La pintura poética de Francisco Pradilla dialoga con la de su hijo Miguel en Madrid

Una exposición que se inaugura esta tarde reúne por vez primera la obra de ambos artistas

'Paludes pontinas. Terracina', óleo que Miguel Pradilla realizó en 1935.
La pintura poética de Francisco Pradilla dialoga con la de su hijo Miguel en Madrid

La revitalización de la obra de Miguel Pradilla (1884-1965), hijo del pintor aragonés Francisco Pradilla (1848-1921) va a tener un nuevo hito esta tarde en Madrid. El Espacio Cultural Mira de Pozuelo de Alarcón va a inaugurar una gran exposición en la que la obra de padre e hijo van a dialogar. Más de 120 piezas, entre pinturas, dibujos y acuarelas, procedentes de colecciones privadas y centros como el Museo Carmen Thyssen de Málaga, el Museo de Zaragoza, el Museo de Goya o el de Historia de Madrid, van a mostrar los distintos senderos artísticos por los que transitaron padre e hijo. Es la primera vez que se van a poder ver juntas las obras de ambos.

La historiadora del arte Soledad Cánovas del Castillo ha ejercido las labores de comisariado, y Sonia Pradilla, bisnieta y nieta de ambos pintores, las de comisariado técnico. La exposición se titula ‘Francisco y Miguel Pradilla. La tradición de la pintura naturalista’ y tiene mucho de reveladora: desde que falleció en 1965 la obra de Miguel Pradilla no se había expuesto al público.

«Todo ha sido idea mía –reivindica Sonia Pradilla–. Aparentemente de Francisco está ya todo dicho, aunque en realidad no sea así; y de Miguel está todo por decir. Así que, ante el desconocimiento de la figura de mi abuelo, quise hacer una exposición en la que dialogaran las obras de los dos. Respecto a mi bisabuelo, quería que se viera que no es únicamente un gran pintor de temas históricos».

«Las obras se han dispuesto siguiendo criterios temáticos, no cronológicos –relata Soledad Cánovas del Castillo–. Hay nueve apartados. Uno de ellos está dedicado a presentar a la familia, y en él hemos incluido incluso alguna obra del hijo de Miguel, César. Luego viene ‘Italia en la memoria’ porque aquel país, del que la familia regresó a España en 1896, siempre estuvo en su recuerdo. Luego, ‘Escenas costumbristas’, ‘Paisajes’, ‘En torno al mar’, donde presentamos varias marinas... La pintura de historia, género que hizo famoso a Francisco Pradilla, también está presente, y, por último, dedicamos sendos apartados a ‘Ciudades y pueblos de España’, ‘Dibujos y acuarelas’ y ‘Figuras y retratos’».

El recorrido, añade Sonia Pradilla, «busca poner en valor la obra de mi abuelo Miguel. Fue un artista que vivió siempre de lo que pintó».

«Me eduqué en la escuela de mi padre y fue mi único maestro -aseguraba en una entrevista–. Viéndole pintar a él, escuchando sus impresiones, observando sus pinceladas, sus rasgos, he ido aprendiendo porque, junto con la enseñanza, surgió en mí una vocación irrefrenable».

Miguel Pradilla empezó a dibujar a los ocho años y acabó abandonando sus estudios de Ingeniería en favor del arte. Llegó a pintar más de 4.000 cuadros, en su mayor parte paisajes. Pero fue, además, un gran deportista.

Destacó en las disciplinas gimnásticas (medalla de plata en pesas, de oro en fuerza...), fue campeón de España de salto de longitud y de 100 metros lisos, gran nadador, futbolista y alpinista. Participó en numerosos campeonatos ciclistas (llegó a tener su propio equipo) y motociclistas, y suyos fueron los primeros coches de carreras que se vieron en nuestro país.

Soledad Cánovas del Castillo destaca que «Miguel tuvo como único maestro a su padre, y eso lo marcó. Se inspiró en él y, de alguna manera, es heredero de su estilo artístico, aunque lo cierto es que desarrolló un estilo particular».

¿Qué les une y qué les diferencia? «El padre sabía encontrar la belleza en los paisajes luminosos pero, también, en las tormentas y en las lagunas pontinas. El hijo, sin embargo, siempre era alegre y positivo. Pintaba romerías, fiestas en el campo... La suya es una pintura amable, con cierta herencia del impresionismo. Yo lo calificaría como naturalista y postimpresionista, un artista al que le acompañó siempre la ‘carga’ de ser hijo de quien era, y en algún momento llegó a sentirla como una carga pesada. Pero cada uno tiene su propio estilo».

«La obra de padre e hijo no se pueden comparar –concluye Sonia Pradilla–, pero sí pueden estar en el mismo espacio y dialogar juntas. Es una exposición para amantes de la pintura».

La muestra permanecerá abierta hasta el 25 de noviembre. Para ella se ha impreso un catálogo, que también explora los vínculos artísticos entre padre e hijo.

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