Jorge Martín: "Yo no bailo por la foto, lo hago por el sentimiento de la gente"

Jorge Martín cumple 20 años como repatán de los Danzantes de Huesca, un puesto que heredó de su padre y que espera dejar a alguno de sus dos hijos.

Jorge Martín, apoyado en su característico palo de repatán.
Jorge Martín, apoyado en su característico palo de repatán.
R. Gobantes

¿Hace cuánto empezó a bailar y de quién heredó el puesto?

Mi padre fue danzante durante 35 años y después de dos o tres advirtiéndome de que iba a salir, un día me dijo que no podía más y el día 10 de agosto de 1999 me dio el relevo. Cuando lo vives desde pequeño, se te mete en la sangre.

¿Antes de entrar en la agrupación era de esos oscenses que madrugan para coger buen sitio en la plaza de San Lorenzo el día 10?

Por supuesto. Durante 8 o 10 años con mis amigos nos íbamos a sentar a la plaza para poder ver la actuación desde primera fila. Íbamos muy bien preparados, con la manta, la nevera y un bocadillo.

¿De dónde le viene a su familia la tradición de ser el repatán?

Antiguamente, el más nuevo entraba como repatán y luego, cuando había un hueco en espadas, pasaba a ser danzante. Pero mi padre pidió que el puesto, al igual que el de las cintas o el de espadas, fuera también hereditario. Lo votaron y dijeron que sí.

¿Y le gustaría ser un danzante más con espadas y palos?

Nunca he bailado las espadas, pero no me llama. Me divierto más llevando el palo con los 5 kilos de albahaca que suelo ponerle encima para que vaya bien vestido.

Así que hay que estar en forma.

Sí. Hay que bajar peso, porque en invierno todos cogemos 4 o 5 kilos de más, y ganar fondo físico. Yo salgo a correr y subo muchas escaleras, cuido la alimentación, me quito dulces, voy a trabajar andando y dejo el coche en casa... Porque cuanto más ejercites los músculos de las piernas, mejor.

Aun así acabará con agujetas después de San Lorenzo.

Sí. Pero no es tanto por el esfuerzo físico. Es verdad que es duro, pero el problema es que no bailamos de continuo, sino que hay muchos parones y no da tiempo al cuerpo a estar caliente. El día 11 es el más agotador porque tienes cuatro actuaciones.

No obstante, dicen que sarna con gusto no pica.

Si no, no estaríamos aquí ninguno.

Es una pregunta tópica pero ¿qué supone para usted ser uno de los 27 danzantes de Huesca?

Yo no bailo por mí ni para que me hagan una foto o una entrevista o para salir en la televisión. Yo bailo por el santo, pero sobre todo por la gente. Lo que quiero es ver una sonrisa, un abuelo que se emociona, un padre que le enseña a su hijo, alguien que conoces solo de vista pero te anima como si fuera un partido de Primera... Yo bailo por el sentimiento de la gente, es lo que más me llena.

¿Se sigue poniendo nervioso al entrar el día 10 en la plaza?

Por supuesto. Pero no por bailar delante de la gente, porque llevo ya muchos años haciéndolo, sino porque quiero hacerlo bien.

¿Le pide algo a San Lorenzo?

Cuando llegas a la plaza, seas creyente o no, te encomiendas al santo y pides salud para las personas que más quieres.

¿Quién heredará su puesto?

Yo tengo dos hijos. El mayor va a cumplir 12 años y si quiere ser danzante, será para él. Y si no para el pequeño, que tiene 8. Ahora ya quieren coger el palo, pero luego llegará la época de que no querrán saber nada porque se irán con sus amigos, y después la de que me dirán que ya no valgo porque estoy mayor y que quiere salir alguno de ellos.

¿Hasta cuándo se ve bailando?

Hasta que mi hijo tenga por lo menos 24 o 25 años, porque quiero que antes disfrute de San Lorenzo. Cuando se haya quedado una noche sin dormir, se haya ido a almorzar con los amigos, a las vaquillas, los toros, las peñas, a un concierto, cuando haya vivido las fiestas, que salga de danzante. Porque entonces cambian por el sacrificio y la responsabilidad.

¿Cree que debería haber un límite de edad para bailar o debe seguir siendo decisión personal?

Lo harán mejor o peor, porque ninguno somos profesionales, pero si se mantiene la ilusión creo que uno debe poder bailar hasta cuando quiera. Yo solo vería bien un límite de edad por abajo, para que no salgan muy jóvenes, pero hacia arriba no.

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