (Zaragoza, 1968-Madrid, 2011), un año antes de su muerte. Fue capital en Xordica como en otras muchas aventuras culturales. / Esther Casas. 

¿Qué le debe Xordica al esplendor de la narrativa aragonesa y a la figura de Félix Romeo, varias veces citado ya?

Como digo, se dio cierta confabulación espacio–temporal para que toda esa creatividad fuese encauzada a través de una editorial de la tierra, y que escritores noveles como Daniel Gascón, Cristina Grande, Fernando Sanmartín o Eva Puyó tuviesen una editorial donde publicar. Félix Romeo fue una figura capital, no solo para Xordica, sino para todas aquellas personas que tenían proyectos culturales en su cabeza. El paso del tiempo no hace más que agigantar su grandeza. Su desaparición fue dolorosísima.

Glósenos un poco las colecciones de su editorial...

Empezamos con dos colecciones, Carrachinas, para ficción (y que está a punto de llegar a los 100 títulos), y Los Libros de la Falsa, para dar cabida a aquellos títulos que no fuesen estrictamente ficción. En esta colección publicamos ‘Besos robados’, de Luis Alegre, y ‘Tierra sin mar’, de José Antonio Labordeta, que tuvieron varias reediciones y nos permitieron afianzarnos económicamente en los dos primeros años. Luego abrimos la colección Xordiqueta, con Cano y otros proyectos, y a partir de 1995 la colección en aragonés Simient Negra. Nuestra última apuesta ha sido la colección Envistas, especializada en literatura europea entre 1900 y 1950.

¿Cuáles son los grandes hitos de la editorial, los que le han abierto caminos?

Creo que el gran hito de la editorial es poder haber llegado a este 25 aniversario, haber publicado más de 200 libros y a más de 150 autores, haber resistido durante todos estos años, y haber conformado un catálogo que tiene coherencia.

¿Los libros más vendidos?

No hemos tenido ningún 'bestseller', pero hay libros que me siento muy orgulloso de haber editado, como ‘Piedad’, de Miguel Mena, ‘Trescientos días de sol’, de Ismael Grasa, o los dos libros que publicamos del norteamericano Sherman Alexie. Seguimos reeditando ‘Pirineos, tristes montes’, de Severino Pallaruelo.

José Luis Melero, Juan Domínguez Lasierra y Chusé Raúl Usón presentan 'Oscura turba' en 1999. / Archivo Heraldo.

¿Las apuestas pasionales o apasionadas del editor?

El editor ha de ser apasionado y debe creer profundamente en los libros que publica. Y ha de apostar por sus escritores a muerte. Por eso a algunos de ellos les he publicado prácticamente toda su obra, como Fernando Sanmartín o José Luis Melero. A otros los he salido a buscar, porque como lector me encantaba su literatura, como el asturiano Xuan Bello o el escritor en euskera Bernardo Atxaga, a quien publicaré pronto ‘Lista de locos y otros alfabetos’.

¿Qué es lo más bonito y emocionante del oficio?

Lo más bonito del oficio es saber que estás ayudando a un escritor a dar a conocer su obra, que merece ser publicada de la mejor manera posible y que merece la pena poner tu dinero para que sea leída. Lo emocionante es que nunca sabes cómo va a funcionar el libro, siempre hay algo de azar, de lotería.

¿Y lo más decepcionante?

Comprobar que algunos de tus libros no han llegado a las tres cifras de ventas... El mundo del libro es fiel reflejo de la vida: no siempre triunfan (se venden) los buenos libros.

¿Cómo desearía crecer?

Desearía que Xordica pudiese resistir, no crecer, otros 25 años más, así, como hasta ahora, publicando los libros que me gustan y que quiero compartir con un puñado de fieles lectores que aprecian la buena literatura y el amor por los libros. Además, me gustaría decir que el esplendor de las letras aragonesas es cierto, es real. La nómina de excelentes escritores y escritoras es apabullante.

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