Mariano Casanova consuma su segunda gira por tierras japonesas

Tras actuar en EE. UU., el líder de Distrito 14 ha ofrecido ocho conciertos en el país asiático. El samurái del rock aragonés sigue en busca de sí mismo y de su supervivencia.

Mariano Casanova, junto al músico japonés Satoru SF Tuji tocando el 'stick-guitar', en la actuación de Nagoya.
Mariano Casanova, junto al músico japonés Satoru SF Tuji tocando el 'stick-guitar', en la actuación de Nagoya.
Yume Minato

Hace mucho tiempo que Mariano Casanova, antes Chueca, tenía que estar pegando pólizas en una oficina o atendiendo clientes en un banco, o retomando sus estudios de Derecho para convertirse en juez bonachón…, una broma simplona para, en definitiva, escenificar su resistencia, "los 200 golpes y tres acordes", como cantaba en su disco en solitario, que le ha dado el oficio de cantor y, pese a ello, contra lo que hubiera hecho el común de los mortales, seguir adelante. Por algo esencial: porque la música y él son un solo cuerpo, una sola alma. No hay bisturí que los separe. Imposible.

Y como por estos lares "ha perdido la batalla del ‘bisnes’", como canta en ‘Nuestra libertad’, lo que significa que no se ha reconocido su talento en toda su plenitud, y, por tanto, se le han escatimado méritos y seguramente la subsistencia cotidiana, ahí lo tenemos pateándose el planeta, no buscándose las alubias, sino a sí mismo, mostrando uno de los ejercicios más bellos del ser humano, la creación, es decir, esparciendo sus canciones emocionales, con esa voz profunda que encontró al escuchar a Kevin Ayers.

Ahora, tras haber tocado en Estados Unidos, acaba de volver de Japón, donde ha realizado una minigira de ocho actuaciones, que empezó el pasado 15 de agosto, tocando en Tokio, Kamakura, Kioto, Nagoya y Fukuoka, repitiendo en algunas de ellas. Lo ha hecho a pecho descubierto, él solo, sin ningún músico español acompañándole, aunque sí con algunos nativos japoneses con los que ha hecho buenas migas, y con el soporte, en todos los sentidos, de su mujer Susana Iraberri y su hijo Leo. "Tengo el mejor equipo del mundo, mi mujer y mi hijo", confiesa orgulloso. Es el samurái del rock aragonés, el guerrero imbatible que no caerá en la batalla aunque le rebanen la medular.

Simbiosis de culturas

Por Facebook se le han podido seguir los pasos. Emociona y enternece verlo con su guitarra y sus melodías ante un público atento al que una traductora le transmite sus palabras. Y más aún, emociona verlo compartir escenario con músicos del lugar en una simbiosis de culturas que hablan de la universalidad de la música.

Entre los músicos locales que le han acompañado figura Satoru SF Tuji, que toca el ‘stick guitar’, instrumento utilizado por Tony Levin y King Crimson y que muy poca gente domina. Está reconocido como un maestro mundial. Y además, han ido a escucharle artistas y gente del periodismo y la cultura muy importantes en Japón, según cuenta él. "Uno, en concreto, Ryo Ishibashi, que es una leyenda en Japón por su faceta como cantante y compositor, y también por ser actor conocido en todo el mundo, vino a verme actuar dos veces, primero en Fukuoka y después nos sorprendió al venir también a mi actuación de despedida de gira en Tokio. Hemos trazado una muy buena amistad".

Las expectativas de esta gira, que ya es la segunda por el país nipón, le han desbordado: "La reacción del público, exclusivamente japonés, ha sido verdaderamente emocionante. La atención y el silencio con que escuchaban mis canciones, realmente sobrecogedores. En este momento me sigue en las redes mucho público japonés. En EE.UU. buena parte del público era de origen hispano, pero aquí era completamente autóctono, por lo que hubo que poner una intérprete que traducía aquello que iba contando, no las letras de las canciones, claro. Algo sorprendente es que en mi música sienten profundamente mi raíz de España, algo que yo jamás he buscado, bueno, nunca he buscado nada en mis composiciones, sino que siempre he dejado fluir aquello que salía de adentro. Pero es sorprendente. Ya en EE. UU. el público anglo que venía a los conciertos me lo decía".

Perfecto. Pero estaría muy bien que también por estos pagos recibiera más calor, tuviera más oportunidades para exponer su música personal que él denomina como "rock del fondo del río", esas canciones que empezó a plasmar con Distrito 14 en los ochenta y que han dado lugar a discos tan excepcionales como ‘El cielo lo sabe’ (para quien sususcribe, y con permiso de Héroes del Silencio, seguramente el mejor disco de rock aragonés de la historia) o ‘La calle del sol’, ‘El sueño de la tortuga’ o el único en solitario hasta ahora, ‘Al final de la ciudad dormida’.

Parece que va a haber posibilidades de arroparle pronto: "Pienso hacer aquí, en cuanto sea esto posible, un concierto muy especial. Quiero que la gente, aquí, pueda ver y escuchar todo lo nuevo que estoy haciendo junto con lo mejor que he hecho en mi vida y pienso poner de mi parte todo para que esto se lleve a cabo". Además, anuncia que el año que viene publicará un nuevo disco, para el que ya tiene canciones. No, nunca lo veremos pegando pólizas.

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