Gabi Villuendas, un zaragozano para todo

Retrato de un hombre de acción que fue librero de lance, coleccionista y anticuario, vigilante de películas como 'Libertarias' y que es un enamorado de la música

Gabi Villuendas en el bar La Factoría, con una de sus camareras: la joven rumana Ramona.
Gabi Villuendas en el bar La Factoría, con una de sus camareras: la joven rumana Ramona.
Archivo HA

Gabriel Villuendas es uno de esos personajes de Zaragoza que ya forman parte del paisaje de la ciudad, de los bares, de las calles o de algunos lugares con sabor: el rastro de plaza de toros, antaño, o el de la plaza de San Francisco ahora, adonde acude todos los domingos. “Voy a dejarlo. Te sale lo comido por lo servido, ahora tengo Parkinson y ya me cuesta. Ya no se gana dinero: esto ha caído mucho, pero esas citas del domingo por la mañana son una magnífica oportunidad de saludar a los amigos. Si alguna riqueza tengo, creo que es la de la amistad”. Con Parkinson y todo, Gabriel Villuendas acude al centro, desde su barrio de las Delicias, a dejar algunos de sus regalos a varios amigos: ya sean discos de Los Tamara, de los Jets, de grupos españoles de música ligera o una grabación de su admirado Julián Granados. Apunta: “Sí, sí. Es una maravilla. Es aquel que cantaba ‘Buscando a Lupita’. Ahora canta blues”.

Gabriel Villuendas nació en Zaragoza en 1948. En la zona del Arco del Deán y Pabostría. Su padre era anticuario y tenía la tienda Tívoli en la calle Don Juan de Aragón; luego la trasladaría a la calle Arquitecto Yarza. “Como yo no era muy buen estudiante, me puso una librería de lance en la calle Arquitecto Yarza. Estuve allí más de quince años. Fue una época estupenda. Me sirvió para aprender, para formarme y tener muchos amigos. El local estuvo abierto desde los años 60 hasta bien entrada la democracia. Por allí pasaban gentes de letras, del cine, de los toros: Emilio Alfaro, pintor, escritor y médico, José Antonio Duce, director de ‘Culpable para un delito’ y además pariente mío; Benito Escriche, boxeador; Fermín Murillo, el torero… La cultura siempre ha sido muy importante para mí. Me gustaba mucho hacer algunas cosas raras. Al mediodía, solía disfrazarme de Charlot y salía por las calles. Un día vi que mi padre venía por el paseo de la Independencia; pensé que no le habría gustado nada y me escondí. Al final lo aceptó. Yo era así: me gustaban la marcha, la alegría, la diversión, los espectáculos, y sí, podía ser un poco extravagante”, afirma.

Gabi Villuendas, un zaragozano para todo

A Gabriel Villuendas le gustaba sobre todo la música. Se pone a hablar de amigos de entonces y de ahora, con los que se citó, de los que guarda recuerdos, con los que aún habla cualquier día en el Pascualillo o en los bares del Tubo, y no para. Cita a Juan Erasmo Mochi, a Tony Luz, a Miki, al Dúo Dinámico, que hicieron el servicio militar en Zaragoza, Eduardo Bartrina, de Los Jets, que “ahora se ha metido a escritor y también hace novela policíaca”. También habla de los aragoneses, de los de ayer y anteayer: cita a Joaquín Carbonell y a José Antonio Labordeta, a Gavy Sanders, “qué bien canta con The Vibrants, qué maravilla”, y leyendas de antaño y pioneros del rock como Chico Valento o Rocky Kan.

“Yo he sido coleccionista de casi todo. De múltiples objetos, pero mi verdadera pasión es la música. He trabajado en bastantes cosas: me llamaron de Moncayo Films para colaborar con ellos en ‘El magnífico Tony Manero’, que dirigió José Antonio de la Loma. Luego fui vigilante nocturno del atrezzo, en Mas de Labrador, de ‘Libertarias’ de Vicente Aranda. He vendido lubricantes de automóvil con Waldo Marco, el que fuera presidente de Los Magníficos, he vendido comida industrial y vajillas, repuestos de coche, he sido recepcionista de hotel. Al final logré hacerme vigilante de seguridad en los años 90”. Desempeñada tareas que otros no querían y ahí acabó jubilándose.

“Lo hacía, también, porque me gustaba la soledad. No me importaba hacer cosas difíciles. Con las antigüedades siempre he estado alerta. Y he regalado muchas cosas a la gente, a los amigos. Les consigo cosas inesperadas. Mi pasión es la música de los 60 y los 70, pero ya me he abierto a otras sendas: el blues, el rock, el pop. Yo también he evolucionado. En el fondo, a mis 70 años, pienso en mi vida y creo que siempre he intentado ser buena persona. Adoro la cultura y esta ciudad: Zaragoza”, concluye este personaje que siempre está pendiente de los otros como si quisiera repartir felicidad.

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