Vicente García-Plana resume la memoria y el paso del tiempo en 30.000 objetos

El artista oscense ofrece su muestra más amplia y ambiciosa sobre el objeto encontrado en el museo Pablo Serrano.

Vicente García-Plana, ante una poblada pared de objetos.
Vicente García-Plana, ante una poblada pared de objetos.
Oliver Duch

"Yo no padezco el síndrome de Diógenes. No soy un coleccionista de despojos o escombros. No. Todo lo que hay en mi taller, en torno a 300.000 objetos, acumulados en 25 años, son para mi trabajo de artista. A mí me apasiona el objeto encontrado y a partir de él invento, creo ensamblajes, hago esculturas o arquitecturas", dice Vicente García-Plana (Huesca, 1968), que acaba de inaugurar en el museo Pablo Serrano la monumental exposición ‘El objeto de la memoria’, que estará abierta hasta el 10 de febrero de 2019.

Explica: "La muestra consta de 30.000 piezas. Este es un trabajo sobre la memoria, el paso del tiempo y los elementos que nos acompañan y configuran nuestra existencia. Todo lo que que hay aquí tiene que ver con mi vida, con mis recuerdos y con mi obra". La muestra, para la que se han abierto diversos espacios en la planta calle, es la más amplia y ambiciosa del autor, que ya tiene apalabradas itinerancias en Toledo, Cuenca y Barbastro.

Vicente García-Plana está, con razón, como un chico con zapatos nuevos. La estudiosa Mónica Muñoz, especialista en la obra de Antonio Pérez, al que le va a dedicar su tesis doctoral, ha decidido ampliarla a él también. Y ya lo ha incorporado a un documental sobre el artista instalado en

, donde tiene un museo deslumbrante. Se ofrecen seis minutos de esa cita.

"Mover esta obra ha sido increíble. Trabajo en la exposición desde febrero e inicié el montaje el pasado 15 de agosto, y le he dedicado hasta 15 horas diarias. He trabajado con un colaborador", dice, e inicia el recorrido ante las estanterías, archivos, 150 apartados de correos, etc. Viendo la obra, confiesa: "Soy muy ordenado. Siempre tengo proyectos en la cabeza, series, esculturas. Cuando atravieso una crisis, y no se me ocurre nada, a veces desmonto una de estas estanterías de tantas piezas y la vuelvo a montar. Sale una cosa diferente, pero es muy creativo y muy relajante para mí".

El estudio, los amigos y el azar

Vicente García-Plana dice que esos frascos grandes de pigmentos son los que usa en su obra, igual que la colección de tornillería que hay en otros recipientes más pequeños. O las colecciones de brochas y pinceles. O los libros, que "son objetos encontrados y que forman parte de mi taller y de mis obsesiones".

En esta exposición, Vicente García-Plana cuenta muchas cosas de sí mismo: rinde homenaje a aquel amigo que murió de infarto a los 38 años, y con él, y con otro compañero, quería recorrer el mundo con una furgoneta roja; dice que la fotografía de una mujer con máquina de coser la vio cuatro veces al día durante doce años, en su niñez y adolescencia. Hace poco cerraron la empresa y, casi por pura casualidad, se la regalaron y figura en la muestra.

"Me sucede un poco de todo. Cuando voy al extranjero traigo muchas piezas. Una vez, desde Latinoamérica, traje más de un centenar de kilos de piedra. Las distribuí entre varios amigos y no tuve que pagar sobrepeso. Cuando voy con mi coche por ahí siempre vuelvo cargado –explica–. Ahora han cambiado un poco las cosas. Me han regalado piezas de casas enteras, espléndidas colecciones de objetos, que se quedan ahí como varadas con su silencio, el olvido y sus motas de polvo. Gracias al móvil, algunos amigos ya me envían fotos de objetos y puedo decir si me interesan o no".

En ‘El objeto de la memoria’ hay de todo. Lo imaginable y lo sorprendente, lo grande, lo pequeño y lo mediano, lo pesado (como aquellas máquinas de escribir Remington) y lo leve. El azar y la manipulación. La realidad y el sueño. Hay manufactura, escultura, ensamblaje, pintura, intervenciones, instalaciones; hay piezas y piezas y piezas que evocan el arte africano, a Picasso o al mismo Alexander Calder.

"Una de las cosas que más me gusta contar es la historia de la instalación de gomas de borrar Milán. Fui al colegio de mi hijo y les dije a los niños que les cambiaba sus gomas gastadas o partidas por otras nuevas. Y aquí están. Lo más curioso es que esa goma se convierte en una pequeña escultura reconocible para cada niño. Sabrían cuál es la suya. Es un curioso e increíble caso".

Los costureros y el padre

Hay muchas cosas que impactan. La sala de los costureros; cada uno tiene 14 imágenes más o menos, y a cada objeto o diminuto montaje, Vicente García-Plana le dedica un recuerdo. "En realidad, es un “yo me acuerdo”, está inspirado en el escritor Joe Brainard, a quien he seguido mucho; él fue el inspirador de Georges Perec. En esta instalación se mezclan muchas cosas: el arte, la literatura, los recuerdos. Los textos se publicarán en el catálogo".

Una de las partes más conmovedoras de la exposición se llama ‘El despacho de mi padre’, el ingeniero Valentín García. Un día, su madre le dijo que a ver qué hacía con su despacho y sus objetos personales. "Aquí está. A mí me emociona especialmente. Están muchas cosas: sus carnés, hasta sus billetes de tranvía de Zaragoza. Me he dado cuenta que solo conservaba aquellos que tenían los números capicúa", evoca.

También están sus cuadernos, sus rotuladores y bolígrafos, sus cámaras de fotos, entre ellas la primera Kónica, o sus máquinas de cine. Vicente García-Plana, detallista, proyecta algunas de las pequeñas grabaciones que su padre tomó de la familia.

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