Hanif Kureishi retrata el deseo y los celos de la vejez

El narrador inglés, de origen pakistaní, publica una novela salvaje, ‘Nada de nada’, sobre un cineasta postrado en una silla de ruedas

Portada de Pablo Gallo del libro 'Nada de nada'.
Portada de Pablo Gallo del libro 'Nada de nada'.
Pablo Gallo.

Hanif Kureishi (Inglaterra, 1954) pertenece a la brillante generación anglosajona que publica, desde hace más de tres décadas, Anagrama: Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes o el Nobel de 2017 Kazuo Ishiguro, entre otros. Kureishi, además, ha sido guionista de Stephen Frears y es un autor lleno de personalidad y de energía, responsable de libros como ‘El buda de los suburbios’ e ‘Intimidad’. El autor de origen pakistaní acaba de participar en el Hay Festival de Segovia y a al vez publica, en Anagrama, con traducción de Mauricio Bach, una novela que ya ha sido calificada en su país como “incómoda”, “pertubadora”, “salvaje” y “devastadora”, donde se mezclan la ancianidad, el ocaso de la creación, la muerte, el universo de la pareja y la lujuria: 'Nada de nada'.

Es una novela rara, que evoca obsesiones de Philip Roth o James Salter. Una novela sobre el deseo y, tras su envés cínico, romántica en el fondo. O romántica de un modo poco convencional. Es una novela políticamente incorrecta: “Era una de las mujeres más delgadas de nuestro círculo, que se alimentaba solo de citas -tal vez una, o a veces dos al día-, yogures y semen” o “Toda mujer desea ser obsequiosa con un hombre, eso lo tengo comprobado. Pero solo con un hombre cada vez”. Y en el fondo ‘Nada de nada’ es una novela, dialogada, sobre la fama, el cine y la desolación de resistir los puñetazos de la vejez.

Hanif Kureishi retrata el deseo y los celos de la vejez

Kureishi, en un libro breve y ceñido, medido en todos sus tramos, 20 capítulos de diversas extensión, cuenta la historia de un cineasta que fue famoso, que se paseó por los festivales y que fue objeto de varios libros. Ahora, ya anciano y enfermo, está en una silla de ruedas. Parece que respira con dificultad. Vive, además, una situación extraña: su mujer Zee se ha enamorado de un admirador suyo, Eddie, que los visita a diario. A ella la corteja, le hace el amor, pero además lo hace en su propia casa. Lo que al principio parecía una situación relajada, pronto despierta un montón de los demonios: uno de ellos es el de los celos. Y otro, no menos importante, es el deseo del marido inválido. Los retratos que el protagonista hace de sí mismo son directos, nada complacientes: “Soy como un viejo mono metido en una jaula suspendida en el aire en una esquina, que ni siquiera puede escupir a los invitados”. Se convierte un espía de Zee y Eddie, y a este, le lee el diario, donde anota los días en que hace el amor. A los amantes les graba sus aventuras sexuales, o eso parece, y sus diálogos.

Waldo, el protagonista que narra su peripecia en primera persona, posee una imaginación ardiente. Sabemos por Zee, que es su última conquista y su esposa, que “toda la vida ha tenido el pene siempre dispuesto” y que es y ha sido “brusco, caprichoso, anárquico y provocador”. Sabemos que siempre le ha gustado probar diferentes juegos sexuales. Aún ahora, cuando Zee transige, más por cariño y por compasión que por auténtico amor, le pide a su mujer que se desnude para él y que le muestre su sexo. Zee lo vuelve a hacer, ya avanzada la novela, y Waldo le confiesa: “Sospecho que será la última vez. Lo consideraría un reencuentro y al mismo tiempo una despedida (…) Cuando yo me haya ido, mi amor te seguirá acompañando y tú lo percibirás. Mi voz te guiará si quieres escucharla”.

La novela evoluciona en varias direcciones. Una de ellas podría ser la venganza. Hay otro personaje muy interesante, la actriz Anita, que dio lo mejor de sí misma en las películas de Waldo, pero no ha tenido suerte ni en su carrera ni con los hombres. Solo atrae a los jovencitos y tiene una rara complicidad con el director postrado. Y, a la vez, puede ser una buena detective que obtiene un jugoso material.

Hanif Kureishi retrata el deseo y los celos de la vejez

‘Nada de nada’ es un libro otoñal, sobre las derrotas del cuerpo y los temblores del alma, una meditación sobre el erotismo, la pasión y la vejez (“la vejez es una segunda infancia: me acaricia y me besa, soy su marido y su bebé. Pronuncia mi nombre. Yo voy a la deriva”), el engaño, la destrucción, el cinismo y el crimen. Y es también la novela de un observador que a veces se siente afín con el personaje de ‘La ventana indiscreta’ de Alfred Hitchcock.

Quizá Eddie no sea exactamente lo que parece ser. Pero eso debe descubrirlo el lector en una narración de 180 páginas muy pensada, inteligente y descarnada, sexual y escatológica, que no da respiro y que tiene algo de tratado de la perversidad y de las perversiones. El escritor parece muy fiel a uno de sus principios: dijo que Segovia a la hora de escribir “lo mejor es abandonar la decencia y la dignidad para sacar el lado transgresor y salvaje de cada uno”. Aquí lo ha hecho.

LA FICHA

‘Nada de nada’. Hanif Kureishi. Traducción de Mauricio Bach. Anagrama: Panorama de narrativas. Portada: Pablo Gallo. Barcelona, 2018. 179 páginas.

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