Casi un año después de la nonagésima edición de los premios Óscar, que tuvo la peor audiencia de su historia, los problemas en torno a la prestigiosa fiesta del cine continúan sin resolverse.

El más acuciante y polémico es la falta de un presentador a dos meses de que se celebre la gala en Los Ángeles. El elegido fue el cómico Kevin Hart, pero renunció apenas dos días después de su designación tras descubrirse sus comentarios homófobos en la red social Twitter. "Si mi hijo intenta jugar con la casa de muñecas de mi hija se la romperé sobre su cabeza y le diré 'Para, eso es gay'", escribió en 2011.

El problema para la Academia es que pocos están dispuestos a aceptar el trabajo. El anterior presentador, Jimmy Kimmel, acarreó con las consecuencias de presentar la gala menos vista de la historia por un salario de 15.000 dólares, mil veces por debajo de su sueldo habitual. "Creo que es ilegal que no paguen nada", bromeó en una entrevista radiofónica. "Le preguntaron a unas catorce persones antes de a mí y todos dijeron que no", añadió.

Precisamente, la audiencia es el otro gran quebradero de cabeza para estos premios. Tras noventa ediciones, el público parece estar dando la espalda a la ceremonia más importante de los galardones al séptimo arte. Entre las críticas al formato destacan su larga duración -la edición de 2018 llegó a durar más de cuatro horas- y su contenido político, especialmente las numerosas alusiones al presidente Trump. El mandatario fue uno de los primeros en jactarse del pésimo resultado de audiencia vía Twitter. "Los peores Óscar en la HISTORIA. El problema es ¡que ya no tenemos estrellas - excepto vuestro presidente (solo era una broma, por supuesto)!", escribió.

Como solución, la Academia propuso entregar los premios menos llamativos durante las pausas publicitarias y crear una nueva categoría: la Mejor Película Popular. No quedaba claro, sin embargo, qué caracteriza a una película como "popular" para considerar su entrada en esta categoría y el debate fue tan numeroso que se decidió aplazar la decisión. "Ha habido una gran variedad de reacciones a la introducción de este premio y reconocemos la necesidad de discutirlo mejor con nuestros miembros", explicaron.

Netflix y el 'cine'

La Academia anunció el pasado lunes las películas preseleccionadas para sus nominaciones -un primer corte que no pasó la película española 'Campeones'- y mostró una realidad que ya se atisbaba el año pasado: la relevancia creciente de plataformas de 'streaming' como Netflix, Amazon o, más sorprendentemente, Hulu. La mera concurrencia de estos estudios ya genera suspicacias, puesto que están vetados en festivales como Cannes al no estrenar sus películas en salas de cine. De hecho, Netflix se llegó a plantear comprar sus propios cines para poder sortear esta prohibición.

Los Óscar, de momento, han decidido aceptarles. La plataforma de Reed Hastings se ha posicionado como un contendiente respetable gracias a películas como 'La balada de Buster Scruggs' (con posibilidades en Mejor Banda Sonora y Mejor Canción), 'Shirkers' (en Mejor Documental) y 'Roma' (en Mejor Película de Habla No Inglesa). Una categoría en la que también puede competir Amazon con la cinta polaca 'Cold War'. El estudio de Jeff Bezos también ha conseguido meter en la carrera la película de terror 'Suspiria', que podría ser nominada a Mejor Maquillaje y Mejor Canción.

Más llamativo es el caso de Hulu, apenas conocido en España y con un presupuesto mucho menor que sus competidores, que cuenta con dos documentales muy bien posicionados: 'Minding the Gap' y 'Crime + Punishment'. La plataforma ya dio la campanada en premios como los Emmy o los Globos de Oro con su serie 'El cuento de la criada'.