Julieta Serrano, la actriz versátil que fascinó a Almodóvar y Borau

La intérprete barcelonesa, nacida en 1933, recibe el Premio Nacional de Teatro de 2018 por sus últimos trabajos y por su trayectoria, que contempla más de 110 montajes

El montaje de 'El malentendido' de Albert Camus con Cayetana Guillén Cuervo y Julieta Serrano.
El montaje de 'El malentendido' de Albert Camus con Cayetana Guillén Cuervo y Julieta Serrano.
Archivo HA

Julieta Serrano (Barcelona, 1933), Premio Nacional de Teatro de 2018, pertenece a un gran colectivo de magníficas actrices españoles que valen para un roto, para un descosido y para ocupar cualquier cabecera de cartel. Pensamos en Encarna Paso, María Luisa Ponte, Berta Riaza, Alicia Hermida, María Jesús Valdés o Concha Velasco, galardonada en 2016. O la propia Núria Espert, que fue compañera de infancia de Julieta, dos años más joven que ella. Julieta Serrano, tímida o escasamente diva, lleva desde 1951, por lo menos, en los escenarios; tiene 85 años y es capaz de seguir entre bambalinas o de participar, por sexta vez, con Pedro Almodóvar en una nueva película: ‘Dolor y gloria’. Julieta Serrano es, sin duda, “una chica Almodóvar”.

El teatro la deslumbró desde muy niña, en Barcelona primero y luego en Valencia, donde quedó fascinada con el cine al que acudía con su madre y su hermano. De vuelta a su ciudad, recibiría clases en el desván del Liceo. Unos años después, tras iniciarse en el Romea, ya estaría en Madrid, viviendo de pensión en pensión. Iniciaba una fructífera y variada carrera que le permitiría, a lo largo de más de 60 años, participar en 110 montajes teatrales de los grandes dramaturgos de todos los tiempos: los clásicos griegos, William Shakespeare, Camus, Chéjov, Shaw, Pirandello, Bertolt Brecht, Arthur Miller, Tennessee Williams o Federico García Lorca. Además era un rostro asiduo de aquellos ‘Estudio 1’, que eran una factoría de ficciones y de actores.

No vamos a glosar aquí los numerosos méritos de esta actriz versátil, de enorme sensibilidad, con un gran sentido del humor, eficaz y enérgica, capaz de hacer cosas tan sutiles como ‘Mi querida señorita’, la escandalosa película de Jaime de Armiñán, con guión de José Luis Borau, o tan salvajes como la hermana Solange de ‘Las criadas’ de Jean Genet. La estrenó con Núria Espert y Marisa Paredes en 1969, y a principios de los 80 el montaje, recuperado, visitó Zaragoza con la citada Espert y con la zaragozana Mayrata O’Wisiedo, que también había sido modelo. La obra, que había concebido el malogrado Víctor García, era impresionante y las rayaban a un gran nivel. Julieta Serrano exhibía desgarro, crueldad, distanciamiento, turbiedad y un sentido dramático rayano en la locura. El Teatro Principal aquellas noches fue un clamor: las intérpretes recibieron grandes aplausos.

Algunos años después, por recordar alguna de sus muchas visitas a Zaragoza, le dio a la actriz Dolores del Río en ‘Orquídeas a la luz de la luna’, la pieza de Carlos Fuentes que dirigían María Ruiz y Guillermo Heras. Su vieja amiga Marisa Paredes encarnaba a María Félix. La pieza abordaba la rivalidad entre ambas actrices, que ellas negaron. En 2014, por recordar otra de sus visitas, intervino en el Principal con Cayetana Guillén Cuervo y otros compañeros en ‘El malentendido’ de Albert Camus, dirigido por Eduardo Vasco.

Si en el teatro, Julieta Serrano llegó a todas partes -intervino en ‘La casa de Bernarda Alba’ de Lorca, dirigida por Ángel Facio, donde Ismael Merlo encarnaba a la madre intolerante, y volvió a hacerlo al final del siglo XX-, en el cine, entre otras cosas, se sumó al reparto de 'Tata mía' de su viejo amigo José Luis Borau, que se rodó en buena parte en la zona de Riglos. Y en 2016 participó en ‘Villaviciosa de al lado’ de Nacho García Velilla. Ha dicho: “Ser actriz es un privilegio”, una frase muy apropiada de alguien que piensa que “el teatro nunca morirá porque es sagrado”.

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